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« Previous Page Table of Contents Next Page »púes 10 que le enccmtraron fue una ±iesura general y privazón de la palabra por entero.
El calor de la fogota y una ruciada de cu– susa que le dieron en la cara hizo despertar– se, volver en sí, abrió los ojos, miró a todos lados y al notar el fogón exclamó:
-Es decir que ya estoy en el Musún? -Qué Musún ni qué canilla de muerto, -le dijo Félix Paz-o aquí estás en Chayotepe y tan estás en Chayotepe que estás hablando con Félix Paz.
-Pero si yo... cómo puede ser...si yo...yo
estaba yo venía en el Fierabrás frenfe a la piedra si, allí no masito de la quebrada d'El Ventarrón...cuando...
Eieuterio trató de levantarse, pero no pu– do y entonces Chico Paz Dumas lo interrum– pió para ayudarle a pensar ...
-Cualquier cosa que te haya pasado, lo ciedo es que el Fierabrás fe frajo hasta el co– rredor de Chayo±epe.
-~Será posible? .. Tal vez el muedo era mi amigo y ...
-y corno no va a ser posible, si estás en el me¡-o Chayo±epe.
-Pero si fue agorita, que el muerto me habló en la Peña.
y al decir esto el Mandador temblaba co– rno si padeciera de San Vito, miraba a uno y a otro lado, por fin cerró los ojos 1l3ntamen– te y se quedó dormido recostado al pecho de Chico Paz que lo estaba apunlalando desde hacía: largo raio.
Trajeron una almohada, lo acomodaron y todos dijeron a una voz:
-'-Hay que dejarlo que duerma, para que pueda vomitar todo lo que le ha pasado.
-Hay que dejarlo, pobrecito, -dijo ña Chabela, la mandadora.
Lo quedaron viendo, le acomodaron los brazos y luego se alejaron¡ para mientras 81nanecía los hombres enrumbaron hacia el corral a comentar el caso del Mandador de La Trinidad que con seguro, según decían ellos, lo menos que le había acontecido era que una mona bruja se le hubiera engancha– de> a la polca, y las mujeres tornaron para la cocina, unas a preparar el maíz para el fu±u– ro nistayol, otras a lavar la nesquiza para las todillas y los mococitos matacanes a avivar los rescoldos para alistar los fogones.
Ya estaban ordeñando cuando Eleuterio recuperado por completo se incorporó de gol– pe, miró para todos lados, se tocó todo el euerpo, se levantó con díficul±ad, pero logró levantarse, habló a Chico Paz que estaba cer– ca y cuando .se dio cuenta precisa de que real– mente esfaba Em Chayotepe, llamó a Félix Paz,
iras de éste llegaron todos los ordeñadores, en seguida las mujeres y por último la chiqui~
llería que no había comparecido porque hacía rato se había ido alojo de agua en donde an– daba trayendo agua para llenar los tinacos; el rodeo de seres humanos esperaba la narra– ción de la pasada y después de mirar a unos
y a otros el Mandador soltó la lengua y en
dos rnonazos los püso a1 corriente de íos su–
cesos de la nochada.
El cuento acabó de remachar la tuerca, ya casi al trasroscarse, del fuilite que salía. a penar en el llano de Cerrocuape. A las do– ce meridianas toda la cañada de Chayotepe lo sabía y si la necesidad no hubiera obliga– do a Eleuterio a dedicarse a los menesteres que motivaron su viaje, con seguridad que hubiera anochecido contando y recontando el sustazo que le dio en el granito histórico, el alma del difunto revolucionario que se había. escapado del Musún a purgar sus pecados en la. soledad de la llanada que se extiende de Sácal a Las Cañas.
Cuando se desocupó el asustado, procedió inmediatamente a preparar su regreso, pero corno se encontraba bastante mEiluco le dijo a Chico Paz que se lo iba a llevar para que le hiciera compañía.
Salieron los hombres bastante temprano, pero corno a todo transeunte que encontraban le narraban el suceso, cuando subieron El Al– fo de Santiago Tijerino ya era de noche, en– fonces planearon dormir en el lugar y muy a las seis de la mañana proseguir el rumbo, y corno lo pensaron lo hicieron.
La bola de lo acontecido a López rodó por todos los senderos, se desguindó y trepó por sobre las vargas de las más lejanas ca– ñadas y no se detuvo nunca ni en los rinco– nes más apartados de las' más distantes co– marcas, el problema del movimiento continuo lo había resuel±o la. faniasía na±ucha que era la que alimentaba el senCillo mecanismo de la bola inde±enible y quizás se hubiera paten– tado para eternas memorias el raro invento si la. llegada casual de un rapazuelo abajeño' no le hubiera llegado a poner breque a aquel eterno ir y venir de la rodadora fuera.na.
Se puede asegurar que en 1910 no hubo invierno en Nicaragua, por ningún boquete de los horizontes del país una nube bienhe– chora se abrió paso apiadada para aplacar la sed imponderable de la tierra, la sequía era general y tan extensiva que ni en las espesas selvas de la manigua Atlánfica la lluvia de– rramó el prodigio vivificante de su líquido, y no fue sino hasta el trece de Octubre del ci–
tado año que la Piedad Divina volcó su mi– sericordia dándole alas y fuerzas a un venda– val de Chocoyos que remontó hasta el litoral del Caribe inundando de vida el terreno que se había esterilizado con el fuego consecutivo de las solanas achicharrantes del desolanfe verano.
El Chocoyano no detuvo los surtidores de sus nubes sino hasta después de una semana
al final de la cual fodas las sementeras se ha– bían vuel±o pantanos, los ríos habían salido de madres y los caminos estaban in±ransiiables.
Con semejante diluvio las queseras de los hoaqueños que estaban en las montañas por la fal±a de pastos en las llanuras principia~
ron a padecer de esos males que siempre lle– va la virazón cuando visita aquellas region~si
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