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No ile vuelto El. esc:ribir én esle diario desde el 18
gar Antonio se puso allí a observar atentamente y
luego nos dijo: "no hay nadie" En "L08 Tallos'" Se
sitúa, en días aliernos, un piquete de la guarnición de Sapoá pata coriar eLpaso a los fugitivos que cOmo nosoiros, buscan la frontera de Costa Rica. Pasado el potrero, bajamos una larga cuesta, l1egarr\os a un ria chuela y entramos en la célebre "Picada" de qU~
tanto nos había hablado nuestro guía. Es un cerro y otros renombrados vaquianos sin más derrotero qUe por enhe cuyos bosques y :tnalezas cruzan los Grillos su instinto asombroso La "Picada" es digna de SU fama y aun la aventaja El peor camino de HOndu. las parecería soberbia carretera comparada con ella
Es un conslante subir y bajar cuestas empinadísimas y
resbalosas que espantarían a una cabra, se atraviesa varias veces un río llamado Izcabalceta, de aguas muy transparentes, y cuando ya se va a salir de la "Picada" sigue uno su curso no abajo como por es. pacio de una milla. Eran las 9 a m , y nos dijo An. tonio: "ya vamos a salir, 'yo iré a asomarme para Ver si hay punto". Esfo significaba que en la salida de la "Picada", a media legua del territorio de Costa Rica, se sitúan con frecuencia unps dragones de la guarnición de Peña Blanca Era para nosotros el úl.
fimo peligro, y ya puede comprenderse cual seria nuestra ansiedad. Confieso que yo tenía más miedo que Rocha, o por lo menos lo ocultaba peor qUe él, ya me parecía que en la boca del horno se nos que. maba el pan Subimos una cuesta de tal modo em– pinada, que por de pronto temí que mi mula no pu– diera venceda y se fuese conmigo de espaldas hasta el Izcabálceta. Cuando llegamos a la cima, díjonos Antonio que esperáseJTlos allí, era el momento crüico, No tardó mucho Antonio en volver Antes de llegar nos gritó "vénganse y piquen". Las nueve y cuarío serían cuando entramos ál camino real, espoleamos nuesfras mulas y adelante sin parar hasta que el Glillito lnosirándome a mano del echa un mojón de piedlB, nos dijo. "ya esfalnos en Costa Rica". En se– guida pasamos un riachuelo Ah, con qué satisfec· ción respiré al verme fuera del alcance de la gana de Santos Zelayal
Eran las diez en punto de la mañana Me paleo ce gue Rocha estaba también lTluy ale~rQ De !"í. s~
déclr, que desde el fondo de ml corazon daba mfml– tas glacias a Dios N. S. por háberme sacado a puerío de salvamento a través de tantos peligros de todo género Es necesario haber pasado cuatro meses en– tre montes, perseguido como bestia fero~, casi incoo municado dél mundo, viviendo bajo los árboles, y
luego haber caminado por espacio de 39 horas, ero·
:¡;ando a oscuras breñas y precipios, sin donnir en ese tiempo ni un minuto, para comprender la intensa emoción de mi alma cuando pude gritar, como en efecto grité: "ya soy un hombre y no ganado del rébáño de Zélaya" A poco 4~ haber cruzado l~
frontera, llegarnos a una poseslOn del padre de nu
guía. Hay állí una choza de paja en la cual des montamoS. Qué bien me han sabido los frijoles "pa. radas" que para almorzar' me sirvieronl A eso de las
2 p m. vienen a verme don Nemesio Mamnez y don Gregario Salamanca Por ellos sé que ~uestros asun· :los van bien y que los Chamarra no benen. ~espon·
sabilidad ninguna en el desastre del 17.de sephemb~e
Todo fue obra criminal de Manuel y Pedro Calderon Ramírez, quienes, cegados por la ambición, nos la~·
zaron prerneditainenfe a :fin de aprovechar despues. en provecho exclusivo de ellos, las armas de que nuestros amigos disponían
un punio que está antes de llegar a las caGas dé la ha– cienda y hasta oimos la voz de un individuo que ha– blaba en voz aUa Qué apuro! Dispuso Antonio acercarse cauielosBn,ente a la casa para cerciorarse de si había o no peligro. Luego regresó y nos dijo: "no hay escolia" Pasamos, sin poder adverEr si la gente del "Cincoyo" nos vio La noche cerró oscu– rísima, y como había llovido, y el monte ela espeso, y nuestro camino era miserable vereda, marchába– mos con gran trabajo y la mayor lentitud
En ocasiones nos veíamos en la necesidad de en– cender fósforos para no esfrellan,os contra los árbo– les, y por :lres veces apelamos a mi vela de esperma. A cada rato encontrábamos pasos dificilísimos pOI lo resbaloso del suelo, o por lo intrincado del monte o por lo desigual del terreno Al llegar a un río (el Javillo, según después supe', cuya bajada era aspe– rísima, se reven:ló la grupera de]a silla de Rocha. Hubo que apelar a la vela para buscarla entre el fan– go y la yerba mojada Al cabo de un buen ra:lo la hallamos, lo que tU'limos por gran felicidad Acabá– bamos de montar, a la margen del Javillo cuando se rompió el alción derecho de mi silla. En compo– ner la grupera y arreglar el arción perdimos media hora. Seguimos caminando hasta las once de la no– che, hora en la que, habiendo salido a un llanito, dijo Antonio que allí debíamos esperar hasta las dos de la modrugada para entrar al amanecer a lo que llaman por antonomasia a la "Picada"
J trecho consi– derable por el cual no es posible caminar de noche
Ya nos imaginamos lo que será cuando nuestro guía, para quien no hay paso difícil, dice que aquello es bastante pesado Quüamos el peso a nuestras cabal– gaduras y las pusimos a pacer, nosotros sin descal– zamos ni las espuelas, nos tenciimos en· un zacatal n'\uy mojado. Roch¡¡, y Antonio se durmieron en cuanto se aCQstaron¡ yo no pude pegal ojo en las tres horas que allí estuvimos.
Cuando me pareció que eran las ,dos de la =a– drugada, miré el reloj a la luz de un fósforo y ví que no me había equivocado Desperté a ntis compafie– ros, iodos tiritábamos de frío Nos pusimos en mar– cha, y luego 'Volvimos a entrar al posque oscurísimo, el cielo estaba nublado Habíamos ca=inado media legua cuando el machüo 'que Rocha montaba se re– sistió a pasar y aun retrocedió con tal em.puje que, :lratando el jinete de contenedo, rompiose una de ·las riendas, otro accidente que nos obligó a encender la vela. Entonces pudimos ver que lo que espantó al m.achiio fue una bajada precipi:ladísima y fangosa en cuyo fondo había m.ucho lodo Lanzóse primero el guía, y el ruido que ·hizo al cruzar aquél precipicio y sobre todo al salir de él, nos indicó lo peligroso de semejante paso, yo m.e dejé ir enseguida y en verdad pensé por un momento que no saldría sano ne allí, mi mula se fue de bruces, pero logré levan– iarla y aunque me enl.odé no me salí de la silla ni sufrí golpe ninguno Rocha que ya había remenda– do la rienda rafa, femiendo otra perrería de su ce– balgadura . u otro accidente de sus no flamantes arreos, pasa a pie con el 'fango casi a la rodilla, él feí– simo barranco Se diría que estamos en plena esta– ción de lluvias, según está mojado el monte y cubier– to de lodo el suelo. En un punto donde había un enonne árbol caído sobre el camino, volvimos a en– cender la vela y con ella encendida seguimos hasta que llegó a no tener mas que una pulgada. Volvi– mos a la completa oscuridad Como las cuatro serían cuando oimos cantar gallos Preguntó Rocha a An– ionio que de donde eran esos gallos, y contestó nues– ira guía que nos callásemos, pasábamos por el Car– men uno de los lugares donde acostumbran poner retén:. Pasamos sin cuidado ninguno, pues era im– posible que nos 'lieran en aqUélla profunda oscuri– dad, con ir tan cerca unos de afros, no nos veíamos COn la primera luz del alba llegamos a un chagüife y después subim.os una cuesta en la cual había un pofrelo, quitó Antonio las trancas y entramos
A poca distancia había otra loma y sobre ésta una casucha de fablas. ':L08 Tallos" se llama eselu-
(NOTA: Este asunto .P10VOCÓ un 10mpinüenLo 'esLrepitoso en–
tre una palte del consel vatismo que leconoc\a por
jefe al doctor Adán Cáldcnas, y un glllpO de e.se mislllo pal tido, llamado desde entonces calde10 1116
mo, que enaabezaba don Manuel Caldelón R., y SU
hermano Pedro. Ambos bandos se 1eclinJinabal 1
d
y
esta escisión ret.ardÓ la caída de Zelllya pOlque e
bilit.ó a la oposición).
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