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« Previous Page Table of Contents Next Page »existen suficientes razones para asegurar que todas las culturas son, necesariamente, regionales.
No podremos oponernos a sus intentos sin una como pleta comprensión de la naturaleza esencial de la cultu– ra. Por esta razón, vuelvo al punto que la cultura tiene 'fue retener un alto grado de integridad para poder so– brevivir, y para poder mantener esa integridad tiene que practica¡' el principio de exclusividad. Una cultura nace como expresión de un tiempo y un lugar y de una moda– I'dad que e1ice implicitamente: "Sostenemos estos va– lores". Son estas particularidades las que le dan su carácter, y es cuestión de naturaleza que el carácter y la integridad vayan juntos. Una cultura es como una crea– ción orgánica en que su constitución misma no puede to– lerar más que cierta cantidad de lo que le es extraño. Ciertos valol'es foráneos pueden ser asimilados a través de transformación o reforma, pero, fundamentalmente, al menos que una cultura pueda mantener su propio dere– cho a sus p¡'opias escogencias -sus propias filias y fo– bias- dejará de existir. Será simplemente suprimida, o bien la cesación puede tomar la forma de una caida den– tro del eclecticismo, cosmopolitismo, Alejandrianismo, o esas modalidades alimentadas ,por la política que han si· do una emergencia de nuestro tiempo -condiciones to– das que son incapaces de una profunda creación cultural. Para la libertad de las culturas como un todo, deben respetarse dos derechos: el derecho al plurl!;lismo cul– tural donde se han desarrollado diversas culturas, y el rlerecho a la autonomía cultural en el desarrollo de una sola cultura. En una palabra, la libertad cultural en este plano comienza con el reconocimiento del derecho de una cultura a ser ella misma. ·Este es un principio que se deduce de la naturaleza de la cultura y no de la natura– leza del estado. La cultura crece por raíces mucho más duraderas que aquellas del estado político. También ofrece satisfllcciones más íntimas que las del estlldo po– lítico; por lo tanto, es erróneG forzarla a acatar absh'ac– dones políticlls; el hecho mismo que no ha querido tlbsorber esas abstracciones es prueba de que le son ex– trañilS. la cultura emerge de terrenos dimáticos, geográ· ficos, ecoló~Jicos, raciales, religiosos y Iinguísticos; un estado puede tratar con todos esos factores, pero no lo hace en el nivel en que ellos entran en la elCipresión cul– tural. Hay razón para decir que la política de un estado hacia la cultura o culturas dentro de él, debería ser la <.lel "laisser faire", excepto en aquellos puntos donde las colisiones sean tan severas que peligren la mínima pre·
servación del orden con la que el estado está compro– metido.
Abstracción en la forma del dictado político es el gran enemigo de lo que debe desarrollarse fisiognómica– mente. la libertad cultural está en grave peligro hoy porque mucho de nuestra vida en las recientes décadas ha sido influenciada por la política. No necesitamos preo– cuparnos con la represión que fue practicada en la Ale– mania Nacional Socialista y con lo que está siendo practicado hoy en la Rusia Soviética. Conocemos estas formas Ipor lo que son, forma y figura de esos regímenes, y el alegato contra ellas es el mismo alegato en conlra de esos regímenes. Es muy distinto con gobiernos que son populares y libres, pero que permiten sanción políti– ca a presiones creadas en contra de tipos de expresión cultural. Algunas veces no hallamos fácil, el' estos casos,
distinguir entre sociedad y gobierno, mas estamos claros en cuanto a la dirección de las presiones. Se mueve a condenar en campos que son a la vez sociales y políticos y su deseo es por la uniformidad, standardización, con: solidación y todas las otras características del Gleichschal. tung, en cuanto Se inclina a proteger de la crítica y aUn de la descripción realista algo acerca de lo cual el pueblo
I~a lI~gado ~ excitarse polít~cameÍ'lte. ~9.{f1stra expe. mmcla Amencana, estas presIones han s.CtJlJeneralmente sociales, mas en ocasiones han sido suficientes para ma. nipular organismos oficiales locales, tales como corpora: ciones municipales y legislaturas, para actuar a su antojo. Sin embargo, tales ocurrencias han sido ocasionales más que sistemáticas, mas si se les permitiera acaecer con mucha frecuencia, podrían llegar a sentar un precedente. Una tendencia corriente que sirve de alivio a este peligro es la práctica de condenar ciertos libros porque pintan un cuadro poco halagüeño o aplican términos pe– yorativos a grupos de minorías. Grupos étnicos han sido especialmente militantes contra esta clase de expresio. nes, y hasta ese libro clásico de la literatura Americana, "Huclcleberry Finn" ha sido combatido y físicamente reti– rado de la circulación en algunos lugares porque el autor aplicaba al Negro un apelativo particular usado en su tiempo. Mas el principio, si fuese aceptado, podría ser invocaclo por cualquier minoría cuya sensibilidad fuese herida o que sencillamente fuese social o políticamente ambiciosa. Aplicado en su forma extrema podría reque. rir de nosotros que retiraramos 105 Diarios de Boswell de nuestros anaqueles por las frases dE;ltraetoras del doctor Johnson acerca de los Escoceses y Americanos.
Espero qlie no haya necesidad de argüir que sería culturalmente fatal considerar a cualquier grupo o indivi– duo como que está por sobre toda intuición artística o valoración crítica. Considero esto un ejem,plo de fanatis– mo politico invadiendo el reino de la cultura; porque el papel principal de la cultura no es lloner en vigor las lé· yes específicas del estado o fortalecer ideologías políticas que hayan ganado ascendencia temporal. En estos casos es como si se le pidiera .que se sometiera a un dC!smático igualitarismo. La verdad que debe reconocerse es que lci misión cultural es la de simbolizar la reálidad tal como se refleja en las actitudes de los hombres y no puede haber un dictado a priori para lisonjear o deprimir. Produccio– nes que hagan lo uno o lo otro deben provenir de ,pero cepciones y sentimientos francos, que sean en el tiempo la expresión de un consenso. Un artista puede usar como tema actitudes del pasado, del presente, o del futuro. Existen, y espero que siempre han de existir, nume– rosos grupos de minorías de distintas clases. Inevitable– mente serán objeto de diversas actitudes y las actitudes mismas sufrirán cambios. Cualquiera que Sea el nivel de la expresión, cualquier semejante restricción impediría el esfuerzo artístico de la posibilidad de hacer aquello que estaba supuesto a hacer y la sifuClción sería mucho peor si la minoría fuese permitida a dictar la norlna. Por fin, es absolutamente im?osible permitir la censura de una obra de cultura por motivo de presentar un tema en forma menos atractiva ele lo que uno deseara, El derecho de crear libremente es una prerrogativa inherente de la cultura; las correcciones tendrán que dejarse a cambios de actitud, al mejoramiento del gusto, a la suplementación -o el mejoramiento del arte. El principio es simple: un
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