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les propuestas con aquellas que los hombres han experi. mentado en el pasado.

No decimos que esta es la prueba concluyente, pero slenemos que a menudo- y de nuevo lo afirmamos–

~o arrojado mucha lu% en la potencial o necesaria sabio d:ría o en la locura implícita en tales propuestas y en sus posibilidades o imposibilidades. Decimos que una tal eva· luación es necesaria antes de entusiasmarse acerca de cuán co""eniente serían si fueran factibles. A veces deseamos, con los proponentes de estos planes, que 105 resultados que predicen se obtengan; pero sostenemos que es en beneficio de la sabiduría, del honor y de la seguridad de la humanidad que si hay evidencia convincente de que el plan no solamente no acarreará los beneficios deseados sino que más bien nos llevarán a mayores dificultades y

peligros que los que se buscan remediar, la propuesta acción social no debería perseguirse. Y esto cuando tal evidencia convincente puede frecuentemente aducirse, en parte al menos, de la corriente experiencia existencial y las más profundamente enraizadas tradiciones de la hu· manidad, aún cuando la pertinencia y la validez de cada detalle de tal experiencia y tales hadiciones puedan no ser susceptibles de demostración por las más severas prue– bas de racionalidad y medición cuantitativa en las que el crítico con mentalidad mecánica puede insidir. O, ,a pelar de todo esto, en el calor de tal controversia. las agitadas apelaciones emocionales de los soñadores, los sentimentales. 105 atolondrados, los reformadores dé ofi– cio. los filántropos dictatoriales.

Por ruón de esta attitud se nos tilda de ciegos, tes– tarudos, reaccionarios sin corazón y debemos tener mucho cuidado para no merecer esos calificativos. Si sólo nos oponemos emocionalmente a una propuesta no es difícil encontrar en la historia un paralelo similar que fue desas– troso sobre el cual basamos nuestra oposición que entono ces adquiere un sentido razonable. Los conservadores, siendo seres humanos, han sido culpables de tales erro· res. La falla del conservatismo para detener lo peor de la marea del liberalismo radical revolucionario y del tota– litarismo es debido a que el conservatismo perdió sus facultades criticas y descuidó sus propias disciplinas. Mu· chos conservadores se volvieron ciegos estáticos y cuando el cambio violento fue impuesto sobre la sociedad, mu– chos conservadores se volvieron reaccionarios.

La principal función del conservatismo en una edad como la nuestra, en la que han habido tan vastas y vio· lentas rupturas con e'l pasado, es una de crítica escrupu· losa y discriminadora. Las formas del pasado han sido, para bien o para mal, destruídas sin remedio en todos Sus detalles. El conservador cree que todavía existe mu– cha belleza y valor social en esas formas, muchas de las tuales deben ser guardadas si la humanidad ha de tener la oPortunidad de realizar sus aspiraciones y no llegar a Ser un simple animal buscando la satisfacción de sus de.

s~os. La facultad de crítica necesaria para discernir, qué

~ eme~tos deben conservarse, no puede desarrollarse sin

I~ aplicaci6n, por el conservatismo. de mucho. intelectua–

t~smo del más alto grado. Así, nuestro conservatismo crí–

l~cO de~e atraer -así debe ser para su mejor éxito- a s melares mentalidades adultas de nuestra época. Y, par. IU crecimiento debe de nuevo encender el entu$iasmo

por la excelencia en todo orden en nuestra nueva genera· ción. El fuego necesario ha sido apagado por la nebu· losa mediocridad que está implícita en las ideologías a las que el conservatismo está opuesto, esas ideologías orientadas mecánicamente y esas sociologías igualitariltas que han impuesto sus mediocridades deprimentes donde nuestras normas inspiradoras deberían estar.

El fundamento del credo conservador en el valor de la suma de la experiencia y sabiduría del hombre, está en esto: 105 conservadores están convencidos que el tiem· po, la economía y la naturaleza humana no son aún tan elásticos y remunerativos a nuestras manipulaciones como los liberales radicales y totalitaristas, erradamente y qui. zás sinceramente, ,reen. O es que así sinceramente creen o su fantástico desprecio por las limitaciones obvias de las matel ¡as primas para acción y beneficencia social -un desprecio implícito en sus planificaciones- debe tomar– se como una simple engañifa c:ínica pOr el poder persa· nal, o por alucinaciones de una mente débil y enfermiza. Una cosa es ver el porvenir por mil años y predecir lo que la humanidad pueda alcanzar con la ayuda del cono· cimiento adicional y habilidades que entonces posea -al menos que se destruya a sí mismo física o espiritualmente, o de ambos modos, en el proceso de adquisición-, y

otra cosa es determinar hoy la mejor manera de utilizar los conocimientos limitados y habilidades que el hombre posee y la mejor manera de preservar y fomentar los propósitos de la humanidad. como de hombres y no sim– plemente como de animales. Hay períodos en el crecimien– to del hombre, tanto individual como colectivamente, , en que su bienestar requiere )a apreciaci6n crítica da aquello que ha adquirido en vez de la continuada adqui– sici6n avarienta e indiscriminada.

~os conservadores creemos que nuestra era es una de intenso escrutino crítico de cada proposición que res– pecta a las actitudes y acciones sociales. Nosotros no nos proponemos forzar las aspiraciones de la humanidad hacia atrás y hacia abajo; nuestro propósito es precisamente lo contrario. Hacia ese fin no proponemos que la huma– nidad deba ser empujada a circunstancias tan difíciles de encarar con el actual estado de sus conocimientos, sus habilidades y recursos como para presentar una verdadera amenaza a la existencia de la misma humanidad; cir– cunstancias que imponen violencias y tensiones más allá de la limitada capacidad que como hombre es capaz de soportar; a aquellas que tienden a destruir las más gran· des hazañas de la humanidad para satisfacer los clamores de las masas que aquellas de un orden inferior, inmedia– tamente y a cualquier costo. Es una combinación de lo mejor y de lo peor en el hombre, su buena voluntad y

su vanidad. que embauca a muchos de cada generaci6n a pensar que ellos pueden rápidamente resolver los proble– mas y desigualdades que por siempre han existido y que todavía dificultan la inmediata y completa solución. Es la ardua pero necesaria tarea del conservatismo inves– tigar, las lecciones de la historia y algunas veces hasta machacar sobre ellas, aún aquellas sórdidas y horribles, con el objeto de prevenir el desastre prOVeniente de dar crédito a tales planes. El conservatismo no acusa a todos

105 liberales radicales como bribones. Mas es un solaz muy pobre al herido mortalmente' el saber que ha sido ultimado por un santo.

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