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acicalamiento y la rateada; la hibrida encari– J1.ada no hizo nnda mientJ"as esiuvo tapada, ian luego le subieron el ±apojo al fron.tal prin– cipjó a Gorr:ovear, l"eVentó el cabJ"es±o de la gamana y puesta en libertad se las puso en eo±aITlpida sobre la calle de lviombachito dan–

do al traste con la carga al descender la ba–

jada de la quebrada el) el vado de El Pochoie.

Fue ±a1 la viril protesta de la acémila por

]a ausencia de su compañero, que el patrón ordenó que la dejaran y la repusieron por

oira para evitar el descuartizamienio de lo

que fleh:tba, pues si en cada jornada iba a proceder de igual manera, natural era deducir que al fin del éxodo ]0 que iba a llevar a su destino eTa pura borona seca o hablando más clalo chingastales de quesos.

Cuando Simán supo el cuenterete se le lle– naron los ojos de lág, imas y dijo:

---Ojalá me quiera siempre la brutola y no haga con yo lo que hacen iodos los diablos de esta claso, que paleyan cuando mejor se les sirve. Y se fue a buscarla al potrero, la llevó al corral y le puso un rnedio de m.aíz pa~

ra que se lo aveniala

El mulero se aiarantá con eJ liempo por la galanura de una pindonguifa y para no su– frir n1.ás resolvió casarse y para el n uevo esta~

do dispuso hacer su rancho y lo levantó en el barrio de La Olocicél, abaj1±o de ta aniigua Cantera. Hoyes jusio decir, para darlo a cono– cm", que el primer poblador de La Olocica fue Simón, as] corno que en aquel entonces su ca– sa. era la úHirna del pueblo por ese flanco que generaln"len±e se clenominaba La Canlera y la lnemoria recuerda que esa parle del pueblo la abría ]a casa de ña Victoriana Angula por el sur y la cerraba la de Sánchez por el norte, 10.6 otros puntos cardinales eaiaban cubierlos por rastrojos y desguindos que el aumento y COlTl.postura. de la ciudad de hoy los ha urba– nizado por enjero.

Después ele emplernudo el aniiguo jala– dor de agua se dedicó por entero a su mujer– c:ita y con el devenir de Jos años al cuido ele los chacalines que le dio su compañera, quie~

nes lo hicieron más casero todavía y corno sus gastos aurrtenIsron, se volvió complelarnen±e un corwurnado sebo de riel.

Dejó de ±omar CUBusa y se dedjcó a silia– nar Todos los sábados Por quince centavos chancheros le vendían un calabazo de guara– po de a galón, capaz por lo fuerle del líquido de a±aran±ar a tres Simones rnás, si Sünón hu– biera sido capaz de rnalgastar su chicha fuerte brindándosela a olros compañeros para que se la aiurugaran en su norrtbre.

Es indudable que el casorio convierte al hombre que quiere cumplir con los deberes de su es:Jado en consuITlado economisla y a veces en al chim.iserable econom.izador, y el mulero que era un exacto cUluplidor de sus compro– xnisos supo bacer honor a su palabra hasla en eso de la inlhnidad del hogar¡ por lo que pa–

Ta economizar lo más posible sustituyó el gua– ro con el silián y el chilcagre con la nlelenca yeso que cuando le tocó pasar por los des-

guindaderos de la Herra y en la comprensión de Boaco que era donde vivía, el medio de

znalz valía un real chanchero, e] de frijol real

y lnedio y de diez y ocho libras el primero y

de veinte el segundo, la docena de huevos costaba medio níquel y en El Paraíso, una le~

gua arriba de Sácal, donde ñor Saturnino Vi~

vas, la docena de pollos matacanes valía cin– co reales, iodos estos valores en moneda chan– chera de la Administracián de Zelaya.

A fuerza de pepenar y recoger centavos logró techar su casuca con ±ej as y ocupó el

clln de macho que la techaba para baÍlr el Jodo con el cual albardió el aposento en que

dOI rnÍa su familia

Viendo que su oficio le gastaba la ropa y le andrajeaba la cotona, un día de lantos lesolvió trabajar en cueros protegiendo las partes nobles con un fuerte y curioso calzon– cillo de maniadril azul que no se lo despegaba cuando le iocaba ir con cargas de quesos, ca– buyas, alforjas de henequén y mecates comer– ciales a Masaya

La primera vez que trabajó de lal mane– ra ]0 hizo ya bastante obscuro en la nochade– ra de Mon±alván, en Veracruz, posadera que en el ±ránsilo indeienible de los aIlos lleg6 a parar a manos del esforzado don Alejandro Oliva; asustado de verlo cambiar de vesHmen– ias en un sanliamén su compañero de arrie– ría Eusebio Suazo, le dijo en el colmo de la adn"liración y del asombro:

-Idiay, hOl1.'1blé, qué te eslás volviendo lorenzo? O es que no sos vos y sos una ahna en pena que me salís para que n1.8 ponga en panera'?

-Deja±e de chuscadas, sol±á la riaia a priesa, que ya' nos Qogió la noche.

-Pero si de verte así las nl.anos se me han puesto torpes, lisas, flojas y m.alldrias co– lno dice la ma Carmita de Leocadio HeJ'nán– dez cuando se le rajan las comaleras.

-y dele que dele con la fregadera, echa– lo andar lo digo, que las cargas del Chapín nos venían co±oniando y si llegan antes que acabemos noS va a costar un burro hallar lu– gar a los zurrones

-Alabado seya Nuestramo! Por lo visto ±e querés choneliar el lomo para que no se fe friege la colana azul de media vida.

-¡Idiay! y vos que perdés, dale a la riafa que desde cuantayci.to estás jincando la yegua para que te pateye si la seguís jochando.

-Cuando vengan los del Chapín se van a jajayar de veras, pues estás hecho un comple– ±o espaniamícos o correpájaros corno los que ponen los ITIiJperos abajeños.

_ Ya te lo dije Usebió, dejá de jincar la yegua si querés tener la fiesta en paz

Lusebio soltó por fin el nudo de la reata y olvidando las changonetas, mas por miedo de que Shnón se pusiera bravo de verdad que por otra cosa, se dedicó sin chusquear mas a descarga! 10;3 lTIachos que ya principiaban a echa-ese cansados de esperar que les quitaran los zurrones.

Suazo hizo correr la noticia entre los fue- -16-

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