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« Previous Page Table of Contents Next Page »A mediados de 1923 reCibi un radiograma de don Diego pidiéndome que fuera a Nicaragua a la mayor breo vedad. Yo sali de New York para Managua al tercer día. En Nicaragua el Presidente me dio cita para las nueve de la noche y me advirtió que estaría eompletamente solo por tratarse de materia reserv,.da. llegué
él la hora fijada y dOr! Diego me dijo que ha· bía recibido mis informaciones sobre el descubrimiento de la Insulina; que su enfermedlld' estaba muy avanzadJt, al grado que ya olvidaba fácilmente de lo que estaba hablando, etc., etc.; que estaba sacrificando su vida por el Partido, pues si él depositaba la Présidencia, se anar– quizaría por la lucha interna y la determinación del grupo que quería sacar adelante la cáiididatura de don Martín Benard, costara lo que costara. Le repliqué que lo mejor era actuar dentro de la ley, llamando a don Bartolomé Marlínez y al General Chamorro para que gobernaran de acuerdo, mientras él iba al Canadá en busca de la Insu· Iina. Me dijo don Diego que esa era la dificultad, pues
iJ don Bartolamé lo hablan tratado muy mal los de su Gobierno y, :por último, que don Salvador Chamarra ha- • bía llegado al abuso de e3crib.rle una carta solicitándole la renuncia de la Vic:epresidencia, como si no hubiera si· do electo por el pueblo para éje alto' cargo.
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Yo ignoraba eSa situación estando lejos, como es– taba, de Nicaragua, pero por mi amistad con don Barto· lomé y conociendo la alteza de miras del mIsmo, le . propuse "amarlo para tratar ,'de explicarle y arreglar la situación.
Don Bartolomó correspondió a mi llamado y llegó al teICer día a Ma/lagUll y m"
dijo que también él había sido postulado por su Partido; el Conservador, y que esas pequeñeces políticas no iban a hacerlo variar en sus de– terminaciones y antigua filiaci6n. Como el mismo don Bartolomé estaba amenazado de diábetes le pareció me· jor ir a hacerse un chequeo a los Estados Unidos y venirse de allá en compañía del General Chamorro jpara que don Diego pudiera, 11 su vez, ir al Canadá. Políticamente, lo único que pedía es que fuera nombrado un amigo suyo Jefe Político de Matagalpa, para que sus amigos no cre– yeran que los abandonaba. '.
Don Diego aceptó complacida y en nuestra presen· cia telefoneó al doclor Rosendo Chamarra, Ministra de Gobernllción, dándole instrucciones y quedamos que al siguíente día a las ocho de la mañana iríamos a ver al doctor Chamarra para que hiciera el nombramiento de Jefe P~lítico. Llegamos a la hora convenida y el doclor Chamorro nos dijo que había tratado el asunto con don Diego y que el nombramiento de Jefe Político de Mata· galpa se haría tan pronto como el señor Martínez saliera para los Estados Unidos.
Se decía ya en los corrillos que algo se estaba tra· mando para impedir que don Bartolomé recibiera la Presidencia, caso faltara don Díego. Algo fatal se escon– día en las sombras ...
Lo único que hizo don Diego fue recomendarme que pusiera al tanto al General Chamarra en Washington de la verdadera situación y le pidiera que cuanto antes se
víniera a Nicaragua para solucionarla. Al siguiente día de haber regresado a New York, fui expresamente a la Capital para poner al General Chamarra al tanto de todo
y comunicarle' er llamado de don Diego. El General me dijo que tenía algunos asuntos que arreglar, pero que en
dos semanas podría salir para Nicaragua, lo que no hizo esperando, según dice en su Autobiografía, conocer la opinión de sus amigos, que no eran los de camisa sino los de frac. Estas conspira ron para no entregar la Presi· dencia a don Bartolomé y como de costumbre fueron a pedir la venia del señor Ministro americano, quien en esta ocasión encontró acordes los interases de su país con la paz y el orden en Nicaragua y les aconsejó cumplir con lo, estatuido por la Constituci6n y dejar que don Bartolomé asumiera la Presidencia, como le correspondía.
Don Diego había muerto en medio de la consterna· ción del país.
Ya habiendo tomado posesión, el Presidente Martí· nez declaró que no cambiaría Gabinete y esperaría la lIe· gada a Managua de su amigo el General Chamarra para hacerlo de acuerdo con él.
El General llegó a San Juan del Sur en el crucero de guerra norteamericano Raleigh, y en vez de salir inme' diatamente para Managua se quedó un día en el puerto. Mientras, una comisi6n de Granada, encabezada por el doctor Juan José Martínez, visitó a don Bartolomé y le ofreció su apoyo ,para que se reeligiera, ... y faltaba un año para la elección! ~a misma tesis corruptora y anti· conservadora usada antes.
Al fin el General Chamorro lIeg6 a Managua y el Presidente Martínez estuvo a recibirlo en la casa donde se hospedó y tuvo su primera conferencia con él, reiterán– dole su promesil de seguir una polltica en todo de acuer– do con su jefe y amigo.
Parece que el General no comprendió que eso no significaba una absoluta sujeción a su crJtério en cuestio· nes de intereses personales, sino una colaboración since· ra para volver a unir al Partido. Es evidente que don Bartolomé no iba a abandonar ni destituir a sus propios amigos y s610 firmar las nombramientos del General, aun· que sin embargo, h/1sta cierto punto, accedió en algunos casos. Yo recibí un radiograllla de don Max Borgen, buen amigo e íntimo del General Chamarra, diciéndome que no me moviera de New York porque pasaría
B Wash· ington. Lo que yo interpreté en lo que significaba: el General Chamarra no deseaba que yo llegara a Managua en esos momentos y como don Barfolomé no me había di– cho nada y mi hermano Perfecto habla sido de los prime. ros removidos de la Subsecretaría del Ministerio de Go· bernaci6n que ocupaba, me quedé en New York, pues al buen entendedor una señal le basta.
Pocos días.despuós recibí un radiograma firmado por Chamorro, ;lepeda y otros connotados conservadores en el que me pedían que yo fUera al Departamento de Estado a preguntar en nombre del Partido Conservador si les pa· recia correcto que don Barlolomé fuera REELECTO para el próximo período.
Es claro que el General Chamarra y don Adolfo Díaz: sabían por propia experiencia que el Depllrtamento de Estado tenía opinión contraria a la pregunta y que era una majadería hacerla sabiendo que la Constitución prohi. be terminantemente la REELECC/ON. Además, no era yo quien iría a haterla. Don Manuel Zavala, conservador de abolengo y Secretario de la Legación de Nicaragua era el apropiado para esa comisión y quien tenía los entronques para obrar discretamente.
Decidí escribir directamente a don Bartolomé y darle mi franca opinión de que lo estaban engañando misera'
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