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« Previous Page Table of Contents Next Page »quehaceres a la mandadora, molendera y
ayudanta de cocina de la conocidísim.a al–
quería.
Las hem.bras tornaron con decisión el
puesto de los hombres y entre ellas y sus hi–
jos se repartieron las faenas.
Para poder atender debidamente al or– deño en la quesera y a los varios trajines del hato, teniendo el sobornal, de por sí pesado de llevar merienda a los huyones sin dejar
rastro en el sendero que conducía al mato–
rral en donde se attlparaban, las mujeres mas–
culinizadas resolvieron, para cumplir su co–
metido, madrugar más de lo acostumbrado para llenar de agua los tinacos de la cocina, lavar el nistayol y quebrar el maíz, antes de que el lucero del alba despuntara sobre el filo de la espesa palamenta del boscaje de San Diego.
De un ojodeagua que brindaba la frescu– ra de su linfa en :medio del corral, se proveían las pobladoras de la Hacienda del líquido ne–
cesario para iodos los usos comunes menos
para beber, :mas quiso la :mala suerte que por la renuencia de la lluvia en fecundizar las fuentes y dado ta:mbién a la ausencia de los machos que cuando no se habían dedicado a juir le metían el ho:mbro a la vertiente del redil acarreando agua del pocito de San Fer– nando para ayudar al virtiente de la casa, cuando se duplicó la ocupación del cristal del ojo dicho se resintió este profundamente, de tal manera que al tercer día de volarle me– cha despiada:mente sin protesta alguna se
achic6 y amaneció choco definitivam.ente, es–
perando curarse de tan triste enfermedad
cuando el oculista Invierno apareciera.
Frente a tal choquera la Dominga Linar–
te, que era la mandadora, reunió el coiarro,
expuso la desgracia irreparable y después de
una breve cambiada de inlpresiones, quedó
resuelio que la Higinia, quien nunca pudieron llamar de tal manera sino que la nombraban Hinginia y su prima-hermana Martina, hija la primera y sobrina la segunda de la Domin– ga, fuesen las encargadas de suplir el líquido indispensable trayéndolo de un ojito muy aseado que emerge al comienzo del declive que conduce al potrero de Santa Susana y pa– ra ello determinaron que las citadas, tempra– nearan un poco más y que todos los patojos
les hicieran compañía para que no iuvieran
miedo en las :rnañaneaderas.
El primer día el ajetreo fue terminado con puntualidad y los tinajones estuvieron hasta las tapas a la hora necesaria sin que na– da anormal aconteciera. Al anochecer todas se recogieron temprano y cuando a los gallos de las tres se levantaron las chicuelas para ir
a la faena, se encontraron con algo que, ni
por imaginación, habian previsto: los tinacos que al retirarse a dor.mir habían quedado va– cios estaban hasta las argollas.
Semejante suceso ller16 de miedo a los pi–
zotes y salieron en panere. a poner en cono–
cimiento de la Linarle lo que acababan de palpar.
La Dominga, ante el prodigio de semejan–
le caso, abandonó el camastro. La Luz Ama– dor, que era la molendera, hizo lo mismo y
por último zumbó al tambo su humanidad chipunga, la Ceferina L6pez que desempeña– ba de ayudante de cocina.
Las tres se fueron desaforadas a compro–
bar el prodigio, a su vista quedaron conven–
cidas de que era ciedo que estaban hasta las
cachi±as los recipientes, se santiguaron ante
semejante brujería, pues por tal calificaron el
hecho sorpresivo y para evitar un maleficio
se salieron de reculada de la cocina y al lle– gar al corredor dieron vuelta redonda y luego
hic_ieron rodeo para ver que resolvían.
La Dominga y la Luz opinaron que el agua debía de botarse, no así la Ceferina que juzgó que era tontera perder el trabajo hecho aunque lo hubiera llevado a cabo el mesmo Diablo
Las primeras palabriaron y alzaron la
voz para imponer su opinión a fuerza de gri–
tar y de referir cosas preñadas de brujerías
y com.o insistieran en sostenerla,. la Ceferina las rebatió en seco, diciéndoles sentenciosa
menle:
-.-Hagan lo que se les antoje y se les ven–
ga en gana; pero mis chavalos y yo, no aca–
rriamos agua ni por el judasl
-Pero ve niña, si es por el bien de fados,
pues si el agua está hechizada, podernos que– dar con sapos en la barriga, dijo la Dominga de buena manera y tono suave para bajarle la chicha a la López, pues ante la actitud re– suelta de ésta, vio rápidamente, pues lo sabía
por propia experiencia, que era farea rrorn–
puda ir a atutear el agua feniéndola ya en la casa y por 10 mismo quería aplacarla ba– jando el volumen que de primas a primeras había subido de viaje.
-Aunque me aparezcan lagartos en la barriga, si la botan, yo no acarreyo el agua -Pues yo propongo, dijo la Luz, someti– da ante la tercura de su ayudanta, que se ocupe el agua para todos los usos indispen– sables menos para beberse, y que se llene él
tinaco del Patrón con agua acarriada por no– sotras mismas para beber todos.
-Eso si eS de conciencia, porque yo me inrnagino que uno de los muchachos vino ano–
che y nos hizo el trabajo, - dijo la Ceferina.
-Pues niñá, comentó la Dorninga, tenés
razón, no habia pensado en eso y esa debe ser la verdad.
-Puede ser, dijo la Luz, pero seyan o no
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