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« Previous Page Table of Contents Next Page »BIOGRAF'IAS DON PABLO HURTADO, MAESTRO
En Nicaragua, uno de los más nobles ap6stoles del más noble de los apostolados, fue Don Pablo Hurtado, maestro de muchas generaciones, autor de textos escola– res, escritor de atildado estilo y también hombre de em– presas. Desde luego, la más luciente de sus facetas era la de educador y así, como tal, su nombre será venerado por los nicaragüenses que tuvimos el privilegio de cono– cerlo y de gozar su afable trato. Justo es trasmitir a las generaciones del futuro una reseña del hombre y su obra, ya que en nuestro medio resulta dificil guardar memoria de los preclaros varones que en campos ajenos a las acti– vidades militares y políticas, consagraron su vida sin va· nos alardes a la misericordiosa obra de enseñar al que no sabe, por muy evidentes y opimos que hayan sido los frutos de su 'abór.
Esta obra, CIEN VALORES HUMANOS DE CENTRO– AMERICA y PANAMA, llamada a exaltar y perpetuar el recuerdo de otros tantos ilustres personajes de los seis pe– queños países del Istmo, constituye un verdadero galar– d6n ,para la ODECA y su Comité de Acción Permanente del Consejo Cultural y Educativo; ella, -la obra citada-, redimirá o salvará del olvido a quienes por muchos títu– los son acreedores al perpetuo reconocimiento de sus conciudadanos de la Patria Grallde y dignos también de ser presentados ante el mundo como exponentes desta– cados, orgullo del suelo nativo, en los campos de la Cien· cia, la Literatura, las Artes y la Educación.
Como maestro sobresaliente, aunque la Educací6n haYa sido necesariamente su especialidad, Don Pablo Hurtado se distingui6 también en actividades científicas, literarias Y artísticas, pues a ellas lo condujeron los estu· dios y ejercicios que nunca descuidó; tal tiene que ser el caso siempre que se trate de un maestro de juventudes, como él, sin duda alguna, por muchos años lo fue.
Hay asimismo un aspecto más 81i la frayectoria de mi biografiado, que no sería justo pasarlo por alto: su honorabilidad. Don Pablo Hurtado; en la escuela, en la sociedad, en sus empresas y dondequiera que le to~6 in– tervenir, hizo del honor y de la integridad una devoci6n y una enseña que mantuvo siempre muy en alto. Su vida hogareña, ejemplar; su palabra, prenda segura¡ el cum· plimiento de sus compromisos de empresario, escrupulo– so. Maestro consciente del imponderable valor del ejemplo, lo dio constantemente en oro de veinticuatro quilates, como la mejor de sus lecciones.
Naci6 Don Pablo en San Pedro L6vago, pequeña villa chontaleña, el 25 de enero de 1853, hijo del honorable matrimonio de don Miguel Jer6nimo Hurtado y doña Ma-
rla Gago, quienes constituian un hogar que gozaba de modesta prosperidad y del unánime respeto de los veci. nos. San Pedro Lóvago era en aquellos tiempos una ,po. blaci6n aislada, de difícil acceso y contilba con unos cuatro mil habitantes, en su mayoría gente dedicada a labores agrícolas y también, en pequeña escala, a la ga. nadería. Era un inedio rural, de bucólica paz¡ don Miguel Jerónimo cultivaba tierras poco extensas, de su propie. dad¡ doña María atendía con soli.:'tud las tareas domés– ticas propias de una señora de su condición y posibilida. des.
En este medio, frugal y sencillo, se deslizaron los años de la primera infancia del futuro gran maestro y es de presumirse que la sobriedad y llaneza que fueron ca. racterísticas de sus años maduros, obedecían a 105 hábitos adquiridos durante los tempranos días de su vida en el hogar paterno, cuando "recibe el corazón las impresiones como la cera el toque de las manos".
Desafortulladamente, don Miguel Jerónimo falleció cuando su hijo Pablo contaba solamente ocho años de edad. Es 16gico suponer que la familia Hurtado-Gago su· fri6 serios quebrantos al faltar 01 padre¡ sin embargo, doña María, como otras tantas mujeres en su caso, sacan· do fuerzas de flaqueza, continuó, -como Dios le ayuda– ba-, haciendo frente a la tarea de crear y educar a sus hijos, que eran cuatro: Antonio, José, Pablo y Ligia, única mujer. También es de presumirse que 105 varoncitos, co– mo tantos otros hijos de viuda en las comunidades rura– les nicaragüenses, encontrarían la manera de ayudar a su madre en las labores domésticas y aun en las tareas de
la finca, donde "concierlos", meseros y o.tros cargos del mismo tipo, son desempeñados por menores.
Unos años después, la situación se habla normaliza– do¡ Pablo y sus hermanos salían de la infancia y sentían ya fuerzas para auxiliar más efectivamente a la buena mamá en el cuido de los intereses de la familia¡ tenía Pablo Hurtado Gago catorce años¡ podía empexar
él soñar que pronto sería un hombre, todo un hombre capaz de echar sobre sus robustos hombros, -noble ambición de todo buen hijo-, su parle de responsabilidad en la bien. andanza hogareña, ,para solaz y descanso de la venerada mamá. Mas el destino artero le preparaba el golpe de la total orfandad: una tremenda epidemia azotó la peqceña población de San Pedro Lóvago; de los chicos de doña Ma· ría, José fue la primera vietima¡ días después, la propia señora y Antonio cayeron también, alcanzados por el mis– mo mal y ambos murieron casi simultáneamente. Pablo salió incólume¡ los designios de la Providencia le reser· vaban elevados destinos. Ligia, aunque enfermó grave-
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