Page 109 - lista_historica_magistrados

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La. molendera abimdon6 el cuario y sa–

HeS para la cocina a prender el fuego, a poco de habe¡.- comenzado el oficio vio a la Flo¡.-en– cia pasar zumbada pa¡.-a el solar y cuando al rato regresó de fuera la mujer le salió a cor– ta¡'- el paso y parándosele de frente, le espetó: -Bueno, niñá y qué te lo está pasando que no has querido decirlo.

La preguntada entre torozón y torozón

contó el cuento B. la cocinera, la que sabida de

todo lo pasado comentó aconsejando:

-Yo de vos de un solo viaje le mataba el gato a Julián, ¡claro! que se lo a±or±illaba co–

¡n0 destripar una chata.

-y cómo así, ña Anselm.á?

-Pues plantándole una cegua en medio Cuero que es el lugar preferido por las brujas y despuesíto poniéndole un mal aire que lo haga berriar al muy pendejo.

-Qué vua saber yo de esas cosas rni seña

Anselma.

-Si vos no sabés de eso, la Prudenciana

lo sabrá hacer y ±e ayudará si se lo pedís.

-Será, señá?

-Cla¡.-o, que será! como que vos ±e llamás Florencia y yo Anselma. -Pero a mí me da miedo.

-Solo sos flojeras, cuando yo lo digo, es porque yo curé al finado y ya tengo sano a Ugenio.

-y que el defunto y Ugenio fueron como Julián?

-Ni más ni menos, los hOl11bres son los mesmos casi iodos.

-Pues si quiere, ña Anselrná, hay que ir

al grano y por supuesti±o Ud. me acompaña al viaje, que yo desde antes de la apaliada he

jurado cortarle la carrera, y confi más agora

que ya me dio para mis puros.

-Bueno, pues, al grano, y yo ±e acompa–

ño para que lo rebruñás.

-Entendida, y cuándo hacemos la cosa? -Por agora hace±e la bravo±a, malenca-rate delante del bruñido, no digás ni juco y

cuando esos chochos se vayan para Boaeo, iras ellos vaInaS nosoiras, y lo dem.ás corre

de cuenta de la Prudenciona. -Convenido, ña Anselmá.

-Pues andalo a ±u tapesco y chitón boca, Florenciá.

-Chitón pitiyo, ña Anselmá.

La muchacha regresó al sola¡.- porque por la daníiada había perdido las llaves y a poqui-

• - '¡ . io pasó para el dormitono en donde se ech6 después de ponerle punto final a los gimo±e– Vos, pero en plena actividad los malos pensa–

n1.ien±os lTIovilizados por la lTIanivela de la

venganza y al mismo iiempa por cierto celo

roedor de su alma que hacía tiempo le venía

diciendo que su querido iba a Boaco en busca

de alguna jaña que rondaba por la tarde y se

venían por la noche.

Cuando se estiró en el cam.astro iba dis– puesta a dorm.ir un poquitín más, pero la con–

versación con la Anselma le había quitado ±o–

da seña de sueño de los ojos, y se puso a pen–

sar en Julián, la Prudenciona y la Molendera,

de pronto como quien toma una seca resolu– ción, musitó entre dientes

-Sin que me tajoniara había jurado aca– bar con los viajes de Julián, o lo dejaba, ago– ra que me zampó el danto en las costillas de– bo de pararlo en redondo y hacer que se peya de Iabardillo.

Volteó la cara al rincón como para cercio·

rarse de si el querido dormía o ya estaba des– pierío, lo tocó y notando que estaba con la mona media entera lo rempujó hacia el al– bardeado del fondo, se acomodó lo mejor que pudo, se puso la luano en la barriga y vol– ±eándose de lado se quedó dormida, pero con los ojos tan abiertos que la Anselma que en– ±r6 al rato al dormitorio por ver si descansaba su poquito supuso que no había encontrado sosiego a pesar del gran desvelo de la pobre.

El cacho del aventador puso fin a la pesa–

da mica de CantilIano, se incorporó, se restre–

gó los ojos, se palpó el cuerpo y recorrió con la zurda la fornida y atrayente curva de la con– cubina y observando que ya había amanecido saltó del rincón al suelo sin despertar a la chavala.

Cuando apareció en el galerón del chi– quero las puyas de los compañeros saltaron a recibirlo, la de Mayorquín armó mate solla– mando el cuero al pobre diablo al brincar así:

Ya está allí el barzoniador de mujeres. Luego Zamora aventó la suya.

-Velo. Velo al chiquirringo, cualquiera que lo veya en El Pico Blanco en Buaco no pensará que es un valiente pijiado¡.- de jañitas.

Cruz Linaríe prosigui6 la tarea y exclamó sin detener el ordeño:

-Este güevonazo, a quién le prestaría esa cara, tan lavada y tan fiesa para venir con semejante cáscara al corral. '

Y hasta el aventador que traía del potrero a La Re±umbo y a La Cara de Mico, grit6 al verle, dirigiéndose al perro que lo acompa– ñaba:

-¡Juchú, Chingo pijudo! que Juliancito está alli y meniaIe porque te puede bruíljr como jodió a la Florencia.

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