Page 106 - lista_historica_magistrados

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--Pues fe voy a probar que m.e írnporta, pollito embuchado, que de tan buchudo y fla–

co ni picar cerotes podés en los solares.

y levantó el danta lleno de ira con la in– tención de dejárselo caer sobre la espalda al maHerído fu.eranito; pero en el instante en que se abrió para decargárselo y tumbar al lnU–

chacho de un solo mecatazo, éste se lanzó a pasar bajo el núrnero once de Ta±ote quien no esperando jaITIás sernejante tiro dio un bar–

quinazo parejo y ±rérrtendo, yéndale a rebotar

la cara en el filo del madero del quicio de

]a puerta el cual le ocasionó una cesura hon–

da y larga de la que comenzó a emerger la

sangre a borbotones

Por el engaño sub-ido y lnás que por eso, por ser quien se 10 hizo un chiquirrín al pare–

cer casi a las puedas de la muerte el endia– blado bochinchero a pesar de desangrarse ho–

lTibIemente se enderezó medio zl1rumbo

r

axne–

nazanfe y frenético de enojo con el deseo corn– pl eto de descuariízar a T igüilofe; éste se había colocado tras de un pilar del corredor con su garrotillo de barazón puesto en vilo, listo pa– la repeler la carga del fornido contrincante.

El Corre Escoltas buscó con los ojos al za– panuco del desastre, cuando lo descublió se fue sobre de él, pero éste listo como una bar– barnarilla en acecho lo dejó avanzar dos pasos y cuando la fiera pensaba que el chicuelo de–

bJa de estar muriéndose de luiedo por 10 que

había hecho, el chacalín vuelve a pasar su se– rnicuerpo bajo el gancho de su enemigo ha– ciéndolo traslabillar hasta que pudo endere– zarse en el pilar en el cual se había ampa– rado el perseguido; ésJ e con ligereza había vuelto a ocupar su antiguo sitio en el quicio de la puerta.

Talote sangraba bárbaramente, pero la

1 abia lo cegaba y

11.0 J o hacía cejar en el des..;.

quite y cuando logró ponerse firme, vo1±ió 10. cara para irse a desvencijar al chicueli.llo, di–

cjéndole a grandes fJri±os:

·-Jodidiio, del botmnay del diablo te saco si allí te lográs meter, y de lo que debés de

estar seguro es que hoyes tu último día.

-Se está n-turiendo el pencouazo y me es–

tá amenazando lodavía; contestó Tigüilote; luego buscó a su tío por todos lados para ver si podía contar con su ayuda más al cobarda·

zo se lo había. tragado la :tierra; entonces, el ITlll.chacho se puso firn1.8 y esperó sin habJ al' más.

El Giganle, viendo que el chacalín no se

corría ni seña daba de miedo, se vino sobre

él con el brazo en alto para dejar ir el dan– tazo sobre el raquítico enemigo, éste como

buen felino dejó arrimarse a su agresor y

cuando el hombrazo llegó a tiro, en el instan· te en que le aventó el mecatazo zafó el cuerpo para atrás por lo que el golpe lan:z:ado se fU6 en vano dando en pleno vacío a consecuen-

cia de lo cual el Grandote medio irastumbó de bruces chapalíando aire con los brazos abiertos en busca del centro de gravedad perdido.

Logró Tigüilole este momento, pues había medido bien su desigual combate, y con deci–

sión y maestría sin blandir siquiera el garra.

tillo se lo dejó ir en media mollera haciéndole dos tapas el chipote, el fierabrás vaciló un ins–

iante, cerró los ojos, gimió cobardereten±e y

cuando su cabeza convertida en regadera dejó

caer la sangre sobre el cuerpo que la sostenía se desplomó como e] guayabo que la centella hace añicos cuando la lormenia se localiza fu–

rjbunda sobre la selva chon±aleña.

Después hubo dos minutos de estupor en– tre los espeetantes y rápida como lada deto–

nación la bo:tnba de Ja no±icia fue a rebotar

contra los camastros de todos los que dormían lanzándolos del tapesco al lugar de los SUce–

sos jarrtás esperados.

El único homhre visible que vio doble– garse a la fi era feróstica fue el vigía de los

Blrieros confabuJados que voló a dar eJ parie a sus companeros para que vieran estirar la

pata al torrnento de las parrandas y al padre de todos los parranderos, el resio de Jos mi– l-andas estaba integrado por las mozas baila–

1 inas de la tacongüesiadera.

Zenón, el famoso lío de Tigüilote, fUe el primer vecino que salió de la entraña de la obscurana con un valor desmedido a contem– plar impávido la victoría de su liliputiense so– brino; después... poco tiempo después el ve– cindario lodo se hizo presente para ver los es– tertores de El Corre Escoltas culipaieanie.

Nadie decía nada, la gente se apretujaba y lniraba en silencio, con ese gesto de duda y

saiísíacción ine¡;:plicable qu.e todo hmnano po– ne frente a la

1 ealidad de los hechos que han sido juzgados siempre como irnposibles.

Ninguna alma piadosa 0lnergía del grupo

a socorrer al vencido; corno fampoco nadie

habla inquirido qué se habla hecho el mucha– cho que había librado a la comunidad de se– mejante peste y no fue sino hasta a] rato, un

ra.1:o de xnás de diez rrlinutos, en que Zenón

volviendo del júbilo que lo embargaba 10glÓ

excJ alll.ar, acordándose del hél oe:

-y lni sobrino qué se hi.zo'?

Todos volvieron a ver al que interroga– ba, pero ninguno podia contestarle la plegun–

fa; la maYOlla desconocía al pobre natuchito enfermo que había llegado en busca de salud ante la Santa milagrosa y que en un sanli– amén había librado a todos de aquel padras– h o infernal.

Tigüilote después del barezonaoo que le otOlgÓ el triunfo, viendo que ya no corría pe– ligro y que lodo esiaba concluído o por cot;– c1uir para su contrincante, se sacudió su veaj¡-

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