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« Previous Page Table of Contents Next Page »sus dirigente$ a sus principios báskos. Unas veces por 'incapacidad moral y otras por codi¿iil de poder y saber· bia, perturbadoras de todo recto pensar y obrar, Por eso cayó en el 93 y trajo como cOllsecuencia los dieciséis años de la tiranía de Zelaya que los conservadores apa· drinaron por puro localismo. (Recomiendo a la nueva generación cQnservadora la lectura cuidadosa del Diario Intimo de don Enrique Guzmán y allí verá la mezquindad de los directivos conservadores y de su fracaso del 93). Por esas mismas causas, más laíngerencia extranjera en nuestros asuntos internos, perdió el poder en 1925/1926. Los dirigentes conservadores perdieron la facultad de pensar y lo poco de inteligencia que les quedaba lo gas– taron en estar adivinando los deseos del poder interven– tor, sin discutirlos siquiera, para caer en un sometimiento de voluntades y completo abandono de la vergüenza y virtudes de la masculinidad. Debo usar este lenguaje, quizás hasta rudo, para que la juventud sepa que no es cierlo que nuestras penas fueran inevitables, porque fue– ron también los Conservadores "mengalos" los que en· tregamos a Nicaragua libre de todo compromiso con los explotadores extranjeros, recuperadas todas las propie– dades nacionales y de pie la República ante la pretensión de dic;tarnos "a quién debía el ignorante pueblo nicara– güense a,prender a elegir como buenos", según el decir de Roosevelt, el cazador de fieras y de pueblos.
Mi General Emiliano Cha!rtorro, en su Autobiogra– fía, habla de un portentoso tell:¡grama mío a doña Cara de Benard que diz causó la renuncia de don Martín a la Vicepresidencia en la candidatyra con don Diego, y alri· buye a esta falta de aceptaci~~ de don Martín todos los males que ha sufrido el Partido en los últimos treinta y pico de años bajo la dirección política del General Chao morro. Acusa ligereza y falta de base atribuir a un tele– grama, -que el General no vio nunca, sino que fercera persona le dijo conocer-, semejante importallCia. Y es extraño que el General, durante más de treinta años no haya ,podido cerciorarse y haber preguntado a la misma doña Cora la verdad del cuento.
Los Tijerino!> y la mayoría de la Directiva del Partido en aquel entonces, nunca aprobaron los devaneos re– eleccionistas del General Chanlono ni nos opusimos a la candidatura de don Martín. Simplemente creímos enton– ces y seguimos creyendo aún, que don Diego Manuel Chamorro tenía ejecutorias 'i mayores capacidades para la Presidencia que don Martín, sin quitarle a éste sus propios méritos.
Don Martín no aceptó la Vicepresidencia, y lo dijo claramente su suegro don Manuel Lacayo, porque creía lo contrario, y si no se prestó para andar de la Ceca a la Meca con mi General en las propagandas, fue porque a pesar de su gran afecto por el General fue hombre sufi– ciente ,para no prestarse a ser un Presidente pelele para fines ulteriores que no era'; conformes a los principios fundamentales del PilTtido Consel'vador. Don Marlín no creyó que el hecho de que el General, como dice en su Autobiografía, le pusiera el dedo en la mollera y dijera al pueblo: "Este es el hombre que he escogido para que me guarde el taburete presidencial", fuera una postura cómoda para quien sabe lo que vale.
La candidatura de don Diego era muy superior, en el coruón del Partido, para que el dedo de mi General
pudie~a hacer a un lado sus méritos propios. Podemos
decir q",e si ahora hay una pléyade de jóvenes conserva– dores que por su cultura, decisión y valor asegul'an la supervivericia del Partido Conservador, es ,por obra de la previsión como estadista de don Diego Manuel Cha– marra.
Al terminal' el período presidencial del General Chamorro, el Partido Conservador estabil más que dis– perso. De las luchas internas quedaba un sedimento de resentimientos y desilusiones. Primero, la élite granadi– na perdió a Nandaime de donde salían los mejores sol– dados, con Mena como caudillo. Pocos años después, los hcróicos guerrilleros del Mombacho, ya no peleaban co– mo conservadores sino como liberales. los amigos elel doctor Cuadra Pasos, una de las cabezas de intelectuali·
dad, estaban apartados. Los pininos reelecdo.nistas del General habían creado como reacción en su contra el fuerte núcleo Co~~ti~uciónalista de Managua que ,'e– conocia como jefe <11 General Feri¡ando Solórzano. la candidatura de don Diego logró unificar al Partido, aco– modando diestramente a los varios grupos en un todo: el viejo Partido Conservador. Y además, abría horizon– tes para una nueva organización en la que los "conser. vadores mengalos" con el "índito de Wíwililí" a la cabeza, pudimos sentarnos a la mesa sin tener que alqui. lar frac a la Sastrería Morales, de Granada, ampliando asi la base popular de la pirámide.
La nueva administración tenia la tarea: al De ase· gurar el fiel ,pago de capital e intereses del Plan Lansilig, en el ctlal se estipulaba que si la República tIa pagabol hasta el último centavo en la fecha fijada, los prestamis. tas de don Adolfo podrían vender en subas!a privada las acciones del Ferrocarril del Pacífico de Nicaragua, pigno. radas en garantía. b) Preparar al país para la retirllda de las fuerzas de ocupación extranjeras, creando un clima de convivencia política de los Partidos sobre la base de un programa de proyecciones patrióticas, 110 de simple repartidón de ,puestos públicos, que hiciera imposible el retorno de los Marinos y sus consecuencias. cl Conti– nuar la obra de la liberación de la "política del dólar" a que estábamos sometidos aún.
Implicaba todo esto una labor hábil y lenta para crear una condencia en los pueblos, de intensa naciona· Iidad, por sobre los devaneos partidistas. Es decir, tirar al camino las muletas y hacernos "los arquilectos de nues– tro propio destino".
Unificado el Partido Conservador se arreglaron (as conferencias con la Coalición presidida por el señor José Esteban González, conferencias que marcharon perfecta– mente hasta un día en que la Oposición pidió suspender las pláticas, y los Delegados, doctores Gonzalo Pérez
Alonso y Pedro González, me dijeron que la causa era que el Ministt'o Americano les había ofrecido eletciones libres, que ellos ganarían pero condicionadas al CGse in– mediato de las ,pláticas de arreglo. Resultaba que este considerable grupo de nicaragüenses estaba resuelto a supeditar su conducta a los deseos del señor Ministro, que no tenía por qué_ velar por los intereses nicaragüenses, sino por sus propios intereses y los de los paisanos que estaban explotando, hacía años, a Nicaragua. Además, tenían la experiencia de elecciones supervigiladas por los Marinos cuando ¡nstalaron a don Adol;o Díaz como Presidente Constitucional. Años después, el Mayor Bu– tler, hizo las delicias en un banquete en Bastan, contando
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