Page 108 - lista_historica_magistrados

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'runa es un pU'nialHo qUé equivale al refresco del ladino.

Sé~siandüc:> apareci6 cezando la Romana del l8d,0 del solar compleiamenie demuda– da, tentbla11do, angustiada y casi fuera de conocimiento, al entrar ¡:¡.l rancho dijo atr¡:¡.– g¡:¡.nflida: .

-Mama, mama, en el fin del solar anda la ñigra.

Tan luego dio la noticia, el tableteo de Un bramido iremendo invadió el silencio del á.mbüo hogareño de la Hernandada y en el eco lo repitió la pampura de la llanada del Limón.

La Luz, Mateo, Juan y hasta los Rocha que en ese momento llegaban se jesusiaron y SBiltigu,aron y cantaron el Alabado como una esperanza en aquella hora lremebunda.

Luego anduvo el tiempo, se acomodaron iodos uno encima d~l otro para dormirse des– pués de que los gallos de las diez de la noche se desgañitaron y cosa en realidad para asom– brarse amanecieron vivos y coliando sin que nada les hubiera acontecido.

XVI

Los días han ido pasando, y sólo el Pá– jaro Brujo ha inquietado Gon sus pantos pi– chunos la quietud de las noches que le han hecho compañía en su peregrinación al des– 'file del ':l:iémpo deniro del marco noC±urno.

Tal como la hoy intangible tigracaribe ña San:l:<;>s Méndez le conló a la Luz, Cosme cuando par:ti6 de la cañada del Corozo iba sin rumbo fijo y la única meia que llevaba era arrimar a La Cruz de Río Grande dentro de diez. días, de un mes, de un año, de un quinquenio <> de una década; a él no le impodaba el :tiempo que podía gastar en el peregrinaje, la cuestión era llegar algún día, fuere en la época que fuCI e, pero llegar defi– nitivamente al fin a la anhelada Cruz.

Un¡:l vez puesto en el puertecito fluvial, había pensado coger para los bananales en donde :trabajaría hasta reventar para recoger dinero y enseguida con chancheros bastantes desandaría la trocha que lo separaba de su querencia y se iría a establecer después de recorrer a sus conocidos, en la comarca de San Buenaventura que siempre había sido muy de su agrado desde cuando muchacho.

Bien sabido es que en cualquier recodo del camino está la suerte cuando uno sale a rodar fortuna y Cosrne sin estudiarlo y sin si– quiera pensarlo fue a dar de sopetón con Ti– güis .y aunque no progresó monetariamenfe, sí, alcanzó en la casa del famoso hechicero una vida chanchona y desahogada que le per– miti6 pasar una exis~encia: alejada por entero de preocupac:;iones y fra}:¡ajos.

Al intimar los dos hombres el amante de la Rodanta 0011t6 a -su árrn.go lo que aquella

10 había hedió sufrir y pádecer; le narró foda su historia y cuando' el otro quedó enterado de ella le dijo, zajurinamente prejuzgando: -Compañeró, esas son pamplinadásl lo

an'lolaron cuando 'Ps±ed éra n1110 de pecho

hoy no~ huyen veinte leguas a la redond~

quien lo pueela fregar; pero como uno debe desquilarse, al fin y al cabo, deje para cualldo se vaya al lv1usún el rebruñlr a la Luz, Pues cuando seya iigrecaribe se la vendrá a bu– rriar y sin matarla de golpe viva se la em– pieza a tragar parie por parie y riéndose de ella que en ese mom.ento le hará miles de su– plicaderas.

-Pero Tigüici1~, eso e~±á.lar:go .I:odavíya y cuando pele el aJo ya n1 SIqUIera me Voy

acordar de la bandida.

-Compañerifó, no creya ni inmaglne fal cosa; pues según lo fengo sabido le faHa po– co para es:tirar la pata, y cuando uno de no– sarros muere se le alborofan las pasiones en el Cerro en lugar de sosegárseles y a poquiti_

110 vuelve a la carlada donde vivió a dar CUen_ fa de los léperos que lo gua±udaroIl a uno.

-Será, compañeró? hasta qué me pican las manos no se si de contentera o de la espe– ranza de conocerle a la Luz su cara de am.<;>1a. da que jamás se la vide.

-Como que lo esiuviera viendo, se la co– nocerá dentro de muy poco, mucho an.l:es del otro año.

Los hombres suspendieron la gualiadera y a poco oyeron un retulnbo ,que les llamó la atención y al irse a sus quehaceres dijo Tigüis

cabizbajo:

-Ese retumbo es un saludo a la vieja ña Santos Méndez que va llegando al Cerro, den– '±ro de fres días voy yo y enseguidifa va a pe– penar mis güellas su cuerpo jolotudo, como pañeró.

A CoslTIe no le hizo gracia la cosa, pe– ro esperó desesperado la llegada de la noche para ver en la hogalera que hace11 antes de irse a tirar, estos brujos que viven de la cace· ría, a la vieja ña Santos danzando dentro del fuego, rara manera de l;lvisar de Suquia la mUerte de los hechiceros taragotudos a los zajurines vivos y preferidos.

Siempre que en el rancho de un hechice– ro de pelo en pecho va a salir uno de sus hi– jos o alguna otra persona de su confianza a cazar, espera pacieniemente el iírador que principie a seisiar que es la hora en qu e fodo zajurín comienza a enhebrar sus cábalas fren–

te a una desmedida hogalera, la leña de la que la alimentan la recogen con aritíCipaci6n duranie el día los interesados en la cazadera.

Lobregueciendo le pegan fuego y a medi– da que las llamas van creciendo el maesfro en el arie diabólico comienza a dar vueHas al– rededor de la hornalla y en uno de ian±os rO'

deos circunferenciales se aparta de la ruta Y va a colocarse bajo la fronda de un á.rbol eS–

cogido adrede desde ab inifio en el solar de la casa, se acuesta boca abajo, deja pasar unOS

minutos y sin alzar la cabeza precisa lénia– mente el lugar de la montaña en donde hay

tantos venados, iantos sajinos, guatuzas, gu ar – datinajas etc.

Los interesados cogen los chopos y salen

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