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I

NCORPORADOS mis compañeros y yo al ejército empezamos a sentir de inmediato la disciplina estricta en un servicio puramente militar Sin embargo sentía que el Gene rol Luis Mena me estimaba cada vez más.

Corría en la tropa una aguda crisis, pI aducida por lo caída del General José Santos Zelo– ya, y por la llegada al P9der del dor;tor Madriz Mena descubrió una conspiración encabezada

y dirigida por el General Roberto González denominado León de Namacigue, y prisionero desde, la batalla de 1;1 Recreo, guardándosele las mayores consideraciones. Ocupaba una pequeña casa

en ei Rama, en donde vivía sin mayor vigilancia

Se entendió con el General revolucionario Matute, que ocup'aba la iglesia del- Rama, con

una guarnición de su inmediato mando de unos trescientos a cuatrocientos hombres.

El General Luis Mena me informó de los detalles de la conspiración y me nombró fiscal del ejército para seguir el proceso en toda forma y legalidad. Yo nombré mi secretario a Alejan– dro Cárdenas, y formalizando el expediente dicté auto de prisión contra Matute El General Fruto Bolaños Chamarra como Jefe día fue encargado de cumplir mis órdenes y prender a Matute.

Era difícil ponerle el cascabel a ese gato indudablemente valeroso y efectivo en el mando de sus hombres, Llegamos a la iglesia Alejandro Cárdenas notificó el auto de prisión y el Gene– ral Fruto Bolaños Chamarra con la autoridad absoluta que tiene el Jefe día en la guerra, procedió

a prender a Matute Hubo cierto visible conato de sublevación en el ejército, pero en ese momen–

to llegó el General Luis Mena y gritó una orden estricta a, los soldaqos que inmediatamente obe– decieron al imperio de jefe ton enérgico El Jefe día ordenó reconcentrar también dI General Roberto González, fueron los dos remitidos para guardar cárcel estricta en la fortaleza de El Bluff La insurrección estaba dominada, y el General Luis Mena queqó satisfecho de mi actitud, y de la se–

cuela que realicé en 'el juicio militar

Comó fiscal también tuve que afrontór btro proceso Un teniente con sus tragos, se jac– taba de proezas que había realizado en la batal1a de El Recreo, y un muchácho e/orín de órde– nes en la batalla, se burló de él diciéndole que recordara qu~ cuando él había pasado, con el General Emiliano Chamarra, lo ,había visto lleno de pánico acostado boca, abajo ahondando el lodo con' la barriga . - " ,

El teniente, se l1enó de ira, cogió al muchachito e/orín por los cabellos y sacando un

puñal lo degolló como a un cerdo. Yo proveí inmediatamente un Consejo de Guerra verbal, que

sin mayores trámites debía condenar a muerte a tan bárbaro criminal Por cierto que al día si–

guiente en la mañana, estando en el balcón de la casa de Uriza, pasó el pelotón con el reo para fusilarlo a la orilla del río Se conmovió hondamente mi corazón Me asaltó la duda de hasta dónde tiene derecho el tlOmbre en virtud de una justicia humana de quitar la vida a otro hom– bre Por más de veinticuatro horas me ,entristecieron esas reflexiones sobre la severidad de mi

justicia, ajena a mi alma siempre inclinada a la cristiana benevolencia con mi prójimo

Como resultado de mi trabajo en domina, la situación difícil inte, ior del ejército, el Ge–

neral Luis Mena cada día me daba mayores pruebas de su estimación. Un día de tantos me citó para tener conmigo una conversación privada. Me dijo el General Mena:

Doctorcito, -,-' así me llamaba con cariño--, usted estó preparado para obrar y dirigir co–

mo ministro. No es un buen soldado, pero en cambio es un colaborador de primer otden Creo

, \: que en el servicio de nuestra caUsa su papel sería más útil y mós lucido en 13ruefield~ a la orilla