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a las patas colocándolas con ardor sobre el plonúzo trillo :tantas veces :transitado.

Répitieron el pase por donde los García, a poquito se detuvieron y la Rodanta dijo: -Fijalo bien, aquí va el camino de Las Mesas y nOso:tros, velo bien, seguimos sin per– dernos el que da al Camino Rial.

Desembocarofl~ por tercera vez en la anti– gua 'trocha que Une Boaeo -con Muyrnuy, con Tierrazul, con la Mon:taña y con Glama y ale– gres por pisar tierra bien conocida, según sus pensamientos volvieron a darle que darle'a los caites a todo meter y cuando, supusieron que poco les faltaba para columbrar la casa de ñor Saturnino, la principal de la 'aldeíia anhelada, se encontrarori de matios a boca con que de nuevo estaban llegando al, crique que nace en la montaña oriental, de la propiedad de los lncer.

-Romaná, dijo la Luz, tengo que darme por vencida; está demás luchár con ese dianire.

, -Veya, mamá dijo Juan, voy a ponerme agora yo a la cabeza y si nos pasa lo mesmo, pues cojamos para la posada porque quiere dacir que no hay remedio para su mal.

y tal corno lo dijo el heredero de Mateo 10

hicieron, agarró la punta, el muchacho, pero en lugar de enderezar por el callejón se las llevó por Las Mesas, llegaron a la primera casa del pobladito, lo cruzaron, palparon que habían alcc;mzado la rnnda del otro lado, por tal mofivo se llenaron de conient.:'lra, luego si– guieron avanzando, pero cuando columbra– ron un guayabalito que hacia el poniente se veía se imaginaron que al pasarlo desembo– carían en el tantas veces deseado ,Paraíso, mas. cuando lo dejaron atrás vieron claramen– te que era la p\.~nta final del guayabal del llano del Limón en cuyos costados corre can– turreando el tantas veces citado riatillo del Silencio.

Ante los tan negativos resultados de to– dos los esfuerzos hechos por esci;i'par de la ta– pa del r.::aribe terrible la pobre Rodanta pre– ñada de una aflicción galopante exclamó con– vencida de que no sé escaparía de la tan te– mida y supuestamente imaginada dolorosa burriada:

-'No tengo salvación, muchachós; cuatro veces la fuerciamos y cuairo veces nos hicie– ron cejar, ya el sol se dio la vuelta y en lugar de ir adelantando vamos sin pensarlo coto– niando el aquerencio.

-Ajá, mamá; agora si que veyo claro que lo que cuenta Timoteyón es cierto, dijo Juan

, '-Y qué cuenta Timoteyón, JuaI:lchitó. -Pues un díya ¡e embocó a mi :tata que cuando se fue de turia a La Cruz, un su com– pañero se pelió con una zaj'l;1rina y a poco de la pelíada los averió a los dos ellos, c\i¡~l.lido se vieron overos cogíeron para Cuicuina juyendo de la hechicera, se creyeron seguros porque estaban a cuairo diVas de distancia del pa– lenque de la bruja, de cierta manera así lo

era, sobre todo que a poquito de haber lle– gado a la tal Cuicuina supieron que habiya muerto la maldosa mujer, pero cual no seríya el susto de Timoteyón cuando después de unos seis meses de muerta la enemiga esiando el pobre hombre dala que dEllo con un hacha a la cepa de un })ruto mora para comerSe un ji– cote, oyó que 10 sitiaban, cuando volvió a ver se encontró que quien 10 sitiaba era una pen– ca tigra, El! varla se cursió de paniquín, mien– tras él temblaba como nido' de oropéndola. colgado de un sapotemico, la tigra le em– buchó.

-Decilo a tu compañero que se aliSie que dentro de pocos divas me 10 llevo para 4;ll

Cerro; Juan prosiguió así:

-Timoteyón de ptiadí como dice Deme– trio Sándigo dejó el hacha, el calabazo y las cositas que andaba y poniéndose los talones en las nalgas panerió para la posada, el ami– go 10 estaba esperando, l"é contó la pasada y

convinier0n nochar para irse a unas minas que estaban a siete divas de donde trabaja– ban; se escupieron el pecho ian luego lobre– gueció, le dieron a caitiar duro toda la noche, cansados de andar cuando salió el Lucero del Alba se echaron en un limpio para descansar, ya estaba alfo el sol cuando pelaron los ojos, se sacudieron para seguir el camino y cuan– do terminaron comprobaron asusiados' que es– taban a la orilla' del ojo de agua de la caSE!– en que trabajaban, tres veces repitieron el via– je y siempre con el mismo resulfado y cuando se disponíyan a comenzar el cuarto, anies de salir, se fue al pegue de una ceiba llena de faldones Tirno±eyón a descuitarse, estando to– davíya poniendo en cuelas volvió a oyir el si– teyo, zumbó el ojo por el lado por donde lo sitiaban y vio que era la tigra del cuemo, és– ±a sin perder tiempo le dijo:

-En todas las picad\'ls por donde se pue_ den escurrir me he rtúado para que no se vayan, así es que aunque quieran capiar el bUlto confundirán siempre el camino, pues las orinadas tienen el don de volver lumbos a los malos corno ustedes y a poquito cogen para atrás sin darse cuenta; el muchacho prosiguió:

-Después de este nuevo enquentro Tirno– ±eyón Y¡;l. no tuvo valor de acompañar á su compañe:t(i y 10 abandonó a su suerie, el tal hombre hiz.::" otros tres esfuerzos para capiarse

y una noche delante de Tirnoteyón vio éste que la. tigra s\~ arrimó a su tapesco, 10 cogió del cogote y a, 't"astrándolo sobre los breñales le dio montaña adentro no volviéndose a sa– ber jamás del pobre trabajador..

La Luz oyó con ioda atención y en una iemblazón pareja la pasada que Timoteyón le contó a Mateyo y la cual Juancho se la aca– baba de embuchar; cuando éste terminó dijo la Rodanta:

-Pues, si así es la cosa no pod:ré escu– rrir el bulfo y según esl:!. pasada el maldito Cosme se orinó en todos los carninas para que no le diera para ninguna parie.

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