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bstá flslca o culturillmente en buena solud no necesitará invocarlo con frecuencia. Esto no siunifica que en la vida

de tal sociedad la expresión cultural no tratará jamás too mas de obscenidad o depravación. Por el contrario, en tales sociedades, estos temas ¡luedcn recibh' franco tra– tamiellto, como lo tuvieron en las comedias de Arist6fa· nes, la poesía de Chaucer, los dramas de Shalcespeare, algullas novelas del siglo dieciocho y muchas otras foro mas. la cuestión es clue en tales expresiones artísticas 9stos temas no son el foco principal de atracción, están

¡¡IU simpler(lente l,ara llenar la extensi6n normal de la ac· tividad y los intereses humanos. La cultura es lo sufi· cienternento sana para tomarlas con toda tranquilidad, las Incorpora y las mantiene en su sitio y slguo adelante a

asuntos más importantei. No están alll para excitar la llensualidad, están al\( porqu~ su ausencia serIa prueba

de la infidelidad del artista en completar 01 cuadro at.f!!– tico. Los súbditos de lHizabeth y del Rey James, por ejemplo, no se afligieron por las alusiones "indecentes", veían que no habfa raz6n para no ser franco acerca de todos los hechos de la vida. Tenían una visi6n que era firme y completa, y estaban interesados en temas serios, que Se hacen menos serios en la misma proporci6n en que se les suprimen cosas porque pueden incitar al per– verso o al imprudente a ,"ometer actos delictuosos. Li!

franqueza está aliada por supuesto, en cierto sentido con

la libertad, que por su parle denota m<ldurez y serlmi-

dad. ' Llegamos, pues, a la conclusión de que 111 sodedad no sentirá la necesidad de mayor censurA al menos que no esté ella misma desquiciada. La explotaci6n de los mediós culturales en propósitos que podrían ser llamados 1)\6rbidos nos muestra que existen. gentes perversas, mas también que la sociedad misma ha caldo en debilidades. (No es este el lugar para tratar el problema de cómo el estado deberfa proteger a los menores de cosas con las que aun no están capacitados pllra enfrentarso). Hay muchas ocasIones en las que la sociedad se muestra a sí misma estar en tan lamentable estado ele salud que mu– citas gentes tergiversan las cosas -vuelven las creacio· nes de la cultura hacia fines que son una forma distinta

de gratificaci6n. i:n estos casos se hace necesaria alguna restricci6n pública basada en el principio. de "salus rei publicae suprema lex est". Sin embargo, este es un pro– cedimiento deficiente; la verdadera reforma debe venir del otro extremo, con el simétrico desarrollo del indivi· duo, para que asl sea su ,propio guardián.

Nuestra sltuaci6n ell los listados Unidos se complica por una particular herel,cia hist6rlca. Todavra sufrimos de gnosis Puritana, la que actúa rechazando totalmente ciertas partes de la realidad y luego reacciona histérica– mente cuando estas partes vuelven a aparecer en formas do representación artrstíca. Al menos que pueda estable– cerSe que el Puritanismo es el consenso de nuestra cultu– ra, podemos decir que en las diversas robeliones en contra de la supresi6n PuritAnica, estamos presenciando,

no una tendencia hacia el mal, sino el esfuerzo normal elel esplritu cultural a expresarse sin tullidores obstáculos. Iill remedio it esta situación es educar I'IlIÍs a las genles para que vean la vida y el arte en sus verdaderas rela– ciones.

V

La cuestión do la Iibortad· del artista en relación a su

propia tr~dicl6n cu~tuf~1 es una ~eesPllclallnt.er.1I 811

nuestro hempo. Nmgun otro periodo ha visto tantos ejemplos de artistas en aparentemente vlo!!'nta revohi. ción, de trabajadores creativos de toda clase apartánci~~e

radicalmente de la tradición o atacando sus mlÍs enraiga_ dos supuestos. i:n poesía moderna, en pintura, en música en escultura, y en otras formas, la historia ha sido la nlis: ma: los nuevos artistas son nuevos en el sentido que implican un total alejamiento del pasado. Si la cultura moclerna ha producido algunas obras que son estética_ mente gratas {y yo soy uno de los que sostienen que las ha producido} c6100 puede explicarso 8sta genera' revuel.

ta dentro de una traina de ~óilsenso y libertad?

Aqul tiene UIIO que ,)Í'océder c:on marcada clrcuna– .pección, porque no se nos ha dado el sentar leyes a íos !,oetas, en lo que c.oncierne tarito al tema como a la for–

mil. Con todo, podemos insis.tir en que sean juzgados por 01 requerimiento de que la creación cultural debe 53tisfaeer cierlas necesidades psíquicas, las que hemos ligado arrib" <:011 el nacimiento de la cultura.

Dentro del pasado más o menos reciente la cuestión de las metas artísticas ha venido a complicarse por las circunstancias, las que lll'tistas de otras edades no han te. ,nido que encarar, al menos en urJa forma tan severa. En la mayorla d.e h~s periodos más reconocidos del arle en la historia del mundo, vemos con sufic¡"ente claridad c6.

mo el artista fue impulsado a producir en una tradici6n por un "mythos" abrumador -la historia del hombre o su creación que provefa 10$ temas básicos para sus crea– ciones. IH mundo clásico tenía su mitología; el mundo del 'slam tenía su religi6n, y nuesfra cultura halOta en fiem– pos recientes tenía la historia Cristiana de la vida del hombre sobre la tierra y 'a escatología Cristiana. Esta era Un símbolo constructivo que daba al artista s!' punto de parlida y una resoluci6n de sus valores, aun cuandCl esto último fuese 601amente implícito.

Es un error suponer, como algunos aparentemente suponen, que todos los artistas modernos, que han om– pleado formas altamente novedosas, se han rebelado por el mero 'Placer de rebelarse. La verdad es que se han rebelado contra algunos de los productos de nuestra ci. vilización. El siglo pasado ha visto tal aumento en la 'edu– caclón pública, COIl el concomitante énfasis en la periferia, tal expansión de la imprenta, tanta barata reproducción

y tal crecimiento de 105 medios de comunicacl6n, que ha llegado a introducirse en nuestra culfura UII factor de vulgaridad que toca muchas cosas y que trabaja podero· samente cOlltra la disciplina del respeto. I.a dominante tendencia del periodismo y el arte popular ha sido en direccl6n de ID liviano. Sin embargo, la verdadera cultu· ra y el arte no puede florecer al menos que las gentes crean que en la vida hay algunos problelnas que son tras· cendentales. la ola de lo trivial ha sido arrolladora, y

parece imposible que los artistas se ,puedan oponer a la inundaci6n de sus propios canales, esto es, luchar con los mismos medios que lo han engolfado. Parece Igual· mente ímposible oponerse cantando los viejos valores, !'ues eso sería sortilegio. Nadie poarla escribir hoy una exitosa tragedia Shalc8speriana porque nuestrll edad no tiene el sentido de la trágica ambivalencia del hombre. Nadie podría producir bay un "Paraíso Perdido" porque 01 paradigma sobre el que este canto épico descansa ya no existe en las mentes de 105 hombres. Esta es la módu·

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