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« Previous Page Table of Contents Next Page »dejar, pues no es vida que lo penqueyen a uno por solo el guaro de penquiarlo.
Dejaron de hablar y luego cogieron el
oficio con ardor; acabaron pronto, pues los maritatas no eran muchos, recogieron los tra–
pos y a trote largo volvieron a la Hacie11da. Llegando ellas y arrimando Cantillano
con La Tigra; ni ésfe ni el resto de la seTvi–
durnbre se dieron cuenta de que las mujeres habían estado ausentes por dos horas
Por el escandalo de la penquiada, Julian por :~ás qu~ rascaba por ir al Pueblo, evitó el VIaje haClendo un esfuerzo que la quel ida lo juzgó inaudito e inesperado.
La Florencia siguió al pie de la letra las inslrucciones de La Bruja y cuando al cenit del otro día se fregaba en La Quebrada con
el residuo de los yerbajos, se dijo interior–
mente:
--El ,Ju1ián va ir hoy al Pueblo, y como con seguro va a llover en la tarde, se tendrá que regresar por el Cuero, y allí; allí La Pru– denciona lo va a llamar a liquidarse y ele un mecatazo me las va a pagar el rependejo ...
y se seguía pas±iando indiferen!eITIen!e cen1.O si su mente de na±ucha no estuviera inundada
de alegria con la esperanza de sentirse ven– gada en plena media noche futura por su alui– gola de El Muñeco.
Cuando la Florencia volvió a la Hacien– da, .Julián tusaba El Pocoyo que era uno de los caballos buenos de su silla; después que lerminó de trasquilado, Jo ensilló, seguidi!o lo alalcó y lo puso bajo la galela del chique– ro, luegiio se encaminó al caluastro en donde estaba su barragana, ésta al verlo le dijo,
~Juliani±o vas ir al Pueblo?
·~Pues, i'liñá, si lne deja. ir Ugenio
r
C011
seglH"O, si no, no hay como.
--Fues si queré yo lo digo, para que te
suelfe la gamarra, porque me 'urge un castor
para purgarme, pues he pasado lual elía
--Decilo pues, para ponérmelas fernpt"sno
y traerte el aceite
La Anselm.a que vivía con Eugenio, le hizo
el cachele a la muchacha y en dos por tres el pe>miso fue conseguido.
.JllJián preparó el vaso pal~a el ricino, lue–
go se alistó para pariir y antes de las cuatro salió para la ciudad
8e fue por El Llano, es decir por El Mu– ñeco, cuando iba pasando por la casa de la Prudenciona lo llamó ésta y después de salu– darlo y chilearlo le dijo,
--~~Querés tanfial~ una cusosita?
-y por qué no I Corno vas a crer que le despreceye.
-Pues voy a pasarie una medida, se fue
adeniro y le sacó un guacalito de jícaro saba–
nero hasía los bordes.
El farolazo le picó la rana al concierio y para entonarse más le pidió a la anfitriona que se lo repitiera.
Esta le sirvió otro guacalito, Julián se lo melió de un viaje y después de limpiarse la boca, se despidió de la amtga para que no le agarrara la tarde según dijo.
Cuando Julián dobló la curva de la falda de arenón blanco del Muñeco, la huja dijo,
-Ya le piqué la rana al compañero, lo
que es ahora se la pondrá hasla el cerco y
luego en la cuesta del Cuero nos veremos se–
gurHamente.
El campisto llegó a Boaco y lo primero
que hizo fue cotnprar el aceite por amansar y complacer a su amasia, después se rnefió dos
copasas más que lo pusieron acelerado y ya en tal situación se fue para donde la mucha–
cha que enamoraba buscando verla para con–
venir el encuentro y se le dio un bledo que le cogiera la noche y lo esperara la querida
ienlpral1.0
11. las ocho comenzó a llover y con el pr.,– lexlo del flÍo siguió bebiendo Can:lillano, bas–
:tante ~~aJ"f.lZO bn(Jholüaba .todavía a las once de la noche con la. nueva jaña en la casa en que posaba ésta, y a las doce, rnás sesereque que
bolo cogió el camino de regreso y resolvió su– bir por la Cuesta antes que irse por El Llano que debla esj"r completamente en agua según
pensó.
Pasó el 'lado de El Pochole, cOluenzó El
pepenal' 1,,, Cuésla y a medida que el hielo de la luedia noche lo envolvía enfriándolo por eniero, la balenca se le iba disipando.
Al concluir el v~slo bloque de canlera blanca que empiedra la mayoría de la trepada Julián oyó un silbido que le puso los pelos de punta y le jincó con cmálubanos la colum– na vertebral.
Un desasosiego cerval le invadió el áni– mo, e iba ya en plena ciénaga cuando oiro si]ba horrorizanle Teperc\.1.±ió en el ámbito, iras
de esle salió olro, y olro y otro hasta que se hizo una cadena de silbidos despampanantes que le entiesaron las quijadas y le cuajadia– ron el poco valor que le quedaba; no pudien– do gobernar el caballo lo dejó ir a su gusto, ésje que no tenía miedo no abandonó el trillo y POTO tal causa lo llevó derechito hasta la me– ra n,ad"e de la silbadera.
De pronto El Pocoyo se abdó de un salio alIado peldiendo el ldllo por lo cual cayó de ,-omplón en el sonsocuilal pegajoso que le epe,-colló Jas patas, lo hizo trastabillar y por fin lo paró en seco, hasta que los terrtblidos de la bestia pasaron y después de forcejear por recuperar el equilibrio y hasta que se sin- -13-
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