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« Previous Page Table of Contents Next Page »manifestación de las enfermedades, que difieren de los empleados por una persona civilizada. La emotividad crea asimismo caracteTes ,propios en la expresión de la en– fermedad. La educación inadecuada que lomina en nues· tro medio, a base de temor, castigo y represión, es fun· damental en I~ conducta fisiológica y psicol6gica del pue– blo nicaragüense..
Con las excepciones y salvedades que toda genera– lización supone, puede concluir que. el grupo é.nico nicaragüense que es motivo de este análisis, es totahnen– te infeliz. Si la infelicidad. detérminl!, como lo hemos discutido en los párrafos anteriores, un funcionamiento orgánico de caracteres distintos, las manifestllciones pe· culiares de nuestros pacientes ignorantes y emotivos; son producto de la ignorancia y sufrimiento que desfigura los síntomas, o es que el funcionamiento orgánico modi– ficado por el grado de infelicidad, prodúce síntomas especiales que comúnmente no se observan en las perso– nas que viven en el "bienstar, la cultura y el equilibrio emocional?".
En otras palabras, son los síntomas, en efecto, dis– tintos; o son' sus medios de expresión los distintos. , Mientras no so consiga el establecimiento de la pros–
p~ridad a base de lograr el bienestar del individuo, la Medicina Curativa fracasará en su misión de suprimir la ANGUSTIA mediante la psicoterapía, como fracasa en su intento de controlar la desnutrición, el parasitismo, la tu– berculosis, etc., mientras el Estado no llene ~u misión sao nitaria y preventiva, médica; social y económica. Los médicos que ejercemos particularmente la medio cina individualista y 9ue aisladamente queremos resolver problemas de naturaleza social y económica del paciente afligido por la angustia, estamos condenados al más triste fracaso de lograr la curación.
Lógicamente se infiere que la causa más frecuente del síndrome angustioso en Nicaragua, son los conflictos entre el consciente y la realidad, es decir, la "Iucha por la vida". Por lo tanto, la labor del médico es embiente– Inente infructuosa mientras la necesidad y la seguridad de las personas sigán amenazadas.
Pretender pro,porcionar tranquilidad a nuestros pa– cientes a base de "tranquilizantes es utópico y además, peligroso." Gutiérrez R. (9) señala debidamente el riesgo de estos fármacos y cita estadísticas sobre las reacciones producidas en 8,200 pacientes con el síndrome de ansie·
dad, en quienes se prescribió los llamados tranquilizantes, dé los cuales un 50% no recibió ningún beneficio genuino de ellos, incluyendo 1,700 paeient,es en quienes los tran· quilizadores agravaron los problemas medianamente
afijctivos por los cUilles lIS drogas fueron recetild.i origi– nálmente. Si ésto slicede en Estados Unidos donde éstos productos se prescriben con más prudencia y control, qué sutederá en Nicaragua con Sl,l uso indiscriminado, des– controlado y donde existe la automedicación?
, El médico nicaragüense debe acomodar su técnica y tácticas méditas a las exigencias de este material humano y circunstancias que le rodean. Es obvio que debemos esforzarnos en complacer a nuestros pacientes. En nues– tra tUentela particular esta tendencia de complacer es. aún exquisita. Sin embargo en nuestra ,práctica asistencial del tipo caritativo, esta complacencia tiene muchas restriccio– nes, tanto por falta de material medicamentoso y medios
di~gnósticos y de tiempo, como por la calidad del mate– rial humano a quien servimos. En la práttica asistencial tipo seguro social, los papeles se invierten
iI veces, y el médico no puede ni debe complacer a las elCigencias del asegurado. García Ortega, (lO) señala a este respecto que gran número de pacientes son simuladores con propósitos exhibicionistils o con Ipropósitos utilitaristas. La observa· ción comprueba fácilmente este fenómeno.
Siendo nuestra población en su mayorla, emplTlca en su pensar, sentir y actuar, la parte empírica domina a la parte científica en el ejercicio médico y en las relacio– nes inédico-patÍente.
La curandería es la reacción del médico o del que actúa como tal, frente a las exigencias de una población ignorante, prejuiciosa y empírica.
El médico nicaragüense tiene que acomodar la ac– tuación y el ejercicio de la Medicina a estas condiciones y
a este grupo étnico. Se encuentra en situación inferior en lo que respecla a facilidades diagnósticas; tiene que ádoptar posturas especiales para congeniar con pacientes que se auto-recetan, que sugieren y aún tratan de con– vencerlo sobre planes terapéuticos caseros, que no siguen las indicaciones médicas, que exageran las molestias y a quienes la ignorancia no les permite comprender y con· fiar en los beneficios y perspectivas de la ciencia; tiene que luchar en un medio en dónde la rivalidad y la como petencia no han dejado oportunidad a la "cooperación"
y por ello, no se ha establecido a~n la capacidad de tra· bajar tren grupo". Agréguese a lo anterior, el factor po– breza que inhabilita a obtener medicamentos y costear medios diagnósticos, y el prejuicio que rehusa ,procedi– mientos diagnósticos y terapéuticos por temor o descon· fianza, y se comprenderá por qué muchas veces el médico nuestro se ve forzado a ejercer una medicina empírica. mente determinada.
"Tal médico para tal poblacióri y viceversa".
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