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« Previous Page Table of Contents Next Page »servido para [a construcción de todos los edificios Y esta es la razón, suponemos nosotros, por qué Grana– da no ha sufrido gran cosa con los temblores QCUI ridos allí durante los últimos años
No se registra en la historia de esos movim ientos sísmicos, los ha habido de severa inten')idad que alguna vez hubiesen caído edificios en Granada Han sufrido daños, ciertamente, pero no han sido ellos
destruidos
La ciudad experimenta, duranto todo el año el calor Iropica' y sus condiciones higiénicas son po_
bres, en cambio, goza de clima seco que no altera la salud de sus moradores Esto se debe a que las C03as de habitación están consh uídas de tal manero que se siente dentro de ellos, menos calor, y además recibe el viento y los aires frescos, del Mombacho, durante las noches, contribuyendo ésto a sanearla, impidiendo así que, los epidemias, que de cuando en cuando visi '"an la ciudad, no se estacionen por mucho tiempo fue. ra de los enfermedades palúdicas, que son endémicas en los trópicos ,
Granadi~
,
~isnjes
E
STE pequeño y viejo rincón situado en el
"""J Centro de América, que abrigo por más de
cuatro largos siglas la población de Grana-
da, recibió de la naturaleza, al igual que otras de esta zona, variados paisajes adornando sus alrededores, circunstancia que debe tomarse en cuento en estos páginas, así como los actividades y los esfuerzos des–
plegados par sus habitantes desde su fundación, ya
fuese para acumular riqueza y también su espíritu vi–
ril para defender SllS hogares contra piralas y filibuste– ras en los siglos pasados y reedificar de nuevo la ciudad
convertida una vez en cenizas, y, por otra parte con–
tribuir de manera eficaz para cimentar el orden y la paz en todo el país
Thomas Gage
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como en páginas anteriores vimos, visitó Granada en 1637 y en el libro que escri– bió narrando sus impresiones de viaje la llama "Paraíso de Mahoma" por sus excelentes jardines
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sus árbo–
les frutales y la belleza de su Gran Lago Julius Froebel, antes también citado aqui, al ver este Lago por
primera vez, se entusiasmó a[ contemplar las admirables escenas que ofrecen sus playas
Con respecto a la dicho por Gage acerca de los jardines de la ciudad, suponemos, hablaba de los
existentes en aquello sazón
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hoy en gran parte, extinguidos por los incendios y saqueos sufridos por la ciu–
dad, después que el citada viajera la visitó en el siglo XVII Jardines, indudablemtne, dignos de admiración
yo que su suelo ha sido siempre muy fértil para esta clase de siembres así como para palmeras
No estaría fl/ero de línea
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recordar aquí de paso, que pOI la tradición sabemos existía en años pa–
sados en el patio de la casa de la familia Reyes, sita en la Calle Real y cercana al templa de La Merced,
una especie de arcos de mampostería medio destl uídos todavía existentes en 1880, y sobre los cuales cre– cían en esta época hiedras y pequeños arbustos Aquellos arcos en ruinas daban la impresión de que en di– cho cosa hubo algo así como jardines suspendidos, semejantes a los que se leen en la historia existieron en
Babilonia
Ademós de esta, en la abra de Le Sage, El Bachiller de Salamanca O Aventuras de don Querubín
de la Ronda, este autor nos cuento que uno de sus personajes afirma haber posado por Granada en el siglo
XVII y llama a ésta "Jardín de Mahoma"
La época en que sitúa Le Sage su novela, es la mismo de que nos habla Gage y no sería remoto
que el primero copiase al segunda, ya que sabemos que esta mismo ha hecho Le Sage en otra de sus obras Gil Blós De todas maneras, sea ésta un plagia de la obra de Gage, es la cierta que siempre ha tenida fama
Granada, hasta en época reciente, de ostentar preciosos jardines en los patios de las casas, y como quiera
que sea la frase del Jesuita "apóstata" Gage, Como lo llama el historiador Bancraft, na estó desprovista de fundamenta ya que Granada ha sida llamada desde antaño con el sugestiva nombre de la Sultana del Gran
Lago, tanta por su situación a las arillos de ese Lago de agua dulce, osi también par la frondosa vegetación
que la rodea enteramente, ofreciendo a la vista del viajero panoramas ideales por sus arboledas, palmeras y jardines con que todavía cuenta y las mansiones de sus habitantes edificadas por los españoles, mansiones señoriales, muchas de piedra, grandes y espaciosas con balcones de modera torneado en los ventanos, aleros volados y ornamentos de madera curiosamente entalladas Pero, ya casi todos esas construcciones han de–
saparecido desde 1856, cuando Walker incendió totalmente la ciudad
y si esto no fuero bastante paro causar admiración, tenemos además su natural belleza perspec–
tiva La ciudad se encuentra de un modo pintoresco al pie del Mambacha, cerro cuajada de mullida bosca– je verde con órboles milenarios y coposos y como recostada indolentemente sobre ese fondo verde oscura del cerro Fonda sugestivo de cuadras fontósticas especialmente en las lardes cuando el azul diófana deja ver el maro 'illaso espectáculo de las rayos amarillentos del sol, bañando la enorme mole del Mombacha y [a im– ponente silueta muestra, sobre su alta cúspida, la forma de un león en acecha Ya medida que declina mós el sol hacia el poniente, e[ telón verde oscuro transform a en otro de caprichosas tonas, bardada por las sinuo-
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