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del Presidente EstlOda Ahora no hay más intelectual al lado del General fstlad Q , que El Cane– lo, --así llamaba él al General José María Mancada Buen militar, muy inteligente, muy astuto pero que tira hacia otro lodo que nosotros

Le contesté: Cree usted Genetal, que Estrada me recibiría con igual complacencia que al GenerIJI Moneada, que es liberal y que por lo tanto llevan el carro hacia el mismo lado?

Ahí estará la habilidad de usted, doctorc!to Ya lo he tratado a fondo Hoce días qúe vengo rumiando esta idea y me parece que nos doró usted en esa altura buenos frutos

Medite un rato sobre el consejo del General Meno, y no sin vacilaCiones lo acepté y aho– ra debo confesar que a tal consejo debí la amplitud de mi carrera político Dos días después, abracé 01 General Mena, me despedí de todos mis compañeros, y me embarqué hacia Bluefields Recorrí el río Escondido, aguas abajo con menor aliento y entusiasmo en mi corazón y con lo

ausencia del cometa en el cíelo, que iluminara mi inteligencia y ampliara mi horizonte

L

LEGUE o Bluefields 01 ponerse el sol, y me hopedé en el Hotel TlOpical, el mejor de lo ciudad y por 10 mismo caro Al día siguiente visité a Adolfo Díaz, cuyo caso quedaba

como o cuadra y medio del Tropical Antiguo compañero de colegio en el Instituto de Granada,

me recibió afectuosamente Le conté el consejo del General Luis Mena y le dio plena aprobación

Hombre práctico me dijo que el Tropical era demasiado costoso en relación con mis re– cursos, que suponía no muy abundantes, y me llevó o presentor o uno caso de huéspedes, muy res– tringida que tenía doña Anito Cross, criolla muy respetada, casada con el capitan del vapor Hendy, que hacía el tráfico entre Bluefields y el Rama, y en el cual llegué dos días antes Por la

valioso recomendación de Adolfo me recibió la señora, y me dio una bonita pieza con muebles cómodos por una pensión moderada

Al otro día el miShlO Adolfo me llevó a la casa de la Intendencia para presentarme al General Juan J Estrada Nos recibió en primer instancia el General José María Moneada, que midiéndome de arriba para abajo y de abajo para arriba, con una sonl isa burlona como dirigién– dose a Adolfo¡ dijo

No aguantamos ya a los barbones, v ahora vienen a complicar más los odeones

Le contesté inmediatamente General Mancada usted me conoce bastante desde los tiem– pos del Instituto, que usted regentaba, no sé por qué se alarma de mi presencia Mi deseo es

colaborar con usted y me parece que muchos veces un buey experto y cmo nuevo inexperto hacen buena yunta para arar el terreno

Inmediatamente reaccionó su despejeda inteligencia y me dijo Está bien, t/abajaremos

en -el mismo s0ntidb

El General Juan J Estrada, supongo que por la valiosa recomendación de Adolfo, fue am–

plio conmigo, y me incorpOló a la oficina entonces a la inmediata dirección del General Moncada En ese tiempo la revolución posaba grave crisis pbr la caída del General José Santos Zelaya y la subida 01 Poder del doctor José Madriz Todos los liberales que rodeaban a Estrada creían defi-

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