Page 102 - lista_historica_magistrados

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y enhe ellas al Melado, éuyo oficio, que era hacer piruetas y dar corcoveaditas, lo había puesto en casa y casi no pedia ni con él l'nis–

1'\'to qué lUenos: que con su dueño

El Melado era un bruto de s.iefe cuartas

de alto, de bella estampa, el nOITIbre le venía

de su color; entero, brioso, bisoño, reparis±o, valiente, de jornada, pasoJarguero, copetudo,

coludo, casco de mula, noble, de boca admi– rable, educado, matemático, pues contaba dando manotadas seguidas hasta cien, las de– cenas las marcaba dando un.a vuelta en re– dondo y luego proseguía la cuenta, daba la mano, amusgaba las orejéis, se echaba, bara–

justaba y hasta relinchaba haciéndolo todo

bajo la voz de su amo; con ial educaci.ón y

COI). ial dueño tuvo que pasar corno hijo del Averno y regalo del Demonio a Samuel.

La lluvia no pasó nunca, rnás bien arre– ciaba antes que disminuir. Con todo la ale– griR oe las parrandas patunas no decayó, las cabezas de los patos iban y venían y en las carreras las cabalgaduras hacían. prodigios de esfuerzo que les conquistaban renombre lle– nando de satisfacción el amor propio de sus

jinetes.

El Melado tuvo que ser caldeado varias

veces para poder proseguir en el calan che, és–

lo en el fondo, aunque finamente disirn'Ll1ado, satisfacía a Mayorqllín que, caballero intrépi– do en El Cuentas Azules, podía lanzarlo sobre los cascajales todavía,: pues el fornido animal no daba señas de cansancio ni señales de ga– feadura alguna

Cuando obscureció todos los campis±os

convergieron a Mombachi±o, unos llegaron za– razos, oh"os a ITIediasia, uno que otro baca– 1,¡;:to, I::ugenio con seis quemanes, Zacarías Be.–

110 con ±l'es ±apirulazos y Ortega con decidores

$ilianes; recOl?tada la tropa, acostados. los im–

posibilitados en la casa de ma Carmita Her–

nández, empinado un cua:dazo general y 110

habiendo tiempo que perder por 10 m.a10 del

camino, Eugenio dio la voz de monós y em– prendieron el viaje todos a las once de la no– che hacia La Trinidad amonados algunos y

casi monas los demás

Al bajar el ±repón de El Pochole, Canti1la·

nQ, que se iba refrescando, se acordó de la

promesa de Ortega y preguntó por él, todos

hicieron alto para buscado, pero Samuel no apareció euire los caballeros, Mayorquín, que iba a la cola, arrimó al fin y le dijeron qu.e

El Brujo había desaparecido

--Mejor para ustedeS; pero yo creo que 8se pendejísimo nos va hacer pasar un mal rato; con todo, alisten los curiidos y hagan de .tripas, corazones, pues Sarnuel ha de estar ya preparando el cacaste y- no nos queda mas remedio que reventar o parar el chorro

-Pasá vos ade1all±e, dijo Cantillano a Eugenio Mayorquín.

-No, cobarde; Abrahám y vos van de punteros que yo les voy cubriendo las es– paldas.

-Santigüemonos y sigamos, -repuso

Abl ahárn-, que lo que sea sonará

y- la cabalgata, en un silencio d.s acecho,

emprendió la marcha queriendo captar cada

quien, en la lobreguez del sendero, la preci– sión de los bultos que la obscurana torna siempre en tigrecalÍbes o gigantes Suquias

A poco andar el cristal de la quebrada lo

hacían añicos ] os montados y les indicaban

las roturas que el rnor±orio estaba cercano¡ un

upá aceguado, es decir un silhido que cOlTl.ien_ za como ial y terITlina corno en un grito des– falleciente, partió la obscuridad en descomu– les tapas n1.elenqueanles poniéndoles los peloG de punta, haciéndoles sudar a ChOtTOS a pesar del frío intenso que la humedad les lrasmi– tía y con1.O queriendo hacer un juego de subi– baja, el fluido del pavor ne±aITIen±e helado, les corrió por la colulnna vGt'tebral de la nuca

a la cola y del rabo al cogote; después oyeron

ires ITIugidos siniestros que t'opercutieron en

un recodo del carrdno cohibiendo a los lTIás

valientes y la voz de SamueJ ernergjendo de la oquedad de la tiniebla, casi al misITIo ins– fante, a unos los entonó y a otros les aflojó

las llaves; Ortega gritaba:

-Pendejos, allí está el cacaste parado, sorléyenlo o los desquebraja; aprienten duro Jas posaderas para que 110 se les salga el pitazo.

SCITIejanio aviso arren1.alinó a los sabane– ros, los que ins±an±áll.eamenle se jesusealon, luego abundaron los castañeteos, rempujones: rnandobles sin rurnbo cierto, súplicas, cursos, cUlseadas, churretes, churre±eadas, delirios, tumbos, trastumbos, inconsciencias, ±emblidos

y- ya cuando estaba al derrurnbarse el senfido de cada uno en el fiero guindo de la locura

a causa de estar junto a la vera del canto Tnas

a pico del abismo profundo deJ pavor, un ro–

1árnpago dio luz a ia hondonada del datino

que hizo COl1.1.P de upa y que fue sólo para la situación en que estaban corno una quill a ina.–

bordab1e en el mar de la desesperación y que

sirvió utas bien para alelar y dejar paiiliesos

y paralíticos a los concurrentes, pues por el zigzag pudieyon ver claro, con esa claridad preñada de ansia con que capia el ánhna que espera algo de lo inesperado y que ya. no deja lugar a dudas cuando ve la realidad, a Mayor– quín con el cur±ido en la mano jugándose el todo por el lodo frente a la cuerazón huesa– ll.'1enfoza de] cacas±e bien parado, espun1.a– -reando de gusanos y en actitud de embestir en lTl.edio de un TI1.osquero ensordecedor y ro– deado de una chepada vigilante, guzgucean–

te y atolondrada por la sacudida de la roña al

levantarse.

En la obscuridad se traslucía, si se quiere se adiviniba, mas bien que se voía, que Euge– nio fraguando un don Tal1.ct'edo miliunano cheBr.o espet'aba sin pestañear, sin respit'ar ca– si, a rejo ele pura penca con el alma en .la

punta de los pelos, el ataque del endriago m–

fernal; se oyó un hondo mugido, temblaron

los paredones del cauce, un viento helado Y

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