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« Previous Page Table of Contents Next Page »ta y sin hablar ni decir 10 más leve desapa– rec¡.eron de la vista del atisbador.
Manuel David no salía de su asombro, asustado de ver que los padres permilían a sus muchachos hacer tales menesteres al peso de la noche, máxime que el hato está situado en plena montaña donde abundan diversas clases de tobobas y los tigres son tan comu–
nes corno las víboras.
A las cinco se levantaron los ordeñado–
res y como sabían que los recipientes de las cocineras estaban secos se fueron derechito a un ojo de agua con sus haldes, prilnero se ba–
ñaron y después de lavar los cubos los llena– ron para echarles linfa a las molenderas,
cuando reiornaron llevaron un ±remendo sus–
to, pues encontraron tolalmente rebasadas to– da las tinajas.
Sin hablarle a los posadores, se fueron a
llamar a las hembras, las pusieron al corrien–
te del caso palpable y éstas les recontaron 10
que muchas veces les comunicaron a ellos
cuando andaban de juidores.
A la lorera que hacia el alborotado cata–
rro se despertaron los buscadores de po±re–
raje, ñor Chico, que no sabía ni juco, escucha–
ba con atenci6n los cuenteretes, mas no así Manuel David que ya estaba iniciado, por 10 que resolvi6 vestirse y levantarse, pues que– ría quedar claro si eran duendes los que ha– bía visto o muchachos de carne y hueso.
Cuando estuvo listo dio buenos días y sin más preámbulos se fue para donde estaban los tertulianos, y les dijo de sopapo:
-Vo vide llenar a dos muchachitos esos
tinajones.
-¿Usted? - dijeron todos al unisono. -Vo VA los vide salir y pasar bajo mi
hamaca, com.enzar el oficio y luego volverse
a la pieza del Mandador.
-Será posible don ll1Ianuel? - dijo el Mandador.
-Claro que es cierto 10 que digo, y de cabo a rabo relat6 todo 10 que había visto.
Los m.eseros y zneseras Se miraron asom–
brados y quizás allí se hubieran quedado pa–
ra toda la vida haciendo comentarios, si ñor
Chico Saavedra no se arrima a la terlulia y les dice de repente:
-Les prometo no irme de Chayotepe has– ta que averigüemos si son duendes o diablos, los espantos.
-Gracitas, ñor Chico, -dijo Dolores Ama– dor hablando por todos-, así por 10 menos estaremos respaldados para uparnos en me–
dio de la cursiadera que nos agarre.
Luego todos se desbandaron para sus obligaciones y el prornesante y el asegurador
de que eran muchachos los jaladores, se que– daron solos cambiando impresiones y hacien– do conjeturas sobre el caso Sucedido.
Pasó el día sin novedad, y cuando la no– che destiñó los colores de los seres y las cosas,
los pobladores de la alquería rodearon a los
visitantes, poniendo una buchona a todo me–
ter que llegó hasta las once y pico de la no– che, hora en que los contertulios se desparra–
maron en busca de sus tapescos
Saavedra se estiró en su hamaca dispues–
lo a llenar su comprozniso, se puso la cuaren–
iicuatro en medio de las canillas y trató de
cavilar con su ego, por lnas esfuerzos que
hizo, Morfeo no se 10 consinti6 y se durmió profundamente
Serían las ±res de la mañana cuando ñor
Chico abandonó por enlero la losa pesada de
un sueño sin entreactos, se incorporó, lanzó la mirada a la cocina y en 10 que inquiría en
la obscurána oyó que chorreaban agua en los
linacos y frató de levantarse, znas no pudo,
pues un miedo galopante le había entramo– jado las extremidades y las quijadas, impi– diéndole hablar y iomar rumbo, mas corno los ojos los tenía libres pudo ver a poquito, pa–
sar frente a su vista a dos pelones que sin va–
cilar y a paso regular se dirigieron y entra– ron en la pieza de la mandaduría.
Después que amaneci6 se disculparon los
posantes diciendo que a causa de la rendición
se habían sorniado de un solo viaje hasta las
cinco, pero que pasarían esa oira noche para aclarar el asunio.
En verdad Manuel David no se despertó
en la noche, mas no así ñor Chico que hasta
logr6 comprobar de visu la existencia de los jaladores de agua, pero tuvo la precauci6n de no delatarse para que no se burlara de él la servidumbre de la Hacienda.
Convencido de que el tabardillo era muy hombre, despach6 temprano a su maruchero al Paraíso para que le trajera en secreto dos litros de cususa, así pensaba él, le daré contra fuego al miedo y con una pescuezona en la barriga cogeré de un solo pencazo a todos los duendes habidos 'l por haber que se pre–
senten.
Oscureciendo regres.6 el mandadero, le orden6 que no dijera a nadie 10 que había ido a traer y que inventara, si le preguntaban, cualquier guayaba para que nadie se diera cuenta del guaritutis conseguido únicamente
para envalenionarse.
l'ror Chico ech6 las pescuezonas a su al– forja de vaqueta, disimu16 10 que mas pudo el preparativo, buchoni6 largo y tendido con la mocería y cuando los gallos de las diez can– taron invitó a los tertulianos El recogerse para
que los duendes no se Bl?Ustaran y concurrie– ran a su oficio.
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