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« Previous Page Table of Contents Next Page »dades artesanas, obedecían en su dispos"ici6n y ubicaci6n al prop6sito de encontrar una conjugaci6n arm6nica y ':In equilibrio racional estable de lo exigido por el suelo y
el clima con lo determinado par las actividades y c;~st~!11
bres de sus moradores. La arquitectura en las ciudades coloniales, como habí~ ocurrido en las medievÍlles y en
105 centros urbanos de la cultura maya, constituía una es– pecie de polo magnético al rededor del cual se organiza; ban, puede decirse, todas las artes, no 5610 la escultura o la pintura, sinO también la música y la poesía populares -bailes y repre,sentaciones y procesiolies- cuyo escena– rio era generalmente la ciudad, empe1'lntlo por las iglesias, atrios, aceras, pretiles, balcones, calles, plazas, solares, corredeires, portales, zaguanes, eran entonces a su manera lo que son hoy las salas de espectáculos, 1,05
stadiums y los hipódromos. Así existía una más viva rela– ción que ahora, una más íntima influencia mútua entre las fiestas o diversiones colectivas y la arquitectura. Era mayor también la ordenación a la arquitectura y, por lo mismo, la consecuente interrelación de un no pequeño número de artes menares y artesanales, unas de órigen europea, otras in~ígenas, desde las más ilustres comQ' la construcción de altares, hasta las más humildes comó la fábricación de halnacas o de petates. De ahí que exista un aire de familia en los objetos producidos por las artes coloniales -auII' no del todo desaparecidas- y un" inne. gable adecuación' o correspondencia de los mismos ¡¡ 10s distintos ti,pos f:le construcciones tradicionales. No es 'gtra cosa lo que lIamllmos estilo colonial. ' '" Pero el 'éslilo colonial no es solamente el estilo del arte en la colorita, sino el estilo de la cultura y la vida de entonces. La 'tlitidad del barroco centroamericano, como la del hispanoamericano en general -mantenida sin ,va– riaciones substanciales desde el siglo XVI al XIX- lo que refleja es la unidDd de la cultura criolla. La arquitecturD
y el urbanismo coloniales -donde cabían, como se, hD dicha, todas las DrteS- lejos de ser un simple resulta~o
de necesidades eCQnómicas y políticas, en realidad repre· sentaban toda una concepción civil y religiosa de la ciu· dad. Representa~an,' por consiguiente, una civilización. Bastaría, probabl~me.nte el estudio arqueológico de las casas y las ciudadlls éoloniales para deducir las principales características de la éivilización a que pertenecen. En las' provincias sobre t~do, el gusto colonial correspon~ía a ún tipo de vida urbana predominantemente influída por la vida rural. Así se observa no sólo en el folklore, sino en la misma arqu,tectura doméstica tradicional. El cain,po es· taba presente en ID ciudad. Esto le daba a la cultura criolla de Cllntro' América, especialmente a la prp.· vinciana, un marcado sabor campesino. Esto tambi~n
contribuye a e:xplicDr su lento desarrollo y sus notorias limitaciones. .,
Aquí sólo se trata, sin embargo, de señalar de paso la importancia que puede tener el estudio del arle c()lo. – nial corno éxpr~sión y testimonio de una común manera de entender y v'ivir la vida en la ciudad. Si hubo un \lsti. lo de la colonia es porque había un gusto común, como reflejo de una' comunidad. El individualismo centr,oal1'!ll" ricano fue aún más tardío en el arte que en la literatura;, Todavia a principios del siglo XIX la sensibilidad po,pular se encontraba más o menos intacta. Seguía a tono con el barroco. la co"ducta romántica, como la posterior anar· quía de la sensibilidad, no pe,,~traron en el pueplo hasta q"e no empez6 l. anarquía política. Durante la colonia, todas las clases sociales participaban por igual en el gus'o'
público y contribuían a formarlo. 5111 intérpr.tes, sin em· bngo, no podian ser otros que los artistas y los artesanos. Ellos le daban expresión al gusto colonial, plasmándolo en objetos y construcciohE!s q'ue lIen_ban las simples neo cesidades de la gente y máS' o mel'io$ res,pondran a su se'ltido de la forma. Los artistas, comó los artesanoll, te– nían ast lugar en la ciudad, eran miembros activos de la comunidad, no seres descentrados, sin funci6n en la so· ciedad y en necesario antagonismo con ella. El arte era un producto natural de funciones normales en la vida so· cial, como cualquiera de lo. otros productos indispensa– blEls en la economía, de tal irtanera que la distancia entre el artista y el artesano apenas se notaba, y tanto el uno como el otro casi se' confundlan con el público. Entre arte y vida casi no había separación. En tales condiciones, el arte colonial en sus diversas disciplinas -la mayoría de las cuales hoy no asociamó{'siquiera con el concepto de arte- fue, cuando menos, ~n arte auténtico, realmente criollo, propio del pueblo y ';,~tural del suelo centraameri· cano. Pero su sello inconfuntlible marca todo lo que pro· cede de la colonia o se deriva de ella.
Unicamente a circu'lsta'!Ícias accidentales, como; la ruina de la Antigua en Guatemala o la del viejo Le6n en Nicaragua y a la modestia" ~conómici o la pobreza de otras ciudades provincianils, debe atribuirse el hecho -muy relativo, por lo demí~_- de que la arquitectura y las artes con ella relacionada's, no alcanzaron en Centro Am6rica el esplendor y desar~ollo que en Lima o México. Pero han quedado suficienteftestimonios de la fertilidad artística centroamericana, obras de todo género -desde la jícara a la catedral~ que r~velan un arle al mismo tiem– po refinado y ,popular, no d.~sigual en calidad al de los grandes virreinatos. Sobre .o'do ha quedado la tradición de la arquitectura domésticá'.',
La crisis que ésta sufre en la actualidad, como ya lo insinuamos, tiene su origen en la dasintegral:i6n de la s.. ciedad colonial. Mientras no se organice un nuevo tipo de sociedad, no parece proba~le que la arquitectura tra·
dici~nal pierda del todo su ra~~n de ser. Pero lo que hoy domina, en ciudades CORto Managua, es la anarquía y la confusión. Ya alli no existe,! ,al parecer ni la más leve sombra del viejo gusto popular nicaragüense, salvo al más bajo nivel de lo pedestre. El gusto de la gente en todos los niveles, del más bajo al' más alto, está determinado por el comercio, principalmente por el comercio de im· portación, lo que no es, por supuesto garantía ninguna de calidad, ni de unidad, ni mucho menos de autenticidad. Hasta aquí, los aislados intentos de introducir la modero nidad en la arquitectura nO han respondido en realidad a
las necesidades de la vid. moderna, sino al creciente es· piritu de imitación de lo e)chianjero, generalmente combi– nado con un vulgar afán de exhibicionismo.
Arquitectura centroa~ericana -en el sentido fln que estos pueblos Son actUalmente centroamericanos- s610 lo ha sido y sigue siéndolo, la colonia," Por, atrasada que parezca, será difícil superarla ,sin ~aber. i1Rtes asimila~o lo que hay en ella de adaj)'Dció!1 al medio y de correspon· dencia a la cultura colonial, que sigue siendo la cultura básica del pueblo en 10$ países centroamericanos. NQ es otra cOla lo que sucede con to~o lo referente a la misma cultura. Es n,ecesarío hacedllnllestra por un procesa dé
asimilación -de c1arificaci6nintelectual y emocional– para poder seguir con libertad ,su cles'arr.ollo histórico. Hay qlle situarse DENTRO de la cultura colonial para entender la paz de la colonia.
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