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« Previous Page Table of Contents Next Page »-Bueno, pues rto ±enern.os más remedio que verlo, o no vamos a sanjuaniar a Buaco. -Eso sí que no; prefiero ver levantarse a
la murriñosa y tener que sor±iarla aungue me
churre±eye, antes que dejar de ver a mi jaña. -Con unos cuantos cususazos, hasfa la sorfiarernos sin miedo.
-No es fan chiche la cosa, pero esfarnos en el toro y no hay mas remedio que agarrarse
del pre±al, aunque ienqamos que robade a Carrnen Rodrlguez la cola de mico
Al llegar aquí la conversación, Ortega
salió de su escondite y les gIitó a quemarropa:
-Cañones, luego van a probar que &on
hombres.
La plática que traían y que s.e refería al Brujo, lo inesperado de aquel 9;>;üO y ser el mismo Orteqa quien lo daba, deJO cortado~ y
pafHiesos a los bisoños avudanfes que castane–
teaban del susto Por fin se repuso primero Cantillano y le dijo:
-Coñones, no; pero somos francos, he–
mos llevado un gran susto que nos ha rnelen– quiado el ánimo.
. -Cuando los lirios del cacaste de la ove–
ra. fe cojan, pararás un churrefe ~om.o de no–
villo comido de retoño, en l;>leno JunIO.
-Eso Jo veremos, seguí fu ca:m.ino que ya es farde, el agua esfá sabrosa y nosoiros ya nos :re:rnojarnos.
y cogiendo por opuestos ser;deros se sepa–
raron Ortega '\'"iéndase a carcBladas, para lJa
Oueb:ada y
los muchachos, silenciosos v .tern~
blando por el sustete a preparar los baldes
para el próxirno ordeño
Cualldo Samuel tor11ó a la casa ya había amanecido. Mayorouín daba órdenes y Zaca– rías Bello Mandador en Jefe, estaba atarea–
do, prep~rando sus arreos para ir a correr
San Juan.
Con sólo mirar un poco, se observaba que
el ambiente era de fiesta y que el esplendor
de aquella lTl.añana i11.c;ornpar~ble, .pr~:m.etí~
a los carnpesinos un dIB de JolgorIO InolvI–
dable
Todos se hacían lenguas comentando oue el Santo no esfaba llorón, es decir, que no ha–
bía lluvia en toda la plenitud de los puntos
cardinales, luego que el pato, que Juan Gre– aario Cubas tenía listo, era tan grande que ca–
si era un choITIpipe, que a Juan Paz le cho~
piarí.an la jupa con la cabeza de un pato SI
el pendejazo no había alistado alguno, que El Cuentas Azules que montaría Mayorquín era la fiera andando v que El Melado de Or– teqa era el mismo diablo hecho caba.Uo, pues
adeITIás de que contaba del uno al CIen, dan– do rnanotadas sucesivas, hacía caso cuando le
hablaba el dueño en cualquiera parte o cuan– do le silbaba desde el corral para que llegara
a la casa si andaba en el encierro
A las ocho el ordeño había ter:minado y a las nueve el queso estaba 1;echo y la caIn– pistada lista para dirigirse a Juanchar.
Una vez montados todos, Mayorquín era
el Jefe natural, ya que era el Mandador de
Campo, dio las úHi~as órdenes, advirtió a f9–
dos en el MombachI±o que a las ~;iete de la p,q_
che debían estar aUí para emprender el regre–
so; una vez advertidos, los que iban a Sagua– tepe, picaron los briosos brutos y los que se di–
rigían a Boaeo, rayaron a sus corceles.
Samuel había hecho prOInesa de levantar el cacaste que estaba en la quebrada del PUé– blo y desde que salió del corral no habló pa– labra hasta que llegó a El Muñeco
-Hombré, Ugenió, dijo a Mayorquín, has– ±a aquí voy hacer que la carroña deje a los muchachos, agora en la noche
-y es verdad eso, SalTl.uel? -respondió
el aludido.
-Pues no tel"lés rrtas que esperar a que
llegue la noche para que quedés convencido
-Si Uegás a levantar la vaca vieja, qué
trabajo rnas qrand.e va tener ña Anselma ma–
ñana en La Ouebrada, lava que lava peleros
embijados, pues yo creo que fados nos curcia– reInos; ¡oh, fuco de churrete el que vamos a zumbar!
--Todos tal vez no, porque tratándose de
vos. sos un valiente de verdad.
. --Pero es que debés acordarte que es un rnor±orio lo que van1.OS a sor±iar.
-Pero luego hablaremos que voy a
ve'\'" a la Prudenciona que es mi vieja jaña, y
COlTlO no voy a.
fardar, a las once estaré donde
don Mencho Ramírez para correr donde Juan Gregario y presentarle en El Bajo ;nuestros res–
pe±ós al Padre Juan, aunque yo SIempre ando
Juyendo de su Reverencia.
-Hasta las once, Samuel; y hacé lo posi– ble por no juir del Padre Cerna.
Picó el caballo Ortega y separósé del grupo. .
Este Ortega era un hombre de trelnta
años, fuerte, jipato, patango, corne±o, lecho– note desgarbado, brabucón, m.e±elascabra~,
cade'jero, ... albardeador, campista sin igual, apartado, abstemio, bellaco, brujo, cegijero,
coh farna de ser íntimo del Diablo, malvado
que con sólo rezar oraciones al revés abría las puertas de cualquier casa p~ra hacerse de
cualquier chavala menos las de aquellas do,n–
de existían ilnágenes y se rezaba El RosarIo, violador de mujeres dorruidas, de ubérrima
i.nven±ina amigo de las tiniebla.s y valiente en eso d~ quedarse a dormir en los lugares en donde se
decía que asustaban, sobre todo en los panteones.
Su fama había llegado a tal grado, que
las viejecitas se saniigl1.aban cuando lo veían
pasar y los jinchos palidecían cuando lo en–
contraban en el camino; tal era el fuerano
compañero de la campistada de La Tri;nidad que había prornelido levantar los de;spoJos de la murriñosa que había pelado el aJo en ple– no cauce de La Chin~astosa.
Tal corno Samuel le había dicho al Me– lado después del medio dhi principió el San– to a 'llorar lloró y lloró tanto y tan duro que el cascajo 'vuelto fango gafeó muchas bestias
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