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« Previous Page Table of Contents Next Page »sobre] El yacija sin darle ITla vor importancia a los cruzazos, eniró en calrLl.él y se anroximó lenlarnen±e al supino amanle que acababa de acoslarse, nüró a uno y a aIro lado, rezó, san– tiguó la cama, se echó al lado de su costilla ±o–
rérica y ±errrtinó por echarle la pierna a Eu– genio que liri1aba de Irío, de ernoción y de anguslia con todo lo sucedido.
Hasta que amaneció abandonaron el chim.bo Jos que se enllavaron en él; erCLbijados de IT\unieca, de hollín y malolientes a humo, salieron de la ±rampa de los quesos a soporlar
la rechifla de los chiquilines de las molende– raH que los echaron de ITlenos cuando revisa–
ron sus cartlasfros al il a acarrear agua en la lTI3drugadita
Ya eran las siele cuando Cantillano sacó la cabeza del zurrón y corno habían amaneci– do desasosegados, nadie repara en nadie y to–
dos andaban ordeñando corno autómatas y
aJoniados
Por En rompió el silencio Mayorquín, sa– lieron los cOn1.on±arios a relucir las hellas veS– tirnenlas de sus rarOS coloridos y después de
l.Elé1 hora de desfile de los 1a.les, repararon que Ortega no apal-ecía¡ lo llamaron y a las ca.nsa.da.s se presentó al rodeo humano
--Pobre ña Anselma
f
dijo Eugenio, diri– giéndose a Sarnue]; iodos los peleros de estos
brutos pel1.dejís irnos están llenos de cuita V bien saben usiedes lo que le costará lavarlos
Con lo dicho los jinetes del día anlerior
se palparon las posaderas y no fue sino hasta esa hora que se dieron cuenta de que estaban
enjalbegados de triaca; de uno en uno se fue– ron yendo del corral los embarrados y uno
que ]0 estaba de lodo y no de curso, cuando se convenció de ello hizo alardes y chiles del pellejo de sus compañeros churre±eados
De pronto dijo Samuel a Mayorquín:
-Lo que siento es tener que irme lejos, muy lejos de estos lugares y de Buaeo, pues si nle qnedo rti.e va arrastrar el Malo, pO"t"que me dejé soriiar el cacaste.
Mayorquín lo quedó viendo, tragándose–
10 con su mirada serena de campista compa– decido, voló un gran salibazo completamente café a causa de la lTIazoya de la luelenca y di-
jo COlTIO pesando las palabras en la balanza
de la rnediiación y de su fe sabanera;
-Andá a coniarle a] padre Juan Cerna tu raro y maldito conlpadrazgo con el Malo Dejá esa vida de brujo peligroso y tratá de cOITlponer±e de iodo corazón que con seguro la Santísima Virgen no te fal±ará jamás
Ortega enfocó con la cámara de su pu–
pila, de la mollera a las patas, a su antiguo compañero de brega campera vuelto conseje– ro del segundo al minuio, derramó un chorro de lágrimas sinceras, se a±orozonó un tanto y
no pudiendo hablar por la el1.'loción que le in– vadía dio, IYledia vuelta disimuladora, fue a buscar sus arreos, llamó silbándolo corno
ncostunlbraba hacerlo a su insepalable Mela– do que había amanecido en cama, alendió a pesar de su es±ado a los silbos del amo el brio– so rucio y cuando ésle se paró en la galera del chiquero Sanluel se le arrimó, le dio una ligera examinada, le sobó carirlosarnen±e el lomo, bien hun'ledecidos los ojos por una tris– leza galopante y sin entretenerse rLl.ás ni va– cilar, pa.rpadeando continuamente como para
contener el lla.nto que pugnaba por salírsele, le puso los sudaderos, le sujetó la albarda y una vez listo el penco se fue a liar la. media docena de peleros de sus ves±iIYlentas, después pidió su liquidaci.ón a Zacarías Bello. Una vez despachado se despidió de todos, suplicó rogaran por él, prometió rei:l::eradarnen±e ir donde el Padre Juan, le echó una mirada inol– vidable y largam.ente trisie a la abejonada casa de La Trinidad que por lo hoyuelada pa– recía que había padecido de viruela contluen– te, avanzó jalando lentamente al jamelgo y
cuando éste traspuso la ±ranquera echó pie al estribo, se enjorque±ó firmemente, se agachó y le sobó la cabezota al Bravoleón que lo se– guía, recomendó le dieran recuerdos al patrón
V volviendo con amargura la cara al corredor de la alquería en donde se habían agolpado
GUS habitantes, dijo a los ntoradores y viejos cornpañeros:
-¡Hasta nunca!
Luego rayó al Melado y partió, paso a paso, guindo abajo.
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y cuando a mediados de Septiem.bre
~ del año dicho, la columna revolu– cionaria que comandaba el coronel y doelor Salvador Buitrago Díaz, procedente de Juigalpa, por orden del General Mena, ocupó Boaco, el prodigio vivificante de las aguas no se habla volcado todavía sobre la montaña de Chayo±epe.
Los desertores de la fuerza del Gobierno
llevaron la noticia a las cañadas y de ellas se desparramó hasta a los más apartados filetes de las cordilleras que ondulando los lomos de sus vértebras tornan variadas direcciones zigzagueando.
Cuando en el fundo citado cayó la nue– va, los indígenas que componían el servicio de la quesera, abandonaron sus obligaciones para irse a enmaiorrar en las laderas de los bosques vecinos, dejando encomendados sus
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