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Una vez, ±eniendo necesidad :Eleu±edo Lb–

pez, que era ~l mandador de La Trinidad, de ir a la Montana para d~spachar unos q:uesos al Interior, nocho 10 mas que pudo sahengó de la finca en cuanto vi~ que El Arado se. ha– bía puesto, cuando llego a d~J;1.de ~adngal,

a los pies de Cerrocuape, canto el prImer g¡:¡.–

110 Y entonces se asustó de haber exagerado a tal extremo la nachada, pues es~aba en ple– no filo de la madrugada, es declr a la una, casi a la mitad del camino y al paso en que iba y en la bestia en que montaba, juzgó lé?– gicamente que antes de las tres de la mañana estaría en Chayotepe.

Pasó el galillo de los cerros, el hielo de la pampa le perforó los huesos, sintió repelos en la rabadilla, no hizo caso a ese fenómeno común que se presenta, de tarde en hirde, en las soledades de las campos en la vertebral de los que cabalgan dentro de la tiniebla en los senderos rurales, encendió un chilcagre, picó al Fierabrás, puso los brazos fraguando ajorcas y sin acordarse ste 10 que lo~ lengua– races decían que se vela en el penasco, se adentró en la llanería gozando del fino pas~­

frote del brioso bruto que montaba.

El Fierabrás jalaba Herra y mientras la braceaba duro, Eleuterio se ,embebía en esa rara y extraña delicia que ofrece la cabalga– dura pasiirotera cuando se le albardea en una ieInpraneada de verano, so.bre .un send~ro pla– no, bajo una luna en plenilunlo o semlVelada

y distinguidora corno las montañeras de febre– ro, pero seca, es decir, sin garúas, en un lla– no en donde semejan los pocoyos que abun– dan en las pampas, avecillas jugueto~as que se van echa.ndo a andar con la bestia, y al hacerlo parece que corno que le dice~ o van diciendo el jamelgo con el cual complten: -A ver quién carnina más!

En cada salío o semivuelo de avance que hacen los nocturnos voladores van tirando a los aires sus ritornelos minsarinos, plenos de melancolía sonsonetina y que tienen tres to– nos diferentes que los entonan por turnos y que claramente expresan: Joo-dii-doo, caa– raajoo, caaballeeroo. López corno buen fue– rano se deleitaba en la placidez de ese vasto placer que se siente al tragar frescura, brisa y amplitud de llano en una mañaneada, en– rumbando hacia la montaña boaqueña y que

ja~ás goza el la~ino e17 l~s ciudades y que el lndlgena gasta Sl no ~latlamente por 10 m~­

nos de domingo a domlngo I revoleaba su chil– cagre indiferente a los ruidos de los grama– les, completamente ido saboreando el am– bie);lie deleitoso, cuando un: Eluteriól, clara– mente dicho casi al oído y con caráeti:!res de grifo pronunciado medio a medio de la peña en donde aparecía el fantasma del revolucio– nario, lo sacó de cuajo de su embebecimiento en un segundo, causándole un cataclismo deniro del organismo y del espíritu.

El Mandador quedó pasmado, electrocu– fados sus nervios al fluido de la descarga que le produjo el grito de uHré;liumba, volteó la

cabeza al lugar donde fue emitido sü nom– bre y vio sobre la peña una figura al p~t'~.

cer humana Y qUé la penumbra nc;> penmha delinear por éhtéro, pero que ±enu! en una mano una cantimplora y sóbre el ho~bro

izquierdo un mauser descomunal, despu~s .. , después no supo nad~, se le entum?ClerOn los miembros y le. razon se le agazapo en la inconsciencia se olvidó por ello hasta de su nombre y si rto hubiera sido. que El Fierabrás era Fierabrás de verdad, lo Juega el alma en pena que le había hablado, el zopenGO espí– ritu -del soldado que se le había fugado a Su– quia del encanto del Musún, pues c~ando el Fierabrás sintió que le soltaban las nendas y los cabos del fiador quedaban a merced del bamboleo de BU andado, dobló el paso, pro– siguió el camino, sin importarle un ardife la pénalidad del musuneño deseriado, y corno el sendero lo conocía desde potrilla, no paró en ninguna parie a pesar de su condición de ga- - rañón y los hatajos que encontraba y se detu– vo, porque para suerie d?l viajero las puerias de la propiedad que tenlB que pasar habian quedado abiertas, has:l:a que llegó al mero corredor de la caSona de Chayotepe, a las :l:res de la mañana.

La interminable ladrazón de los pertas despertó a la servidumbre y el mandador que a la sazón era Féliz Paz, al ,oir la sa.motana eohó mano del guatucero inseparable, se des~

hizo de la cobija, en:l:reabrió la pueria que dormía fueriemen:l:e atrancada y se abalanzó al corredor a inquirir el motivo de la :l:an des– comunalladradera¡en cuanto pasó el banco en que se ponía el cincho lleno de cuajada y

la prensa necesaria que requiere el endure– cimiento del queso, divisó al caballero y lo re– quirió preguntándole:

-éQué se lo anda haciendo?

y corno no le contestara detuvo el resue– llo hasta donde pudo, parie por miedo, parte por prudencia, levantó el chopo a la altura del hombro, repitió el requerimiento y corno ni aun así diera muestras de querer dar a reconocerse el visi:l:ante inesperado, avanzó re– suelíamente con el gatillo montado y el tubo sin el impedimento de la tusa listo para de– jar ir el disparo si la circunstancia lo re– quería.

Hasta que estuvo a la vera del equino reconoció a su cofrade de mandaduría, le ha– bló duro, 10 jaló, 10 garnachó y con la garna– chada Eleuterio se desprendió de los estribos y del jine:l:illo en los cuales la cas'!-1alidad lo ha– bía sujetado y dio de ramplón con su huma– nidad sobre el entapizado haciendo un ,es– truendo tal que toda la comunidad abandonó sus lechos y se presE¡lntó a prestar ayuda,..

Entre José María Linarie, Federico Ama– dor y Francisco Paz Dumas levantaron al po– bre hombre y 10 colocaron en la canoa, allí 10

examinaron, le dieron vueltas y revueltas, 10

palparon y viendo que no teníá ni una heI'icla y ningún golpe, resolvieron hacer una hoga– lera y después de hecha 10 arrimaron a ella,

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