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~Pues, cuando lo vimos tan cuajadiado le :Preguntamos que qué lo pasaba, y el pobre nos dijo: .

-Pues que el tigre q~e llora por ay ha– bla como la gente y me dlJO que me cUldara, que hoy me ±endríya.~ue llevar al Cerro.

_y vos que le dlJlste

_'_y qué le iba a decir al bruto si me en– suCié en los calzones de 13610 oyirlo hablar y

me las mandé a paniar, para acacifo.

Cuando llegó allí en su cuento la ña Isi~

dra la Luz sin pedir penniso salió para el so~

lar a toda estampida vkiíma de una corró que te cotoneyo que efecfivamente la cotoni6, pues Se ensuCió en el cumiche antes de po– nerse E;ln cuclas y exonerar libremenfe.

Cuando regresó la corredora siguió la na– rrante el relato suspendido y dijo así:

-Cuando lo vimos en ese estado creyi– mo$ que estaba con una :terciana alfa, lo acm¡– tamos, lo sobamos con aceite de almendras, lo cobijamos y despu~s de nochadifo le di¡;nos una gengiblada con cususa; se durmi6 pro– fundamente, lo velamos hasta que el Arado se puso y' viéndolo que roncaba acompasado nos, acostarnos sin temor ninguno.

-BuÉmo, ña Isidrá, pero si est(¡ enfermo allí en su casa por qué lo anda sabaniando, dijo }4f.iÍeyito.

-'-Es que no he concluido el caso¡ cuan– do cantó Ei Cresta de Piña me levanté al solar y ví que la figra de Danielito estaba zumba– da en el suelo y que el muchacho no estaba; me imaginé que andaba haciendo el oficio que iba haCe1" yo mesma, mas cuando volví no habíya levanfado la cobija entré en des– confianza y levanté al papa y los herlTlanOS; buscarnos por todo el rancho, por el pafio, en el ojo de agua, en el llano, en fin, por todos lo;; lugares en que podíya andar y por ningún lado apareci6; esperamos a que acabara de amanecer y cuando ya claronió comple±a– mente volvimos al oficio de güellerarlo y na– da de rastros ni de Daniel; supusimos que se habíya descompuesto de la jupa por la ±er– cianofa y que habíya cogido para donde al· guna amistad que lo inquietara, pero nadita que apoye fal ideya, pues no solo no está en ninguna parte ni siquiera lo han visto al pobre.

-Yeso cuando fue, inquirió la Luz. -Ayer, ayer y hasta gora ni juco se sa~

be dél.

~y la figra'?

-,Pues no se ha vuelto oyir bramar.

-y no se han fijado si hay sangre por los contornos.

-Eso encorttró el papa cerca del bajo de San Rafael en plena llaneríya, gotas por un lado, manchitas por el otro, majadas por aquí, arraStrones por allá y siguiendo para el lado del Sonsapote en pleno parazal del po– trero del Rosario dio 0011. una trillada espan– fosa en aonde la sangre manchó iodo el za– cate y como quinceciérttas varas más arriba

del majad6n halló batida la fierra como si la

hubieran cobado.para en±e;rrar alguna cosa.

-,-y no escurcaron el lugar.

-Nadita, pero el papa supuso anoche. que el animal que lloraba debe de haber sido León, y como el león en iierra la caza cuando va El. volver a comer, dispuso irse con una ma–

cana y una pala para escurear el lugar qua mirasolió removido por si allí estaba su po_ bre hijo¡ cuando ellos salieron yo me vine pa. ra acacifo que era la única casa que faliaba sin ir a preguntar por el muchacho. '

-Pues a Daniel se lo comió Cosme, dijo la Luz. '

-'-eosme'? Cosme Calero? interrogó ña Isidra.

-El meamo, me han dicho que ése es el figrecaribe que está saliendo pOlO ay desde hace unos diyi±as.

-Pues no hay que hacer, hijifá, en la

panza del tal Cosme, estará con seguro mi Danieli±o, vos y él, le debíyan un gran freno y agora vino a que se lo pagaran¡ y se lo van

a liquidar sin círculos madroños de ninguna clase, ay lo vas a ver.

-Pues, andalo de aquí, que en cuanto le pase el empanzamien±o de la hartazón de mi muchacho, ló va con vos; que Nuestramo te ayude y Sanfiago ±e defienda.

La Luz no chistó palabra ni agregó nada, pero tan luego la ña Isidra se despidió y cogió para su embijaguado a esperar el r.esulta,do de la revisi6n de la fierra alboroiada como entierro de caza de león, llamó a Juancito y a la Romana y les dijo:

-Amonós, muchachós, maleteyen a prie. sa sus peleros que al perderse de vista la ña Jsidra cogeremos el camino, no me pregun· ten para donde ±rotiaremos pues no conviene que lo diga por el ±igrecaribe.

XX

Tal como lo había dicho a los Hernández la seña Isidra, su hombre y sus otros hijos habían cogido tempraneramen±e a revisar el batido esparramado de lodo que en el encie" ro del Rosario encontró el papá de Guzmán en la búsqueda del día anterior.

Poco tuvieron que cavar los buscadores para dar con un haÍlazgo que fue prueba ve– rífica de la burriadA. del muchacho por el ca– ri.buno tigre; después de unas pocas paletadas dieron con un poco de hojas de bijagua que envolvían los peleros que Daniel vestía la no– che en qué el caribe lo pepenó del rancho para llevárselo hasta el Musún; las carnes y

los huesos no existían y no había para qué buscarlos, porque el padre supuso dado a los decires que corrían, qtie la fiera hambrienfa de venganza había dado fin a los despojos para saciar su bulimia de vengador criado y adiestrado especialmente para semejante oficio

El viejo la en1preli.diÓ de regreso para su posada llevando bajo el brazo izquierdo el 'mo±efe que cPn±enía la cotona azul y el pan~

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