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« Previous Page Table of Contents Next Page »la casa se hizo una casita 'para depósito
c;iG vino y medicinas. , , Concluidos los pabellones, me dijo don Narciso muy afligido: "Se acabaron ·todos los fondos¡ pero me voy· a presentar al Gobierno' para obteI'ler la aprobación de un nuevo Plan de Arbitrios, (tantos centavos sobre cada buHo de mercaderías que se introduzca por las aduanas, y un aumento sobre el aguardiente) ¡ pidan a Dios que sea aceptado, y entonces estará salvo el Hospital, y habrá que dar de' co– mer a los enfermos".
Aprobado el proyecto, hubo facilidad de construir otros alojamientos para el ser– vicio de varones, para el portero y su fa– milia, y para el jardinero, que era una persona que trabajó, treinta y dos años en el Hospital y dejó un precioso jardín, (Nicolás Bogarínl.
Se construyó además, un gallinero, una cocina y despensa, con reglas para el aire y claridad. Al lado opuesto de la cocina se hizo un cuadro cerrado, para la Comunidad. En un pedazo del corredor se hizo un corredorcito provisional, y en seguida el hornillo para aplanchar la ropa.
A los ires años de ocupar el nuevo Hospital, nos dieron agua de la ciudad¡ por medio de una bomba se llenaban los tanques, uno de los cuales, bastante gran– de, fue obsequiado por doña Angélica de . Salinas.
Me parece que fue en esa época que se reiiró don Narciso, quien fue reempla– zado por don Salvador Cardenal, y ésie a su vez, por el Dr; De Bayle. Se siguió trabajando. Cerca de la cocina se formó un bañito.
En e!üe tiempo me llaxnaron de Gua– temala, y a los sieie meses vino orden de Paris de que volviera al Hospital de San Vicente.
Durante este :Hempo se acabó de ce– rrar el patio de la Comunidad, y se tra– bajó el cañón opuesto a la boiica, donde se hizo el dorr,nitorio de los empleados del Hospital y la ropería.
Cada año se celebraba la fiesta de San Vicenie con un paseo público, para recoger lhnosnas; el producto se repariía entre San Juan de Dios, la Recolección y San Vicenie, correspondiendo más o me– nos a cada uno, cincuenta pesos. Con el parecer' de la Honorable Junta se invirtió esie pequeño ingreso en hacer varios la– vanderos. uno en la cocina, airo para la Com.unidad, dos para lavar la rooa de los enfermos, y otros dos por el pozo, pa– ra las familias del portero y el jardinero.
E~ 'paseo se suspendió porque los niños Vlsltanies hacían rnucho daño.
Había necesidad de una casa para el mayordomo y el vaquero. Corno nos in– formarnos que la Junia tenía un lazareto nuevo que nunca se ocupó, por estar lejos de la población, y que por estar en aban~
dono se llevaban la madera, con la co– rrespondiente autorización hicimos traer el material, y se construyó una casa con el fin expresado, algo aislada, al lado de la cual se hizo el corral para el ganado. Tu~
vhnos hasta treinta y dos reses, la mitad obsequiadas, dos mulas y cuatro caballos, y un palomar con doscientas palomas.
Luego llegó un tiempo muy seco, ca– si no tenían agua los ríos, hasta el punía de que varias farnilias pensaron en ocu– par los pozos pre-existentes en la pobla– ción. Varias personas, sobre todo los se– ñores Capellanes, me aconsejaron que se mandara construir un pozo cerca de la co– cina. Comuniqué esio a la Junta y la idea no fue aceptada. Yo insisfi¡ manifesté que el trabajo se haría de rni cuenta, hasta obtener del dociar De Bayle el permiso para hacerlo. En Diciembre de 1909 se empezó el trabajo, y a las dos varas se encontró pura laja. Después de muchas dificultades, a una profundidad de 39 va– ras, sobre 4 de ancho, se encontró agua el 16 de Enero de 1910. El 19 del mismo 1:11.es, el Padre Dubón bendijo el pozo el cual ocho días después tenía siete varas de agua. Mandé una garrafa del precio– so líquido a la Junta, y resuHó ser una agua filtrada de excelente calidad. Por recomendación del Padre Dubón, -mandé a cerrar el pozo con tablones adecuados para evitar suciedades, mieniras se cons– truía un kiosko, ya qué encargaria -un motor ligero y fácil. Se cambió la JuntB', y desgraciadamente, el motor, que fue'pe~
dido al exterior, resultó, muy pesado -y nunca funcionó, según me dijeron' a mi regreso de nuevo viaje que tuve que em~
prender.
Elide Mayo de 1910, me llamaron de Guatemala, y una vez que hube lle~
g¡;¡.do, observando que el clima me hacía mal para la vista, con peligro de perderla por completo, solicité mi viaje a París. En esta ciudad mi salud mejoró notablemen– te, de modo que durante cuatro años pude visitar a los enfermos pobres de diferentes barrios. Mi vista se aclaró, y con el certi– ficado del oculista volví a Nicaragua, Has– ta hoy he podido leer, escribir y coser.
El pléJno del Hospital de San Vicente era bastante grande¡ lo mandó hacer don Narciso Lacayo y sería colocado en un cuadro que el dociar De Bayle encargó. A propósito del doctor De Bayle, debo de· cir que al poco tiempo de haber sido nom– brado Presiclente de ]a Junta, alcanzq del
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