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sidades de la {alda, dibujando como con crayón, las líneas de su alta cima, y ya en la noche, cuando la 05–

culidod va cubJiendo totalmente la montaña, se con ,ielte ésta en una pirámide coJosal, de color gris, desta–

cándose, en el amplio {ilmomento, imponente y señEra

A sus pies la ciudad tiene, como las ondinas, las azuladas aguas del Gran Lago, ofreciendo éste dos diferentes aspectos pi<;tóricos el de la awora y el del crepúsculo vespertino, matizados ambos, por las luces que a esas distintas horas le iluminan

Al rasgarse las nieblas matinales po. los primelos laYas del sol, los aguas del Gran Lago se tiñen

de colOt rosáseo y al mismo tiempo la blanca espuma de las rompientes olas en la Otilla, cabrillean sobre su blanco Y arenosa playa, formando filiglanas de dorados y plateadas figuras fantásticos que nacen y mue– ren súbitamente, mientras en el cielo las aves acuáticas que en las

t ibetas e islotes viven a millares, alzan sus alados vuelas, revoloteando al desplegar sus alas plomizas y tOlnasoladas por el enlte cruce y combi– nación de los colores que dibujan los rayos solares en las horas matutinas

En la tarde el Lago ofrece nuevos y diferentes matices Primero, su gran masa de agua se cubre de sutil monta de brillante colOlido y, cuando los ol1olonjados royos luminosos bañan su g.an ávalo azula– do, éste se torna violáceo y la perspectiva del cuadro en ese momento tiene, al fondo, en el lejano horizon

M te, las esfumadas líneas de las costas chontaleñas YI en el centro del mismo Lago, se dibujan, tectas las negruzcoS siluetas de las islas y del corral de piedra, y más lejos, los altos conos de los volcanes Zapatera y Ometepe, emergiendo majestuosos de las plOfundidades del viejo "Cocibolco"

y desde la ciudad, tornando ahOla lo vista hacia el Poniente se pueden contemplar, en las tardes de cielo despejado, magníficas puestas de sol, de rútiles brillos, como llamaradas de incendio, o bien, un ígneo globo teñido de rojo incandestente en toda su circunstancia, y rodeado de juguetonas y sutiles nubeci– llas blancas, y en épocos lluviosas, se dibuja entonces, en todo su esplendor el belfo Arco Iris

Y, como toda ciudad tropical la Sultana del G,an Lago goza, en sus cimas noches veroneras de ese maravillosos espectáculo que Dios, soberanamente, despliega en el cielo con miradas titilantes luceros y la plateada luna llena, reflejándose aquellas y ésta serenamente sobre las aguas del Lago, como en un es– pejo, y cuando el cielo está límpido y sin nubes ni brumas¡ pOJeciera, ese fondo estrellado allá arriba, un amplio joyero y las estrellas como si estuviesen cercanas a la tierra y fáciles de alcanzarlas con Jos manos, ilusión áptica ésto, sólo admirada boja los ciclos tropicales

Pero allende eso, hay más Los moraclores de la ciudad, durante las noches claros de MOl za y de Abril se dirigen a las playas del Lago a gozar de otro magistral panorama Las estrellas, en esos noches ti– ñen, con su argentados brillos lq inmensa masa de ngua azulada, los lejanos montes, las isletas y las blan– cas arenas de la playa, reflejándose en Jo tetsa supel ficie y formando con esos variados matices, cuadros natutales que fascinan e impresionan con sus poéticos encantos

y en esas noches acariciadoras y setenas de luna llena de la estación seca, los granadinos orga– nizan paseos a la costa del L ogo Jóvenes de ambos sexos y de las diferentes clases sociales se dan cita en esos plácidos y atrayentes lugares y se juntan en oleg res corrillos a pasar algunCls horas de solaz y entrete– nimiento, bailando y cantando A veces, llevan consigo un tocador de guitarra, que sólo o acompañado can– 1a canciones nativas o coplas humorísticas para alegrar a la concurrencia en esas reuniones nocturnas

Allende de esto, Granada tiene otros lugares pintorescos en sus altededores, tales como las fincas

de leLleo, Santa Rosa, Peoresllada, Lo Alameda, El Parque Vilginio, Tepetate y la Punta. La primera y las hes últimas, cabe las libelos del Lago Antaño la alto clase sociol, acostumbraba celebrar en dichos lugares, amenas fiestos campestles en los tOldes lIevOlldo selectas OIquestos de música para baile y canto

En su interior la ciudad presenta también graciosos e interesantes paisajes como la alameda de Mangos que vo desde la elmita de Guadolupe hasta el Fue.tecito en la propia costa del Lago, y algunos

de sus calles, especialmente las que saliendo de lLl Real se dirigen 01 sur, parecieron como si ellas al final se incrustrasen en la espesa arboleda de las cercanos faldos del cetro de Mombocho

Asimismo, las calles todas de lu ciudad, con su suelo cubielto de menas y de líneas iltegulates, ron encrucijadas y topes, contribuyen CI darle un aspecto sui generis a la ciudad ya hacer desaparecer la mo– notonía enfadosa de las línens rectas en uno población Así vemos, por ejemplo, en el barrio de Jalteva, el

C'élebre "Galillo" de Jos placitas y los jocotales de JfLa Loquera" en ese mismo barrio

En la Otra Bonda y en la Otra B(Jndito, en el Dorningazo y en el de Santa Lucía, en el de Cuisco–

ma y en el de la Loma del Mico y en el de la layado y en Pueblo Chiquito, en fin, en todos las barrios que rodean Id ciudad llevan nombres sugestivos, sembrados todos ellos de árboles frutales que alegran y refrescan

el ambiente c.oluroso de Granada, y sus sitios además, presentan una espeC'ial topografía en sus tel renos

En los solares de los bartios de Cuiswma, La Loma del Mico y en el de La Loquera, se han culti–

vado árboles frutales y las cosechas de los t101onjcles, limanelas, zapates, jocotes, níspelos y caimitos, les ptoporcionan utilidades a sus dueños

Preciosos jardines como antes se dijo, se cultivan, asimismo, en los grandes ~Qtios de las casas del interior En ellos se plantan raros arbustos, de hojas verdes, amarillas y rojas de vivos colores, plantas aro~

máticas, e 111 edaderas de vistosas flores, rosales de varias clases, arbustos de reseda, de granados V jazmi– nes de Arabia y del Cabo, y a veces, naranjos y limone ros, así como helmosas palmeras y plátanos Hay en ellos .osas de colol rojo oscuro y del níveo blanco que deslumb.an la vista de quien las contempla cuando el sol blilla sobre sus pétalos, y otros fio.es que despiden la f.agancio de sus perfumes corno los jozmines y los heliotropos mezclados con el aire que se respira en esos amenos rJatios

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