Page 98 - lista_historica_magistrados

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ga, no luviera peligro de resbaia,sé y sUspen– diera el zurrón que le correspondía con ver– dadero aplomo.

El qlIe iba operar por la derecha era Eu–

sebio Suazo, cuando éste se colocó bien, Si:m.ól1.

le dijo,

-Ren'lpuje, com.pañeró.

Suazo se había puesto de espaldas debajo del zurrón, cuando Sánchez habló, Eusebio hizo la .fuerza necesaria para que el tercio

subiera lo indispensable para que Simón za–

{al a la estaca de las argollas de cuero el ucio

del engarce de los iercios, pero con tan mala

suer le que en el ITlisITLO momento q us hizo el violento empuje el cajón se desfondó, yendo

él dar a iierra la mediana hu:rnanidad del in–

digesio ayudador

El zurnbóll fue ian desrCledido que el zu–

rrón aventado rebasó la cinta del aparejo y

Simón no esperando fa1 peso, se tambaleó ba–

jo los .tres qu.inlales y fue a dar con iodo y

tercios a la jOloba.

Con el ruidaje que hizo el cajón al de– fondarsG, y luego con la derribada de la car– ga, La Mulana tuvo para asustarse 111.ás que suficiente y se engringoló, pateó y sal±ó dis– lan±e del luyar de los sucesos, dejando a los pobres arrieros patiliesos y medio desquebra– jados, pero sin que ella tuviera la culpa.

Cuando los compañeros de brega ocurrie– rOn a levanlar a sus cofrades, se encontraron con que Suazo tenía el pie izquierdo zafado y la pierna derecha con varios desmedidos 80-

ilamónés y Simón, el hombré que por defen. der su cotona trabajaba sin ella, tenía el lo– mo hecho tirillas; los anillos de los zurrones

y las estacas del ellgarzamien±o de estas bol– sas desmedidas de cuerdo crudo, se cebaron sobre sus carnes y cuatro desmedidas coyun– das corno sacadas por travesura por un carni– cero demente, corno lonjas de cerdo eITlpezan– do a engordar, de pulgada y media de an– cho cada una, le colgaban de la espalda

El docior Piróforo, conocido más farde en Diriamba por doctor Gallina, se dedicó a

pespun±earlo; recuperar le costó un rnundo al anl.iguo jalador ele agua y cuando ya Se sintió capaz de trabajar en ITlenes±eres suaves y re– cuperó algo de su espíritu, se fue a ver a su patrón don Mariano, If lo priITlero que le di– jo fue,

-Por nada no lo güelvo a ver, patronci– tó¡ es verdá que a la cotona no le pasó nada

pero sacando lnis cuentas es rnás barato par~

yo que se ha@a tucos mi cotona que el lomo viejo, pues para que éste bruto recupere, me

ha pasado cuasi tres meses sin trabajar y si no ha sido Nuestramo y usté que me ayudó munchito, hubiera pelado el ajo; así es que aunque tarde cojo su consejo, de hoy en ade– Jan±e ya no voy a espantar pájaros ni micos corno decía de yo que parecía que me alistaba para tal cosa, aquel animalote de mi compa– ñero Usebio, cuando me escondía en las no– chaderas iras de cualquier palo para cambiar de peleros.

I

BL

pim'= hnhln onoam~do a Ju",o

b~ FerlJández el ipegüe de Culebra; y

encurnbró ±anio, por sus acciones de . despachador de prójimos a la Oira

Cosla, que en el devenir, eale relTIO–

quele, para sus semejantes, Culebra y Pisuica llegó a ser lo rnisrno

Era na±ivo de Panaloya, ordeñador por herencia, o lo que es 10 mismo por seguir los pasos de su tala; sabanero inquiero, vaquero famoso y valentón ±elnerario.

En la fiesta patronal del caserío siamés de El Paso, había debuiado sin peligro del pellejo, dGsentechando la bazofia dé un co– marcano malaca±oyino.

Huyendo de los chingas y jueces mesie– ños del puertecito fluvial, alisó los pedregales de La Rejoya y trazó irillos bien claros de Ji– quelHe a San la Bárbala., y de estos lugares a

La Joya.

El aHlor a la cususa, un día de San Pe–

dro, lo hizo bajar a Malacatoya

El pelo asaltándole las orejas y una bar– ba espesa y lacia que la juída había aCumu– lado paci.ente, sirviéronle de disfraz en la ba– jada al poblado

Cuando los cuartazos dieron vuelta al pa– norama real que su refina captaba, se olvidó de su condición de juidor y su inlerior de causelo esiuvo lisio a ex±eliotizarse con el pri–

lTIer motivo que la frasca deparó.

La oportunidad se presentó cuando un

paseño que andaba ya sesereque y lo atisba– ba desde hacía rato, gritó de pronlo bajo la enramada de la taquilla en que empinaban:

--A ITlí naide me engaña, ¡pendejos! ese

peludo piojoso que está allí es el rnesrnísimo Jus±o Fernández, ¡Culebra! corno le dicen los

que creyen en las patas de las voladoras.

Jusio rugió de rabia y se arrlrn6 al ha.– bla.ntín tnos±icando:

-Quién te ha pagado, viejo chocho, pa– ra que andés denunciando a los que no se me– ten con vos?

-Mis compañones, que son largos Y grandes

-Tus compañones?; para dormir con s6– lo éslo lenés Y descargó un guaspirolazo iremendo sobre el pobre pasefío que lo llev? a rnedir el suelo y a dormir de un golpe la In'–

ca cuando lTIás alegre relazaba la malandrina.

Un jayana, amigo del paserlo, pegó salto -18-

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