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El principotl agente de esa transforml!:d~n -que por supuesto era d~bida a un cúmulo de incit~Ciones- exterio– res y presiones mternas- fuo, ,por lo menós en el aspecto intelectual, el ya citado fray José Antonio Liendo y Goi· coeche,a. Posiblemente nunca haya haIJido -aunque él ya esté casi olvidado- Inayor influencia intelectual sobre los centroamericanos que la atribuída a su ,persona. Hay sobre ello un acuerdo bastante general enh'e 11)5 princi· pales historiadores. En .realidad parece que se puede afirmar sin demasiada exageración que al magisterio per– sonal de Liendo y Goicoechea, tanto como a su acción reformadora sobre la vida cultural de Guatemala en el momento critico, debe su origen la mentalidad centroame· ric,ana moderna, como distinta de la mentalidad colonial, y aU,n más o menos opuesta a ellil.La marca de aquel fraile, no cabe duda, se puede todavía descubrir en casi todos los intelectu,ales de las cinco repúblicas.

Gámez, el más sectario pero a la vez el más sagaz de 'los historiJldores nicaragüenses, dice que Liendo y Gol– coechea fue para Centro América lo que el Padre Feijoo para España. Más todavía por la índole de su mente que por su influencia, el franciscano costarricense' era, en efec· to, una es.pecie de Padre Feijoo centroamericano, como suele lIamársele. En realidad cabe contarlo entre los dis– cípulos más influyentes del famoso ensayista de El Teatro Crítico. Qe éste recibiría, por lo menos, algunas de las actitudes mentales' características de su tiempo, como el aUn de saber y la insaciable curiosidad enciclopédica, un apetito contagioso por toda clase de conocimientos, en es– pecial los concernientes a las ciencias experimentales, y entre estos últimos, sobre todo, los que tuvieran aplica. ción a las liecesidades de orden práctico y' al avance eco· nómico de los pueblos, como también todos aquellos cuya divulgación contribuyera a desterrar ,'as supersticio· nes y 10$ errores populares.

El pensamiento, sin embargo, del propio Liendo y Goicoechea; en lo que pudo haber tenido de personal, ni se ha estudiado lo suficiente, ni parece posible hacerlo con la debida objetividad, dado lo exiguo,~e su obra es· crita y su car.tctér circunstancial. En las historias que consultamós sólo se dice que escribió un texto de Física Experimental y breves monografías sobre la conservación de granos o la destrucción de la mendicidad y otros temas por el estilo. Pero estos mismos tltulos nos dan la direc· ción de su tarea pedagógica, encaminada principalmente a despertar el espíritu público entre los centroamericanos. El parece haber sidó el. primer centroamericano que lo tuvo. Su gran éxito consistió en llevar sus ide.as a la Uni· versidad sin provocar mayor oposición. Con la asistencia del doctor Flores reali:ró una reforma universitaria que en realidad equivalla a una profunda revolución, hecha en silencio. On escritor guatemalteco dice que. introdujeron un gabiÍíete de física para reemplazar la Física de Aris– tóteles. Lo que se hizo efectivamente fue introducirla mentalidad cientlfica donde la escolástica daba señales

eYi~entes de anquilosamiento. De esa manera Liendo y GOlcoechea pudo formar escuela. Durante muchos años los más inteligentes jóvenes de Centro Am~rici recibieron Su influencia que parecía transformarlos. El les comuni. caba, nO solo el gusto por las matemáticas, sino también, corno lo escribe G.tmez, "su entusiasmo por la literatura, por las bellas artes y por el aprendizaje de los idiomas cultos". Así abría sus mentes 1I!, los aires de Francia, Inola-

terra y los Estados Unidos. Esos jóvenes fueron realmente sI.! mejor obra, el verdadero pedestal de su fama, y aun casi todo lo que se sabe del pensamiento del maestro es .por alguno d. sus disclpulos. Hoy se le tiene por decidi· damente antiescolástico, per9 es posible que se exagere a este aspecto, ya que much"s mentalidades como la su– ya son inclinadas a conciliar a Santo Tomás con los filósofos no escolásticos. Sabemos, por ejemplo, que ad– miraba 11 Descartes y al mismo tiempo a Locke. Otro de sus maestros era Linneo y no ocultaba su devoción por Franklin. No par,ece haber sido una inteligencia sistemá– tica, sino sólo un ecléctico, como otros muchos de su siglo, ,que todo lo exploraba sin alejarse demasiado del sentido común y de la fe católica. Trataba en todo de no romper el equilibrio de la tradición colonial con la mentalidad científica y utilitaria del, mundo moderno, como bastan para mostrarlo sus buenas relaciones con la jerarquía ecle· siástica y aun con la Inquisición. Supo, pues, mantenerse en la línea de IÓs ilustrados españoles más ortodoxos, con la moderación intelectual que derivaba de Feijoo, y en no' pocos aspedos recordaba también a Jovellanos. Tal como nosotros lo conocemos más parece el representante de una manera de pe,nsar y de un estilo de pensamiento que un pensador original. En todo caso es la figura más característica del siglo XVIII en Centro Atrlérica y conven· dría conocerlo con mayor precisión. Más adelante exa· minaremos otras modalidades de su influencia, aunque siempre dejemos un amplio maraen de conjetura. Fray' José Antonio Liendo y Goicoechea es uno de esos hombres célebres a los que casi.~únicamente conocemos por sus maeslros y sus disclpulos.

Puede decirse que .los discípulos del fraile cartaginés fueron los hombres que hicieron la independencia. En torno de él, por así decirlo; se formaron aquellos próceres -Larrazábal, Peinado, García Redondo, Batres, Irrisarri, Valle, Molina, Barrundia, Gálvez, etc., etc., típi. camente dieciochescos' en· su carácter y mentalidad, pero ya casi todos inflamados por las pasiones ideológicas y políticas de origen romántico .que le dieron fisonomia al siglo XIX. As' se explica qi)é no haya sido un renad· miento cultural y eCOnómico, como lo ambicionaba el Maestro Liendo y Gol~oechea, ID que produjo esa genera. ción de discípulos suyos, sino m.ts bien un despertar político. Como ha pasado generalmente desde 'entonces, la mayoría de los talentos lIámados a abastecer las activi· dades culturales se vieron absorbidos por las luchas polí. ticas o las tareas administrativas.

AlgunQs de ellos, sin embargo, fueron escritores de dotes extraordinarios. Don Antonio José Irrisarri escribía probablemente la melar prosa castellana de su tiempo, llena de vida y abundancia, 'lo mismo que de frescura, y

su ensayo sobre el asesinato del Mariscal de Ayacucho es una obra ma'estra desconocida de la literatura latino· americana. Don Andrés Bello le llamaba ;'0'1 más emi· nente hablista de la América Española". Es indudable· mente el representante de Centro América en la brillante constelación de Bellb, Cuervo, Caro y Montalvo. Valle y Molina, no obstante la sentenciosa afectación del uno y la convencional vivacidad del otro, siguen siendo hasta aho· ra los más articulados expositores centroamericanos de ideas polrticas y económicas. Manuel Montúfar V Coro– nado, autor de las famosas MEMORIAS DE JALAPA, escribía con todo el verbo y li soltura de un escritor de

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