Page 102 - lista_historica_magistrados

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Teustepe en la época de esta historia todas te–

nían corredores a la calle, la mayoría de és– tos han desaparecido; pero sobreviven varios

que aún brindan al deambulante ciudadano

la caricia BlTIodorrante de su sombra refres–

cadora en los soleados y ca] cinantes días del

verano, lo rnlsnLo que su piadosa y caritativa protección cuando los aguaceros del invierno

descargan sin piedad sus trillonadas de cánta–

ros de agua.

En el flanco sur y en la esquina sureste vivía la Rosa Chavarría, granadina au±énfica,

que se había vuel±o teustepeña y tenía ya al–

gunos años de trabajar en ellugar¡ en su resi–

dencia posaban ese día don José María Bui–

trago, su hijo y los arriesros que conducían la

partida de novillos a Tipitapa.

La habilación de la Rosa era la más dis– tinguida, confortable y grande del pueblo, pe–

gada a ésta quedaba la casa de una vecina

que vendía comida y más en seguida estaba

la de la esposa del mayordomo de Santa Rifa que llevaba como era natural la batula de la parranda profana por determinación de la costumbre.

Por el vendaval la fiesta había estado friste y los fiesieros fueranos después de cum– plir con la asistencia a la función de la Santa

no pudieron emplear el tiempo en parrandear

y por ello se encontraban inconformes.

Enterada la Mayordoma por sus posantes de la contrariedad que embargaba a la ma–

yoría de ellos, resolvió dar en la noche un facón de güeso en su casa para que los visitan–

les se distrajeran y no quedaran descontentos por la melancolía que la lluvia había dado al

ambiente con su chischís continuado

Mandó a invitar a las muchachas lnedio–

pelunas del pueblo para la bailadera y éstas y las jinchifas cornarcanas pudientes concu–

rrieron gustosas y dieron frescor y alegría a la ±acogüesiadera inesperada.

A las nueve la salita de la casa estaba llena de hembri±as churriguerescamente ves– tidas y el corredor que daba a la plaza se ha– llaba pleno de machos de toda edad y condi–

ción¡ la música integrada por cuairo guitarras,

dos violines y una flauta se encontraba colo– cada en la esquina sureste de la pieza; los músicos pespunteaban los instrumentos y el flautisla que hacía de director esfaba ponien– do en orden la orquesta para romper la tacan– güesiadera con el demoníaco Zanate.

Zenón Treminio famoso vaquero, cuyo ar–

fe dio a conocer en la hacienda San Pedro ubi– cada a la vera del Cocibolca cuando esa pro– piedad perteneció a los Chamarra en sociedad con don Mariano Buifrago, había concurrido al pueblo haciéndole com.pañía a un sobrino suyo que estaba calenturiando para que bus– cara medicina a su lTIal y fuera sobre fado a <;londe Santa Rifa a pedirle la recuperación de

su salud; después que se hubo desocupado y

como viejo sirviente que había sido de los

Buiirago en San Pedro, Treminio resolvió a visitar a don José María, para que mientras

él cumplía con el viejo patrón y yéndolo a

saludar, su sobrino, que por su estado necesi~

taba disiracción, se fuera a divertir un poco al ±acóngüesuno vecino viendo estirar las pa~

tas a las chicuelas y oyendo las piezas musi. cales que por lo alegres, aseguraba Zenón

podían sólo ella aliviar por entero al rnaya±e l

berrejo y enclenque calen±ureador que casi es:

taba ya en la frontera de la muerfe según re– zaba la opinión del acongojado lío.

El sobrino de Zenón era por la edad más que un mozalbete un hombre cabal, pues ya

pasaba de los veintidós años, pero por su es–

latura, su cuerpo endeble y su semblante en.

fennizo sernajaba un mocoso revejido al cual de prhnas a primeras no se le daba ninguna importancia y muchos por su rnutismo natural cuando estaba en±re extraños no 10 tornaban

ni en cuenta por juzgarlo todavía completa– mente chicuelo y al parecer medio lumbo.

El vecindario de Potrerillos que era el lu.

gar en donde a la sazón vivían los Treminio lo

había bautizado con el remoquete de Tigüilote

por su color Ina±erioso, su cara apupujada y

su tamaño chiquirrito.

Este remedo de hombre no tenía dos cuar. tas del botamay al suelo, pero a pesar de su enfermedad, de su deficiencia orgánica y de

su aspecto de ídolo sin adoran±es, era un tipo

muy ágil y de un valor cívico tal que con todo y ser ian desmedrado se sabía imponer en cualquier instante de tal manera que sus veci–

nos no se atrevían a darle broxnas porque sa–

bían lo muy duro que pegaba y cómo se de– fendía aquel pingajo humano que a los ojos de los que no lo conocían más bien repre– sentaba la mueca de un racional que la figura de un hombre verdadero

Es costumbre de los corrtarcanos salir ar–

mados cuando por algún motivo tienen que ir distantes de la casa que les da techo y los

que no fianen machete, cu±acha o chopo car–

gan un danta o un palo cualquiera que les pueda servir para defenderse de cualquiera

agresión inesperada ya de un humano, de una víbora, de un perro o de cualquiera afro ani–

mal montero, Tigüilote, a pesar de que era dueño de una buena cutacha no la usaba nun– ca cuando se alejaba de su posada, sino que siempre llevaba en la derecha un cabo de ta–

jona de varazón de dos cuartas de largo, grue–

so corno una estaca de zurrón y provisto de

una argolla de cuero crudo que pendía del garrote por un hoyo abierto en el madero con un asador caliente y en la cual metía la dies– ira para que el cabo varazoneño guindara de la muñeca y marchar sin preocuparse de la carga que en un momenfo dado podía servir– le para poner a raya a cualquier enemigo que

le apareciera.

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