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Nandaime Y su hijo predilecto, el Gll'heral Luis Mena. Muchos de los amigos del doctor Cuadra Pasos y sus ami· gos del Gobierno de Díaz, se sentían defraudados y aptrtados por el régimen del General Chamorro. Este mismo con sus devaneos reeleccionistas que lo llevó a aparécer en público, en Managua, sentado al lado de don

Agustín Chamorro, había hecho qus gran parte del ya decisivo sector conservador de la Capital se organizara en el Partido Constitucionalista bajo la jefaclura del pres– tigiado caudillo y mártir de la tiranía de ZeJaya, el Ge· neral don Fernando Solórzano. En Rivas y Managui!, el General Tomás Masís, héroe compañero del General Chao morro en sus luchas armadas contra Zelaya, también creía que tenía derecho a la sucesión presidencial y. habíá otros que también aspiraban a la Presidencia apoyá·ndose en su influencia política derivada de sus servicios a los banqueros de Wall Street.

CO/ltemplando esta triste situación, los "mengalos" de la Junta Directiva nos juntamos, nos contamos y vim:>s que teníamos la mayoría y, por consiguiente, podíamos decidir la solución, si encontrábamos al hombre apropia. do. y lo encontramos. Era don Diego Manuel Chamorro. Perseguido, encarcelado, arruinatlo por el tirano Zelaya, don Diego no desmayó un instante en su lucha llena de incontables sacrificios personales. Hombre tamo bién de pensamiento, de gran cultura, sumaba a sus dotes de político las cualidades de un verdadero estadis· tao La políticá seguida por don Diego en el Gobierno de Díaz hizo pO$ible que el General Chamorro por fin lIe· gara a la Presidencia. Y por su visión de estadista es que hoy hay una generación de jóvenes conservadores que garantizan por su valor y por su cultura, pensllmiento y acción, la supervivencia del Partido, vigoroso y lozano. Sondeamos· a la$ facciones en que estaba dividido y ha· liamos, sin mucha sorpresa, que era el único que podía unir al Partido y que no necesitaba de muletas para su lucha, sino que por derecho propio, y por méritos perso· nales y por sus extraordinarias capacidades, era el can· didato lógico. y necesario para el triunfo del Partido y para el bien de la conciliación nacional.

No fue, pues, como cree el General Chamorro que los que patrocinábamos la candidatura de don Diego, lo hacíamos por la gran popularidad de don Martín y ,por simple oposición a la candidatura del señor Benard, afa– ble, culto y lleno de virtudes sociales y hogareñ as, sino porque a nosotros nos pareció que la personalidad de don Diego estaba muchos codos por encima de la del se· ñor Benard; y no porque el uno fuera pequeño, sino por. que 01 citro era mucho más grande.

No fue, tampoco, un cablegrama de su familia, lo que decidió a don Diego, entonces en Washington. Lo que decidió a don Diego a aceptar su candidatura y venir a Nicaragua a plantar su tienda' en León fue un cablegra. m.a firmado por la mayoría de. los miembros de la Junta D"ectiva del Partido, y firmado también por los Délega– dos de Chinandega, León, las Segovias, los tres Chontales y Carazo, en el que se le .pedía su aquiescencia para lan.

z~r su candidatura y en el que don Diego podía ver las firmas que le daban la mayoría sin necesidad del dedo del General Chamorro.

El grupo nuestro patrocinaba. [a. Vice.Presidenciá pa. ra el General Fernando Solórtano, Jefe del Conservatismo de Managua, pero éste nunca' se resolvió 11 aceptarla y

acercándose [a fecha de la nominación, nos decidimos por la de don Bartolomé Martínez, caudillo del Partido en Matagalpa y demás departamentos de las Segovias. El Partido Conservador estaba 'acusado de no ampliar su base popular; de hacer a un lado a los jefes departa– mentales, quitándoles las nominaciones al Congreso y

sustituyéndolas con nulidades afectas a la dirección gra– nadina. Don Diego estuvo de acuerdo y se hicieron mo– dificaciones al Reglamento, exigiendo por lo menos la residencia en el Departamento respectivo de sus repre· sentantes en la Directiva y en las Cámaras. Era, .pues, aconsejable la postulación de don Bartolomé Martínez, por cuanto era vecino de Matagalpa, Jefe allá del Partido y con gran prestigio y afinidad con los indígenas. Don Bartolomé llevaba en sus espaldas las cicatrices de las apa· leadas que sufriera de los esbirros zelayistas, había pa– sado por las aulas del Instituto de Granada, y había sido compañero de estudios del General Chamorro.

En la Administración de éste había desempeñado con gran acierlo y ecuanimidad la Sub·Secretaría de Go· bernación, captándose el aprecio de los Conservadores y

de muchos Liberales. Pero el General Chamorro que ya se había dejado infectar por el deseo de seguir mandan– do y de asegurarse el apoyo oficial -que no necesita· ba- tenía para el próxÍlno período otras intenciones. Cuando fallaban pocos días para la reunión de la Directiva, al entrar al salón de la Número Uno el General Chamorra me llamó, y con voz alterada, perdiendo su proverbial ecuanimidad, me dijo que ya le habíamos es– tropeado sus planes con la nominación de don Diego para Presidente; que él tenía compromiso con don Mar· tín Benard y ql,le estaba dispuesto a romper el Partido, si era necesario, para sacar avante su candidatura a la Vice.Presidencia. Le pregunté que si tenía algún cargo contra la persona de don Bartolomé, como conservador y como su amigo de tantos años, y me contestó que no, que tenía aprecio y cariño para don Bartolomé, pero que la ,polít!ca le obligaba a sostener a don Martín. Le dije, entonces, que me parecía que su actitud era ofensiva pa· ra su viejo amigo y que deseaba y le pedía la considera– ción de manifestar eso mismo a mis amigos y la promesa o dedal'ación de que si don Martín no aceptaba, él apo– yaría a don Bartolomé, su viejo y buen amigo. No había en mi propuesta ninguna celada, sino el simple afán de que no quedaran resquemores entre amigos y la necesi· dad de mantener la unidad del Partido, que tanto se ne– cesitaba. El General Chamorro accedió gustoso y yo lIa– 11'lé al doctor Venaricio Montalván y a dos o tres amigos más para que convinierán en acceder a lo que el General Chamorro pedía.

Tres días después se reunió la Directiva en la Casa Presidencial y al abrirse la sesión, pedí la palabra y pro– puse que se eligiera, por aclamación a don Martín Be· nard, Candidato a la Vice·Presidencia. y así se hizo. El General Chamorro fue 'varias veces al teléfono, cuya línea a Granada yo había ordenado reservlir esa noche para el servicio de la Directiva. Ya el General Chamorro ha relatado en su Autobriografía sus idas y venidas, y por último, al comunicarnos que don Martín había aceptado definitivamente, propuso el nombramiento de una comi. sión que viajara a Granada al siguiente día para poner en Sus manos el Actil de su nominación e indicó su deseo de que fuera yo presidiendo esa Comisión. Comprendí el

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