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des, cuando lleg6 a sus oídos una maullada ±ígruna que de sopetón la hizo zumbarse del chinchorro y remontar para el tapesco en que dormía la Roznana.

La muchacha estaba despierta y por fal motivo cuando la znadre aterrizó sobre de ella aunque no le hizo gracia la cosa no se asustó demasiado; la hija no había oído el bramido

y debido a tal circunstancia no estaba llena de pánico y por eso con calzna preguntó por debajera a la znama para no despertar a nadie: .

-Qué lo pasa que hasta el quichipionar del corazón se lo estoy oyendo~

-Hijá ... Romaní±á ... Allí anda Cosme. -Lo ,vido o es que está soñando?

-Ninguna de las dos cosas, pero maulló el muy maldífo en la quebrada.

-Receznos znazna para que el diablo se vaya.

-Rezá vos, que yo del horror no puedo hacerlo.

El rezo llevó consuelo y serenidad a la

~ueraní±a y cozno transcurriera znucho tiempo sin ver ni oir nada anormal se durmió pro– fundaznen±e sin pensar más en el rondador znusuneño; la Luz por más intentos que hizo no la pudo imitar y siguió en vela hasta que cantó el primer gallo.

No se había diluido por entero en el va– cío la barcarola del gallináceo madrugador co:uando en la vecina quebrada el caribuIlo fe– mido hizo coro al eco de la cantiga del ave. Luego znaullando pausadamenfe y sin mayor estruendo la alimaña ±eznida avanzó resuelta paso a paso ruznbo al corralillo de la casa que en su vida terrena plantó Calero con sacrificios sin noznbre, se arrÍInó a la puerta, la destrancó y la dejó abierta, luego bordeando el alero se dirigió al arrancacalzón bajo cuya sombra parió los versos que he– chos canciones al pie de la maltrecha hoja– chigüe le reznpujó al oído de la znujer aznada en su vida de cristiano; se echó y se enrrolló iranquilaznenfe dando la iznpresión de que dorznía y cozno si no tuviera misión alguna que cuznplir no volvió a znenearse del lugar en que se colocó.

La Luz se dio cuenta de todos los znovi– mientas de la bestia, por las brasas de sus ojos la siguió en la obscuridad, cozno el pavor la había entraznojado no logró ni znenearse y por consiguiente znenos que pudiera desper–

lar a sus znuchachos para que la acoznpa– ñaran en fan crífica circunstancia.

En el fondo de la tiniebla espes!" ende– chó el pájaro brujo, luego una cocoroca pulsó aflictivaznente su garganta agorera y mono– corde, después el Coznpañero y la Barcina pu– E¡ieron un taznbo de aulladera espeluznante, la orquesta estridente y cacareadora del galli– nal roznpió los fuegos y para reznatar la cosa en una cuilladera del infierno los cerdos de la huznilde alquería abandonaron en estam– pida su echadero y en tropel despampanante

y avasallador irruznpieron roznpiendo la en-

cañembravada pated de la vivienda y en el znero centro de esta rodearon inquietos y me– drosos.

Paso a pasito, sin hacer bulla, tras de ellos, corno si se hubiera querido valer de la oportunidad del laberinto hecho por la chan– chería el caribe abandonando el palo se aden– tró tras de los rastros de los suidos y se fue a parar a la vera de la Rodan±a que muería de tabardillo perdió la llave del chiquito y fal.. seada la cerradura por el pánico se desgració sin darse cuenta en los peleros que la vestían.

El causante de la molofera ni tonto ni quedado no perdió tiempo y antes de que los habitantes de la finca volvieran en sí se ech6 a tuto a la Luz y la fue· a depositar sobre la fresca y desmedida peña que servía para deS– yestirse en la vega de la quebrada y sobre la cual en época pasada la Rodanta había rodado distintas veces sobre los brazos de Cos~

me hasta perder el sentido cuando la lujuria hecha fluido llegaba al paroxismo.

Pasaron unos cuantos minutos en los cua– les viendo la Hernández a pesar de su a±onti– namien±o que el endriago no le hacía daño de ninguna clase, ante tal hecho, la cuitada em– pezó a recuperar y tal vez hasta esperanzarse de no ser deglutida por el musuneño ham– briento de venganza y sintiéndose con fuerzas para hablarle le dijo así:

-Bueno, dala viaje, que las cosas corno éstas no hay para qué alargarlas.

-Un veiniícinco de Julio trotiaste para despediríe de yo y después zafarme el me– cate; agora viendo que ibas de juida te puse el patatús que te entramojó frente a frente de mi antigua posada para que durznieras en ella por úliima vez, te despidieras de la vida y llaznarie a cuentas mañana.

-Ajá, así es que agore

-No te vaya apretar el resuello, eso lo dejaré para mañana, está demás que sigás juyendo y aunque al amanecer vas a volver a coger el caznino para Abajo, de nada te ser– virá, pues creyendo que vas para adelante cuando te des cuenta estarés en el rancho de Mateyito lista a recibir tu justo pago, agora volvete a dormir que hasta znañana cuando cante el primer gallo te llegaré a cobrar lª deuda.

XXIII

En cuanto el caribe hizo VlaJe la Luz se pellizcó para cerciorarse de que en verdad e¡;¡– taba viva, concluyendo se encontraba la ope– ración de pellizcarse cuando unos cuantos bramidos llenaron el ámbito de música felina y acobardante y volviendo en si al influjo de la ateznorizante orquesta la encapillada sali6 a trote largo derechito a la posada en donde el catarro humano alborotado con tizones, candiles y candelas de cera de jicote registra– ba todos los rincones apartados del corralillo de la vivienda tratando de encontrar a la infeliz.

García capitaneaba la tropa buscadora y

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