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« Previous Page Table of Contents Next Page »un seg\lndo piso para habitación de los Hennanos Cristianos.
. En este tiempo causaba mucha triste– za el estado de pobreza del EstablecUnien– to; habían dos enfenneras ganando tres pesOs plata cacla una, una cocinera, para ayudar a las Hennanas, que ganaba dos pesos cincuenta centavos mensuales. Ha– bía dos molenderas ganando ires pesos, que tenían la obligación de levantarse a las dos de la mañana para poder dar ~as
tortillas y el pinol a las siete. Se com– praba carne para el caldo y comida de la más inferior. A las nueve y media se da– ba una taza de caldo a cada enfenno; ra– ra vez; se daba leche. A las doce y me– dia se servía carne con arroz u otra le– gumbre y tortilla; a las tres, una taza de atole a los enfeJ;"rnos débiles; a las cinco y media,pinol; queso duro y tor±illa; en la noche, atole a ciertos enfennos.
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Por qicha la gente tenIa gran devo– ción a San Juan de Dios, y de los barrios y pueblos le traían maíz, queso, pollos, huevos, etc. . En esa época me ví muy apurada, y muchas veces no' tenía para comprar maíz. ,
El Ilmo. Sr~ Obispo Thiel, de Co~ta Ri– ca, mientras su destierro, pasó unos días hospedado en el Hospilal, y viendo mis apuros, tuvo la bondad de hacer una vi– sita a la Junta.
Estando enfenno y anciano el Presi– dente de la Junta, fue nombra4o en su reemplazo el señor don Narcisó Lacayo. Éste señor, tan caritativo, tomó la obra a pechp. Se dio cuenta del estado del Hos– pital, y procedió con la mayor actividad al cobro' de los impuestos y se ingenió la manera de arbitrar fondos, aunque para ello tuvo que soportar improperios; para antes del fin de año tenía reunidos seis mil pesos plata, y pudo procederse a las reparaciones urgentes por los estragos que causó el temblor de tierra de 11 de Octu– bre de 1885.
Cada año aumentaban los fondos y pudo don Narciso hacer venir del exterior para el servicio del Hospital cien camas de hierro y una hennosa cocina de hierro con sus depósitos para agua y sus hornos. La Junta fue cambiada, y hubo varias guerras que ocasionaron un considerable airaso.
Volvió a 'la Junta el muy respetado e inolvidable don Narciso Lacayo, siempre con su proyecfo de juntar una suma para comprar un terreno, y construir otro Hos– pital, pues el de San Juan de Dios era :r:'uy. ~ncómodo, muy pequeño y sin ven– ±llaclon, no habiendo donde hacer nuevos excusados V sumideros.
Puedo decir con toda verdad que don Narciso sirvió siempre al Hospital con de– dicación y desinterés, y que los pobres ga– naron mucho teniéndolo a la cabeza de la Junta de Beneficencia.
Durante la administración de don Narciso, los enfermos empezaron a tener frazadas en sus camas. Junio con su her– mano don Eduardo Lacayo, quien también contribuyó eficazmente, surlió varias ve– ces al Hospif~ü de ropa, sábanas y manta para ropa interior. Don Narciso me re– comendaba que no incluyera los precios de estos artículos en los recibos y en los gastos. Dios le habrá dado la recompen– sa, pues Dios dice que los que se da a los pobres, lo recibe como si fuere El mismo.
De día en día el Hospital era insufi– cierne para hospedar los enfermos que se presentaban; y después del terremoto del
29 de Abril de 1898, la Junta que presi– día dignamente el señor Lacayo resolvió comprar el terreno que hoy ocupa el Hos– pital San Vicente. Las cosas pasaron co– mo sigue, permitiendo hacer esta relación, tanto por haberla presenciado, corno por haber oído ciertas crlliCEiS que hubo en
1914, cuando se trató de cerrar el Hospi– tal por encontrarse lejos y sin agua: sufi– eíenfe.
Antes del terremoto de Abril, vino a visitar la Recolección y San Juan de Dios, Sor M. Senac, que era entonces la Visita– dora. Encontró el Hospital demasiado pequeño y oprimido; y habló sobre esto con el Presidente de la. Junta, don Narci– so Lacayo, quien manifestó a Sor Senac que por estar el Hospital en medio de la población, no había podido ensancharlo; pero que existía el proyecto de comprar un terreno espacioso y ventilado para un nuevo Hospital y que la invitaba para ir a escogerlo. Muy pronto llegaron dos seño– res de la Junta y un médico, y f\JUnos a tres lugares, donde se presentaban diver~
sos inconvenientes. Nos dirigimos des– pués al punto denominado la Y griega.· El señor Po±±en nos indicó la finca que es ahora del doctor Sánchez, y nos ofreció darnos agua de la máquina de aserrar, de su propiedad; pero se prescindió de e!$te punto, porque en todos los inviernos se fonna en el camino un gran charco, fuen,– te de ertfennedades. Se escogió un lugar situado mas al Nordeste, muy extenso, ele– vado y sano, en medio de dos caminos por donde entran provisiones a la ciudad. El. dueño de esta finca aseguró que había un . pozo que nunca se ha secado, y que esta– ba para abastecer de agua a numeÍ"osos ganados. Muy pronto se compró el terre– no, con el beneplácito de Sor Visitadora.
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