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« Previous Page Table of Contents Next Page »t risotadas sus procedimientos. El "Senador $mith, de
en re I C .• , d I S d t ' Ut h miembro de a omlSlon e ena o, comen o que I a ~cedido le recordaba una novela de Dickens, creo que
~Ii~er Twist, en la que un grupo de foragidos había d · strado a un niño delgaducho a desgonzarse y pene·
a le I dI' t por los estrechos traga uces e as casas ,para qUitar I
rar
trancas de las puertas y abrirlas al saqueo de la pan·
eÍi~la. Oliver Twist: Adolfo Díaz. Y desgraciadamente h y muchos que le disputan a don Adolfo sus habilida– d:s de Oliver Twist para conseguir las migajas de
Sl,lS
amos,
. De allí la inutilidad de pactos que no lleven como base la unificación de conciencias y propósitos del pue– blo nicaragüense, de ser sobre todo y cueste lo que cueste, "Ios arquitectos de nuestro propio destino", Es claro que en el Partido Liberal había multitud de 'óvenes que no aprobaban la politica de sus cobardes di· I'gentes y todavía el 24 de diciembre, cuando sólo falta–
~an seis días para que don Diego tomara posesión, hub.o una confll!'encia privada de líderes liberales occidentales en mi casi! de Managua, en la que don Diego manifestó que sus; pro.puestas quedaban vigentes hasta quince días después de su toma de posesión; les hizo ver que ya na– da tendrían que darle a él, sino la oportunidad de con· seguir la unificación de conciencia como nicaragüenses, sobre todas las cosas. La segunda conferencia ya no se llevó 8 cabo, porque enterado el General Moncada los amenazó con aenunciarlos ante el pueblo por sus tratos privados y les aseguró que el Ministro Americano, olra vez le había repetido su promesa de que don Diego no sería reconociao. iPor segunda vez obedecían, sin dis– cutir, la sugestión del Ministro!
Don Diego inauguró su administración, siempre fir· me en su propósito de buscar la convivencia satisfactoria de los nicaragüenses alrededor de la bandera azul y
blanca. Pero otros esperaban en las sombras ... En las últimas tres semanas de Diciembre, las relaciones entre don Diego y el Presidente Chamorra se habían enfriado, porque éste pretendía organizar el nue· vo Gabinete sin atender a los compromisos contraído$ por don Diego con los varios grupos conservadores que se habían sumado para unificar DI Partido. Yo hube de servir, varias veces, de correveidile entre ambos jefes. H\lbo de ceder don Diego en algunos puntos, siguiendo el consejo de San Pablo de que "ceda el hombre de su derecho con tal de tener paz".
Tomó posesión don Diego de la Presidencia y tres días después organizó su Gabinete con elementos repre– sentativos de todo el Partido. Mas enseguida sucedió lo inverosímil, lo inexplicable, y que v.enía a destruir la base ideológica del nuevo Gobierno. El diario El Heraldo, órgano del Partido Conservador, pagado y controlado
po~ la Directiva presidida por el General Chamorro, abrió fUriosa campaña contra el nuevo Gobierno de don Diego y con!ra varios de los elementos que habían sido sus más entUSIastas sostenedores, y tratando de destruir lo que tanto había costado conseguir: la integración total del Partido Conservador en el Poder. . ','
. . Como miembro de la Directiva y agoladas mis ges– hones privadas, hube de enviar a la 'Secretaría de la Dj.
rectiv~, a cargo de d~n Carlos Báez, una nota solicitando una sesión de la mencionada Directiva con el fin de po. ner coto a tan descabellada conducta. Días después recio
bí contestación del señor Báez, diciendo que había trasladado mi solicitud al Presidente de la Directiva, Ge· neral Chamorro, y que éste había contestado que para hacer la convocatoria se esperara a que el General, -que estaba en los Estados Unidos-, hiciera el viaje a Mana. gua para disponer lo conveniente. Esta terminante con· testación evidenciaba que la campaña de El Heraldo era aprobada y sustentada por el General Chamorro, y no quedaba más que el hondo desconsuelo de, ver la des hucción deliberada de un plan patriótico de Gobierno 'bajo los auspicios del Partido Conservador, unificado con tal fin. Y considerar que aquellos despechados e incon· formes por motivos purainente personales, estaban capi– taneados y protegidos por el Presidente de la Directiva, que co!, esa conducta demostraba su complicidad con los que esperaban en las sombras. Le aconsejaría el Ministro Americano al Generai Chamorro que matara la unidad de su Partido con su propia ponzoña? "Divide et impera" ... Don Diego me había propuesto que aceptara un Ministerio, especialrnente el de Gobernación, para ase· gurar la estructuración dj!1 plan de Gobierno de concilia– ción nacional proyectado, pero yo estaba convencido de que los múltiples errores cometidos anteriormente, sobre todo en asuntos económicos, se debían a la falta de pre· paración de nuestros Directivos, y yo, que desde la Cá– mara de Diputados había echado sobre mis hombros la pelea contra nuestros explotadores extranjeros, adueña– dos de todos nuestros recursps, sentía la honda necesidad de ir a los Estados Unidos a estudiar el por qué de nues– tras vergonzosas desgracias en ese campo. Me había empeñado en leer varios libros al respecto y sobre todo, estudié detenidamente la famosa obra: The American Commonwealth, de Lore! .Brice, la que me enseñó muchí· simo respecto al pueblo americano, sus virtudes y sus defectos y las fuerzas ocultas que aprovechaban para sus egoístas depredaciones, la grandeza de aquella gran na– ción. Así fue que pedí a don Diego que me relevara del Ministerio ofrecido y me diera el Consulado de Nueva York.
Como el General Fernando Elizondo, que lo desem– peñaba, era persona de toda consideración para don Diego y para mí, conseguí con el Presidente Chamorro que no nonlbrara Cónsul en Hamburgo a mi hermano Fraroci$co, como se proyectaba, a fin de que al hacerse mi nombl'amiento, para el de New York el amigo EJjzondo fuera trasladado a Hamburgo. Y yo salí para los Estados Unidos a estudiar y aprender. Pocos meses antes el Ge– neral Chamorro había marchado a Washington como Ministro de Nicaragua.
En cuanto pude avanzar en mi inglés, me matriculé en la Escuela de la Universidad de New York, sita en el distrito financiero de la ciudad, y además, tomé un curso por correspondencia en el Instituto Harnilton que dirigía el doclor Jenks, representante del Departamento de Esta· do en las Juntas Directivas del Banco Nacional y' del Fe· rrocarril del Pacífico. Yo no formaba parte de esas Diredivas y mis primeros trabajos fueron los de hacer del Consulado una oficina de información y propaganda. Que esta breve digresión de mi propósito de expo– nel' las causaS de la caída y pérdida del poder por el Partido, Conservador, sirva sólo como estímulo ,para' que la nueva generación se prepare debidamente para la lu– cha que nunca termina por nUestra querida Patria.
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