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« Previous Page Table of Contents Next Page »más de las inventadas o supuesta por el deci– dor Andráica.
Después que terminó el cambio de im–
presiones entre mandador y comisionado y de oir éste los informes que necesiíaba para lle– varlos al Interior, y ver el estado de la ±erne– rada que no era tan deplorable, dispuso el traslado de la quesera de un solo porrazo al siguiente día y los quince ±erneri±os de ma– lamuer±e que habían, ordenó que los aparta– ran, para que en tres jornadas, fueran ±ras– ladados con sus madres a La Trinidad, en la primera oportunidad.
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Todo se hizo como fue dispuesto, y en llevar ganado y esperar llevadores transcu–
rrió una semana al final de la cual ya no ha– bía nada que hacer; de conformidad con las instrucciones que tenía el mandadero ordenó todo lo que en adelante se tenía que poner en práctica y habiéndose desocupado a las dos de la tarde de un sábado y no teniendo ya nada que disponer, resolvió el Matacán lar– gárselas para Boaco esa n1Ísma tarde, esco– giendo siempre de compañero al risueño y
agüizo±ero Andráica que desde el mismo mo· mento del escogimiento perdió las llaves y le agarró una corré que te alcanzo tan rápido que realmente se alcanzaba y que por poco se lo lleva a vivir dE¡lfinitivamen±e en la bella ciudad que Suquia fiene sobre el torso gigan– ±e que fragua la última estribación oriental del solitario Musún.
Los subitáneos males que aparecieron en Chico Paz emergieron del conocimiento pro– fundo que tenía del pizote que acababa de re– solver su regreso a las dos de la tarde para salir a las cuatro; el muchacho, como bueh abajeño era decidor y amplio para todas sus cosas, y por agregado era de aquellos que dado a su edad juzgaba que la vida es mo– ronga y el porvenir chorizo y por ello se echaba todo atrás sin importai1e las conse– cuencias, tratándose, por supuesto de apare– cidos, micas, cadejos, ceguas y tigrecaribes que la imaginación fuerana saca a pasear tan luego la oportunidad se le presenta: Andrái– ca que estaba claro de todo esto, pensó en el momento, sin acordarse de otra cosa, por la pasada de Eleu±erio y su te¡nperamen±o asus· ±adizo y temeroso, en el fantasma de la peña por donde pasarían como a las diez de la no– che, poco más o menos, si no se presentaban entretenciones y accidentes en la caminata y por consiguiente tendría que conocer el tal es– pantajo a la penca si lb inesperado no se pre– sentaba a salvarlo en situación que desde an– temano tildaba de desesperada.
Para taponear a Andráica se le dio aguar– diente con sal acompañado con una limona– da recargada de jugo, el guaritutis lo reani– mó 'un poquito, se le repitió la dosis y si no se envalentonó para alardeaz;, por lo menos se sintió re.conforiac.:io y resignado, y a las cuatro estaba dispuesto al viaje aunque a re– molque y tc;mía ya puesta la torcida patri– cia en el estribo.
Vinieron los adioses, los que les vaya bien, las recomendaciones, etc., luego picaron las cabalgaduras y antes de oscurecer los viaje– ros salieron al camino real, anocheciendo tra_ sereaban El Paraíso, ya era noche plena cuan– do salieron de la peligrosa ciénaga de Cigua, en La Loma Atravesada, que es el lila que divide la Montaña propiamente dicha de la llanura y que sirve de observatorio de la lon– tananza vasta, que comienza a sus pies y se confunde en las aliuras de Don Pancho Cerda, observaron con lentitud la lejanía y después de fragársela, se convencieron de que la pam– pa estaba clara y que la oscuridad profunda terminaba en las vegas del río de La Rinco– nada, a las ocho pasaron frente a Salvador Barquero, un cuarto de hora después cruza– ban Sácal en donde la tiniebla trasmitía deso– ladori;imente su color a la linfa murmurante, a poco cotonearon Cigüita en donde el cielo anublado comenzaba a perder la suciedad y se asomaban tres luceros presagiadores de una mayor limpieza y a las nueve ponían pata en el suelo de la casa de Santiago Tijerino en donde Andráica iba a tomarse una dosis de cususa para persogar sus nervios.
Para pintar a Santiago Tijerino basta col). decir que era una copia fiel de la estantigua de Don Quijote y con lo dicho se supone que es redundancia cualquier adminículo mas que se le agregue; salió pues la es±antigualla a sa– ludar a los pasajeros y a servir el batazo, bu– choniaron los caballeros y el ventero, y quiso la suerie que Tijerino fuera un decidido ad– versario del asus±amien±o del peñasco, pues aunque él no salía nunca de noche según lo aseguró, no creía en semejan:f:e o parecidas pamplinadas, con lo que la opresión de Chi– co Paz se aligeró mucho, muchísimo, y se aca– bó casi de disipar la tabaquera que ]0 ani– quilaba.
Montaron los jinetes, les corrieron las chocoyas a las bestias tan rudamente que a causa de lo cual a una de ellas se le escapó un ventoseo tan estruendoso que dio la $en1.e– janza del estallido de una bomba de a libra, pasadas las vulgares carcajadas que motivó aquel moriero los viajantes apresuraron la an– danza y la estantigua se incorporó al taburete que había abandonado cuando se presentaron los visitantes.
A poco, enfre el boquete de unos nuba– rrones, una luna de seis días apareció indife– rente aclarando la llanura sumida en una se– mipenumbra o claro medio tierno como dicen los indígenas, el cipote con disimulo para que no se percatara de ello Paz Dumas pasó su cilindro treinta y ocho del tahalí a la cuera de la pierna derecha, silbó una canción de mo– da en ese tiempo y no sin cierto recelo prin– cipió con cautela bien resguardada a avizorar los m.a±ones que a los lados del trillo cule– brean±e afeaban la nitidez de la llanada.
De pronto dijo Andráica al Mozalbe±e: -Ya vamos a llegar, pues al fin de esfa curva está la quebrada que viene de El Ven-
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