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del castillo lo cual por fuerza terminó de en– friar al recalentado a.dorador¡ lueguito le sa– có la lengua, le hizo chirringuindica, y tiró la mirada al camino en donde calumbró a Ma– teo. Vcilvióse presta al galán, bajó la escala hecha más para monos que para gente, la puso en su lugar, le señaló con la boca un ¡:lsiento al viSila.nte y desguindándose rápida, exclamó asotada:

-Ya viene Mateyo con los muchachos; tené formalidá.

-Bueno, vaya loparlo; tengo que ha– blarle del ajuste qu~ vamos a entregar el sábado.

Cosme se dirigió al encuentro del que lle– gaba y cuando ya estaba cerca, exclamó: -De dÓnde te la traés, compañeró? -,-Del chagüiie, hombré; áY hace rafa que esfás aquí?

-De c\.1anto ayeifo.

-y ya te balaste el piqui±o de la ronda'? ........Qué años, hombr~ r a eso vine para de-cirte que ya la remedí ~on el mandador.

_.-Y cuántas varas dio por todas'? -Doscientas sesenta.

-Esas son; ni un iuco más ni un tuco me-

~'los, según me 10 ha dicho mi bordón.

-Qué guineya más guaguaste la que aiutiás! •

-De rechupefe; pero vamos a la posada qUe ~sle diantre peSéi como un burro.

, Los dos hombres platicaban en medio del camino real de la HaCienda; como todo indi– viduo que la teme, Cosme juzgó prudente lar– garse de allí no más a su vivietl.da y enlonces contestó:

-",/0 vine a contarte solamente 10 de la remedida, y como lengo que ir hasta Las Me– sas y ya es tarde, me desgarito aquí no más.

~~Pues no te detengo, porque en ir y vol– ver te va a coger la noche.

-Hasia mañana eIf Chayoiépe, pues. -Hasia mañana C;:osmé, a las seis, yo voy a oscuriar bastante.

Se dierop las manos, Cosme tomó Adua– na abajo y Mateo agarró el caminifo de su patio casa adentro.

L¡;¡, Luz salió al alero a recibir a su esposo y ayudándole a bajar la guinea, murmuró: ...-Qué bien criada! ]0 menos que tiene son sus treinia manos de guineyos.

-,Así lo creyo yo, niñá; y el tiste? -Ya te 10 tengo batido.

-Pues échalo para acá, que la barriga la traigo en tronazones.

-Cuidado te vas a rnaluquiar, mejor es– perá un tiempito para h:agártelo.

-'Niñá, ±enés ,razón; Juancito y la Ramo– na vienen pegados al poste con dos cabezas de plátanos cada u~o.

-Pobrecitos, pero cuando la timba Hora, los plénagos la cOntentan; así es que voy asarles unos cuantos para suavisarles la atu– teada.

IV

Una hará después todos estaban meren-

dados y cada quien buscaba según sus deseos la manera de volver útil para su capote el resto del día, los muchachos comían cañas Mateo descansaba en el chinchorro de rnaja~

gua y la Rodanta le daba vueltas y más Vuel_ tas a la jupa viendo como arreglaba la ca-rambada de Cosme. .

De pronto una chispa de maldad brilló en sus ojos chiribiscos y guapos y como si hUbie_ re dado con la clave precisa para no volverse a amolar más en la vida, saltó del taburete viejo en que monolagaba mentalmente y Se dirigió a una cumbita prieta y sucia que tenía colgada de una de las varillas que forman. la pared ¡ buscó y rebuscó en el fondo hasta qUe sacó un huesito que miró con cierta alegría arregló luego los otros chunchitos colgó nue~

vamente el traste y con el fuquito de hueso dándole vueltas se fue para el molendero, lo raspó, echó el polvo en una jícara de agua, lo dejó remojando y después dijo entre dientes: -Le doblaré la dosis y de aquí a maña– na que le haga efedo, le haré creer que Cos– me quiere que me vaya a servirle a su posada

y el grandísimo d undeco se tragará el anzue– lo; después a Cosm.e le meteré el arpón y por uno, tendré dos hombres.

Al amanecer del siguiente día cuando Ca– lero pasó rumbo a la Hacienda por la choza de Hernández ya éste se había ido, la mujer salió a recibirlo y después de saludarlo, co– mentó indiferente:

-Te cogió la farde, Coslué, y quizá por esperar que te llevaran el tiste de donda Gayo Garda.

-Hay algo de eso, que decís, pero 10

cierío es qUe pasé la noche con los ojos pe– lados por estar pensando en vos.

-y lo piar es que dejarías de pelarlos con sólo que te hicieras cargo de yo.

-Ya estoy resuelto a llevarte, aunque tenga que venderle el pellejo al diablo.

-y para qué se lo vas a vender.

-Pues paré!., .. no hablemos mas, aliñá tu

tigra y unos pocos peleros que por la tarde :te gritaré en el llano para que me sigás.

-No hay para qué, tengo un pl<;ln que ni el Cabo Chamorro lo hubiera hecho.

-Un plan? haber échalo para casita, que corno demonio eres el mesmo Malo.

-Le vaya' decir a Ma±eyo que me bus– caste de molendera para cuidarte la casa y la jolotada que tenés y que sólo los domingos veüdré a dormir a la posada.

-y te dejará ir'? será tan papo Mateyo'? -'-Segudto, lo vas a ver I andate que yo voy arregla1' "la cosa, pero antes de irie si querés te' tOluas un tiste que iba a bebt;lrme yo, para que no vayas tan en ayunas.

-Echátelo para el'npinarlo, que me ser-virá de muncho. -

y sin decir una palabra más La Luz le pa– só el tiste a Cosme batido con el resto del agua que estaba en la jícara en donde había echado la raspadura del hueso, el viajero lo apuró en' un raflá, se despidió y a troÍe largo

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