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« Previous Page Table of Contents Next Page »las jícaras y huacales semejante al canto de la chicharra en el verano, y el suave ruido del molinillo batien– do el tiste, unido a las risas y carcajadas de las vendedoras, convertían aquel conjunto en barahunda alga–
rabía de tonos algo así como esas espontáneas expre siones sentimentales, que bastan de los corazones hu–
mildes felices de encontrarse afanadas en sus negocios para hacerles menos penosa la diaria faena
Todo aquel ruido de risas, voces y algazara, era el brote de alegres espíritus, idéntico 101 descrito
por el poeta latino, coma el que salía de las vendimias
En esas horas de mayor actividad y movimiento, aquellas voces de las vendedoras, procuraban
obtener con su pequeña industria, unos pocos centavos que llevar a su humilde hogar para satisfacer sus pe–
rentorias necesidades, estaban enteramente libres de engañifas o triquiñuelas como lo harían ellas, si la
oportunidad se les ofrecía, al entregarse por amor al hombre que en ellas despertaron amor
La mayoría de ellas era ingenua, y al desempeñar su negocio, tenían la flor de labio cama ya diji–
mos antes, frases de agradecimiento y de amables coqueterías para el "marchante'l que se acercaba a sus puestos de vento¡ expresando en francos gestos y po labras sin disimulo, el reconocimiento y el gozo expe– rimentado ppr ellas al realizar su pequeña ganancia, I ístas para volver al ~Ha síguiente, a continuarlo en el mismo sitio, con la esperanza de reanudarlo y conseguir dineros para emplearlo en el sustento de sus familias
y ya que hemos hecho referencia a esta natural sencillez, de las mujeres del pueblo granadino de aquellos años, vamos a reproducir aquí parte de lo que el viajero alemán Julius Froebel, dijo de esas mu-jeres al visitar Granada en 1850 Dice este autor en su libro
"Es justo reconocer sin embargo, que de cualquiera manera que la gente del pueblo piense sobre la castidad y modestia externa, nunca presencié ninguna grosería o vulgaridad en los baños públicos de
la costa del Lago, entre hombres y mujeres"
y así eran estas mujeres del pueblo granadino, actuando en sus pequeños negocios en el Tiangue
con todo sencillez, como iban a la costa del Lago a bañarse, promiscuamente, los dos sexos, sin vestídos apropíados, pues así se acostumbraba en aquellos pasados años
En las piezas de las arcadas, corredores (así se llaman éstos en Granada) situadas en la Plaza so–
lamente en dos de sus lados, estaban las tiendas de t~' las y otros géneros, servidas también, en su mayoría,
por mujeres, y coma se trataba de mejores locales los tenderos ponían a la vista del público sus mercade–
rías, a fin de atraer compradores Como es natural, la renta de esas piezas era más alta que la que pa– gaban las de los corredores, y asimísmo, los impuest os municipales, en tanto que Jas vendedoras de frutas
r
colocadas en las aceras y en las calles, sólo pagaban u n pequeño impuesto, y a veces, ni eso, ya que la utili– dad que estas últimas obtenían en sus ventas, era tan insignificante que habría sido repugnante sacar a esa
pobre gente unos pocos centavos por las horas que ella ocupaba aceras y calles
Los alquileres de las tiendas, cómodas y amplias, los recibían los propietarios de los edificios que rodeaban los dos lados de la Plaza, fijando ellos mismos la venta ya que esas piezas formaban parte de los mismos edificios y éstos, eran, en gran parte, como el de la familia Vega, de buena y sólida construcción
y moderna arquitectura
Entre los tenderos de la Plaza había un ¡udí o, bien conocido por sus rasgos fisonómicos y los mé– todos que empleaba en su negocio
Era de origen polaco y corría parejas con otro de su misma índole y raza, venido de Génova, co~
merciante también como el polaco, y dueño de una ti enda de abarrotes y otros géneros situada a cien va" ras de la Plaza
El genovés se llamaba Juan Ciombríno era de fisonomía vulgar, sanguíneo obeso y excéntrico en su
vida, de carácter agrio y gruñón defecto del que se aprovechaban los muchachos para burlarse de él Ciam– brino, de quien se contaban chascarríllos subidos de color a causa de su genio y modales y de su facha ca rica– turezca, logró ahorrar después de algunos años de du ro trabajo y economía, nada despreciable fortuna que legó a unos sobrinas suyos Murió ya anciano de hidropesía
El polaco del "Tiangue" era, en figura, lo contrario del italiano cuerpo de alta estatura, huesoso
y delgado, cara color de cera amarilla, con una nariz judaica, parecida al pico del pájaro de presa No
hizo fortuna como su colega el genovés pero, sí, como éste, fué también, el blanco de las chanzas del pú–
blico de la Plaza Trabajó en su comercio por muchos años durante las doce horas del día, y abandonó el país pobre como había llegado, cosa rara entre ge nte de su raza Este alemán polaco, hablaba muy
mal el castellano, con voz estridente al modularlo, moviendo, al mismo tiempo, sus [argos brazos como remos
Su traje era idéntico al de Ciambrino pantalones muy usados, amplios, sujetos con faja de cuero, y siem-
pre en mangas de camisa ,
Los vecinos competidores del polaco mantenían lucha abierta y constante con él, influída ésta por la misma competencia y la mala voluntad haciOl la raza judía
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