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« Previous Page Table of Contents Next Page »lo seyan los muchachos los llenadores, lo cier– to es que estantos en la palabra, el agua no se bota, y para beber vamos ir ya a cuadri–
liarla.
-Eso es, dijeron las otras, y cada cual
cogió su cántaro y se enfilaron alojo de agua
Despllés se dedicaron a sus quehaceres
diarios y nadie volvió a hablar del suceso.
Cuando llegó la noche ±odas se encami–
naron a juntarse para cuchichear sobre el ha–
llazgo de la madrugada y cuando juzgaron
suficientemente platicado el asunto desfila.– ron a meterse a sus carnaroies, pues adenlás
de que habia mucho frio, los escalofrios del
miedo principiaron a jugue±ear en las espal–
das de cada quiE¡n del c;o±arro.
Al segundo gallo la chicuelada comenzó
a rrtenearse, rn.ás viendo que era muy de ma– drugada, sus madres no les permi±ieron que
dieran principio a la jalada; ial resolución les
dio sopor, se acomodaron a pierna suelta y
cuando volvieron en sí ya el Nis±ayolero des– puntaba a la cabeza de la aurora, por lo cual a todo trote tiraron las tigras de media vida
y se fueron a preparar para el acarreo.
La Hinginia habia dejado su can±ari±o de jalar al lado del tinajón más grande cuando
en el día anterior dio fin a sus fareas, se fue a
buscarlo ayudada de un pabilo de cera de ji– co±e, lo halló y cuando se agachó para co– gerlo vio con asombro que es±aba hasta los ±acos el ±inaco±e; le en±raron repelos hijos de
una cobardía muy humana y a pesar de que
ya estaba claro gritó para que la fueran a quiíar de la cocina.
Toda la sipo±ada panerió a la llamada y
en un santiaITIén la rodearon; la chicuela les comunicó lo que pasaba y después de revisar los linajeros, corrieron a dar el parie a sus
proge;niíores de que de nuevo es±aban ±odas las ±inajonas llenas.
Volvieron la mandadora, la cocinera y la
ayudanta a levantarse en estampida, fueron a
comprobar el aviso y cuando se convencieron de la realidad se amoscaron de veras, pues el día anterior habían inquirido con los huyones
si ellos eran los de la obra y és±os aseguraron
que no se lTIenearon .tan siquiera del escon–
drijo de bijagua.
Así las cosas, resolvieron corno el día an–
±erior usar el agua, pero es±a vez el miedo ya las es±aba acogotando.
En los días siguientes no pasó nada anor– mal, se recibieron noticias aclaratorias de Boa–
co y se sacó en claro que las ±ropas que capi– ±aneaba el Coronel y Dodor Builrago Diaz an–
daban en rrdsión de liInpieza, es decir, caITl–
biando y somefiendo a las autoridades libe–
rales que aún estaban funcionando, pues la
revolución ya habia pene±rado a Managua y
01 desastre de la guerra in±es±ina habia halla– do por fin pun±o .final.
El portador del recado enviado especial– men±e por los dueños del fundo era Juan Mi– guel Cubas y és±e después de poner al corrien–
±e a las mujeres, se fue con ellas a buscar a
los vaqueros, los que regresaron ipso facto a
la alqueria.
Con la paz de la República, parecía ±am– bién que habia llegado la ±ranquilidad a la
casa-hacienda, pues no se había vuelto a re–
pefir el fenómeno de las llenazones de los
tinacos.
Mas un dia de ±an±os, habiendo quedado
por la noche la poronga de tornar agua, vacía,
amaneció sin saberse cómo, completamente
reple±a.
Los hombres resolvieron velar turnándo– se para dar en el clavo del misterio, pero en lugar de aclararlo remacharon más el taco, pues los veladores dijeron que eran unos lUU–
chachiíos los que jalaban el agua y que con
seguro eran duendes que se habían aficionado a verificar tales menesteres porque estaban
enamorados de una de las muchachoncilas de
las cocineras.
Con ±ales comentarios hombres y mujeres
se enchonaban temprano en sus camarotes para evitar que los chaquetas rojas COrrLO diría
Chu Cas±illo, los mefieran en jaque.
Así estaban las cosas, cuando inesperada–
mente llegó al predio don Chico Saavedra con
el deseo de arreglar po±reraje para un repas– to que queria poner a la entrada del verano.
:f\tor Chico amarró su hamaca en los corre– dores de la casona y su rnaruchero Manuel
David la puso bas±an±e cerca de la de su pa–
trón, pero en pleno sobre-corredor que lleva directamente a la cocirta.
Hacia ra±o que roncaban iodos cuando Manuel David que se habia desper±ado, vio abrir la puerta del dormiíorío del Mandador
y salir afuera una pareja de pelones, varón y n1.ujer, pasando casi contra el cacho de su chinchorro, se fueron directamente a la cocina, tornaron unos cántaros de barro y sin hacer
bulla cogieron corral aden±ro y después de
atravesarlo se perdieron en la tranquera oue
ofrecia el camino. para los ojos de aguas de Santa Susana.
Al rafa tornaron los chicuelos, vaciaron el contenido de sus tinajas en los tinajones en un silencio de iglesia a media noche y sin tar– danza alguna volvieron a ±oITIsr el camino
que los llevaba a los ojos.
Después de varios viajes, y cuando los re– cipientes estuvieron hasta el pico, pusieron las
tinajas en el mismo lugar en el cual las encon–
traron, desanduvieron el trayecto de la cocina a la pieza de donde salieron, cerraron la puer-
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