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« Previous Page Table of Contents Next Page »Siguiendo las indicaciones de su tio el des– crito Tigüilote se fue a colocar recostado al filo del ángulo de la mocheta en la parte izquierda del quicio de la puerta de entrada y tras sus
pasOs se vinieron los arrieros que conducían
el ganado del señor Buitrago a Tipitapa. Eugenio Mayorquín se había quedado ha– ciéndole compañía a don José María y a su viejo compañero Zenón con quien lo ligaban laZos de amistad desde cuando los dos habían lrabajado en San Pedro en la época de don Mariano y de los Chamorro, período en que la famosa hacienda había llegado a la cúspide de su apogeo, pues alcanzó a producir diez y ocho arrobas de queso diariamente.
De pronto las guitarras rompieron el ai– lancio y siguiéndolas la flauta y los violines imitaron el gesto, el Zanate dio alegría a los concurrentes y el ambiente tristón de la hora
cambió corno por encanto al conjuro de la ,música y de la danzadera que comenzó con
furor tan luego la electricidad de las notas cundió por todos los flancos.
Eugenio zafó el bulto de su humanidad de la tertulia y escurriéndose lentamente para disimular se fue hacia la casa de la zapatea– dera colocándose tras de Tigüilote para ver de cerca la tacongüesiadera; tan luego lo descu–
brieron sus com.pañeros de ±rabajo se le in–
corporaron y después de breve platicona re–
solvieron enirar al baile para ±acongiiesiar
con ciertas fueranitas galanotas que estaban comiendo pato por falta de compañeros.
A las diez la cususa y el silián habían puesto los espíritus contentos y la zanateadera estaba dejando su sitio comedido para entrar de lleno en la chichada.
Cuando más alborotadas estaban las sin– güesos por la chicha ingerida y por la alegría fugaz que da el alcohol al espíritu se oyó gri– lar llena de aflicción a la dueña de la casa y consorte del Mayordomo: -Alli está el Corre Escoltas!
La generalidad no captó bien lo que la po–
bre señora dijo! y por eso unos creyeron que
había dicho: .
--Allí viene la escolla; y los que no cono–
cían al famoso matasiete por ese remoquete, dijeron sin asusiarse;
--Si la escolta anda en El Cacao cómo diablos con semejante lluvia puede estar ya de vuelta, - y sin pensar más en el asunto siguieron bailando y bebiendo hasta decir quitá.
Tigüilote fue el único que se fijó en el in– imso que acaba de entrar, lo observó de arri– ba para abajo y buscando a su tio con los ojos entre los que estaban aglomerados a su espalda, dio con Zenón que acaba de arri–
marse para ver co:rno estaba la parranda.
Treminio se fue derechito a donde el so– brino y le dijo a quema ropa:
-Monós hombre, ya es hora de irse a la posada.
-Tiyó, espere un momento que la cosa
se está poniendo fufufa.
-Fu±u±a, decís hombré?
-Futula, porque ya lo anda por ay Tatoie y de un momento a otro va a principiar a dar palo.
-Pues, manós ya, antes que principie con nosotros.
-Con nosotros? ¡Ah mi tiyo! si sólo es cursiadera cuando se le habla de Tatote.
Por allí iba la plática entre tio y sobrino
cuando de pronto en mera sala apareció el
Grandote con un danto en la Inano, el som–
brero a la pedrada y un chilcagre en la boca
y como se mefiera entre los que zapateaban
uno de los bailarines lo atropelló sin quererlo, el alropellante se paró a darle explicaciones y a pedirle disimulara la contingencia, pero la fiera andando del atropellado que andaba en
busca de camorra, en lugar de darse por satis–
fecho, alzó el danto y lo dejó caer sobre el lo– mo del humilde comarcano, diciéndole seca– mente:
-Este pencazo es para que otro día ten– gás más cuidado al tirar las guairas y de ipe– güe te mando que te vayas a dormir o pobre
de vos si no m.e hacés caso.
El hombre sin mosticar palabra aban– donó a su compañera y se fue a iodo chifle derechito a su casa.
Los arrieros tocaron llamada al centro y se reunieron en rededor de Mayorquin para comentar lo sucedido y retirarse a la posada, en tal cosa estaban cuando el Corre Escoltas columbró al grupo y se fue sobre ellos a or– denarles que liaran los petates porque no los quería ver allí por más tiempo.
Tomó la palabra Eugenio y le dijo que:
-Eso de irnos es asunto de nosotros.
-No es asunio de ustedes, es mio, y ya lo
van a ver
y quitándole a uno de los mirandas una eutacha que colgada de una faja andaba guin– dada del hombro, la desenvainó y se fue so– bre Mayorquín a darle un jabecazo que se lo encaramó sobre la mera ceja izquierda hacién– dole con la carne rebanada un completo y ver– dadero lapojo de cinco pulgadas de largo por unas tres de ancho que lo dejó choco y le quitó loda acción para contestar a su atacante.
El ataque había sido tan rápido que Eu– genio no tuvo tiempo a defenderse; al tu–
multo corrió don José María a proteger a su caporal, al verlo llegar Tatote bajó la cula-
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