Page 96 - lista_historica_magistrados

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gubrer'r\enie y es±a1l6 cóh\ó si hubiera sido una bomba silbada de carga cerrada al termi– nar; muedo el cuidador y dueño ya por ente– ro de ±odos sus nervios el pobre descos±illado del Zanjón, roció en seguida con la misma agua toda la casa y puso sobre el cuerpo de la Bruja la cruz que tenía en la otra mano; luego se buscó en las bolsas del parchudo pantalón los cirios que había preparado y hallándolos encendió las candelas benditas, sembró una en la cabecera de la yacente y con la otra principió a regar de lágrimas de cera bendita el lecho de La Sinesia y su flác– cido pellejambre. Cuando ya los ±Uva com– ple±amente ±Upidos de gafas de cand,ela se puso a regar el suelo y por úHimo lo que res– taba de la vela lo pegó encendido en uno de los pies de la temible hechicera.

Concluída la operación, respiró fuede y tranquilamente, rezó tres credos, se persignó, hizo cienes de cruces con los dedos en el aire, se limpió el sudor pausadamente, úHimo ves– figio del pavor que había sentido y finalizada la batalla de la capiura del espíritu de la em– brujadora, se fue a despertar al vecindario de la caufiva para darle la nueva de que La Sinesia estaba cogida.

Dejó de llover como a las tres de la ma– drugada, a las cuatro La Necha estaba ya en el árbol de guásimo y sabía perfec;;iamen±e que no podía volver a tornar su forma hu– mana; cuando la oyó chillar Treminio se vi– no a apostrofada y maldecida, cogió la mo– na el monte afligida y desolada; tres días con– secutivos anduvo errante y suplicando que le limpiaran el cuerpo; una vecina compade– cida se acercó a la Mica y para que no sufrie– ra mas le dio de beber agua bendita, a poco de haberla ingerido, pegó un llorido enorme, culipa±eó unos momentos y luego se desplo– mó sin vida de la gamba del viejo guásimo de sus transformaciones, en donde se había asilado en sus úlfimos instantes para no vol– ver a respirar ya nunca.

Nadie se airevi6 a iocar los ±res cadé.–

veres y no fue sino hasta como a los ocho días después del suceso que la muchacha ven– dedora de manteca de La Sinesia apareció en el 'Barrio, que hubo ser viviente que los ±oca– ra y se acercara a ellos. A pesar del liempo transcurrido los cuerpos sin vida de los dian– tres estaban intaC±os y sin descomponerse, la vendedorcifa juntó la mona, el nagual y el pellejo de la vieja y después que los miró un instante y en un descuido que el vecindario tuvo, pues sus integrantes se habían dedicado a vigilarlos para que nadie les diera sepul– tura, la chipunga le dio fuego al rancho el cual en menos de diez minutos quedó redu– cido a pavesas junto con las roñas que por malabarismo del Malo se desintegraron en un raflá, como dicen los muchachos.

Cuando buscaron a la chicuela ya ésta ha– bía desaparecido y nadie supo nunca nada de la extraña y curiosa expendedora de las maca– bras mercancías de La Necha y cuentan san– tiguándose todavía los cusirisneños que todos los viernes santos de todos los años' aparece íntegra la covacha que ocupó la nagualera en el mismo lugar en que se alzó cuando la tal vivía y que además se oye lloriquear una mo– na y una sierpe desconocida silba lúgubre– mente y de manera confinua y cuando dan las doce de la noche desaparece J,a casuca en una hoguera infernal, cuyo resplandor abar– ca muchas leguas a la redonda y que el pro– pio lugar en donde se levantaba la vivienda se precisa aún ahora claramente, pues nun– ca a pesar de las lluvias y las corrientes que abonan y ferillizan el terreno ha vueHo a na– cer chinaste y mucho menos monte, en ese si– lio, agregan, indudablemente maldito, pero ni siquiera escobalucias brotan yeso que son tan comunes y pegapegas que en las arideces mayores y los veranos más ardientes reverde– cen, florecen y se mulfiplican como si no hu– biera yermo para ellas.

~. N el mes de Enero de 1910 desem–

bocaron, de la montaña a la llanu– ra Chontaleña, los revolucionarios que encabezaba el General Emiliano Chamarra, el que, con el objeto de jugarse el ±odo por el todo, había salido desde Rama, confiando en el tapete de la simpatía, para firar sobre él los dados de las probabilidades que presentaba la aventu– ra peligrosa y audaz que habían concebido.

Dos o ires días después de andar por la llanada y dejar a Camoapa, se encaminaron hacia Boaco y en uno de esos bellos amane– ceres del altiplano boaqueño, hondonaloso, rodearon la población, emplazaron dos o tres

maquinitas en las lamerías que la circundan y después de un corto tableteo de ametralla– doras que alcanzó la magnifud de una com~

ple±a escaramuza, la adolescente ciudad fue ocupada.

Los machetones versados en achaques mi~

litares que aquí en este país pasan como es– tra±egas, siempre han sostenido que la na±u– cha garbosa de las verdes colinas, hoy con· vertida definitivamente en cabecera departa– mental, es una plaza indefendible y debe de ser esto muy cierto, porque la fuerza acanto– nada en la fecha del asalto para defenderla, con sólo el ruido de los caites puso pies en polvorosa y tomó las de Villadiego.

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