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po en el Mesón de La Galiana o por economía de sus dueños, permanecían en las calles hasta que éstos no vendían sus víveres, y los boyeros, pernoctaban debajo de las mismas carretas

En el centro de la Plaza se instalaban las vendedores de víveres, mostrando su comercio sentados sobre el zacate y recibiendo, en las horas del medio día" el fuerte calor del sol Alguno que otro armaba una pequeña tienda de lona para abrigarse de los rigores del sol o de la lluvia

Frente a las ruinas de la Parroquia, y aún dentro de ellas, que se convertía en una especie de es– tablo o Mesón público Allí también se encerraban bueyes y bestias caballares, alimentándolas mientras sus dueños disponían de sus artículos y cuando tenía n que permanecer más de un día, dormían y aún co– cinaban dentro del mismo recinto Esto ocurría cuando se iniciaba la construcción del nuevo templo Den– tro de los nuevos muros medio levantados se acomodaban hombres y animales durante el día y la noche

Las vendedoras de mangos, naranjas, sandías, coyoles, papayas, nances, gua pinoles y jocotes tro– nadores y boca de perro, llevados en bateas de made ro o en canastos de mimbre fabricados en Masaya, o bien se sentaban en las aceras o en la propia calle

Mezclados con estas últimas estaban [os trucheros (Buhoneros) con canastas llenas de baratijas Cuando llegaban a la ciudad comerciantes turcos, se s ituaban estos en ese mismo sitio para vender rosarios, estampas y medallas, traídas como decían ellos, de I/T ierra Santa" Otros comerciantes vendían loza de ba– rro/, de fabricación doméstico, jarros, porongas y tin ajas

y [os vendedores de loza de china extranjera, también se situaban en el mismo lugar

En los corredores (arcadas), al Occidente y Sur de los edificios de la Plaza se situaban los vendedo– ras de dulces y de refrescos Allí se ofrecían [as típicas bebidas nacionales el "pinolillo" y el l/tiste" El primero, es una mezcla de maíz y cacao tostado y tri tu rada en seco en [a piedra de moler costumbre esta última de origen indio, así como el huacal y la jícara para servirlos El tiste, se preparaba moliendo juntos e[ maíz y el cacao, húmedos y a esta masa se la condi'm entaba con pimienta, clavos de 0\01 y canela en polvo, para darle aroma y mejor sabor

También se proporcionaban sabrosas naran jadas, limonadas, horchatas y poso! Esta última be-bida es una mezcla de maíz mqrado, cocido y molido, húmedo, con polvo de canela, disuelta en leche co– cida Otra bebida característica era, la preparada en la fruta de lo "Pitahaya", fruta sabrosa que tiene la propiedad de teñir los orines de quien la bebe, dándoles el color rojo de la pulpa Esta fruta produce también flores encarnadas como su pulpa Estos refrescos son muy gratos al paladar YI además¡ alimenticios y mi– tigan la sed en horas calurosas

Estas bebidas se servían en jícaras o guaca les, bien limpias y fregados, y el agua con que se mez

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clan! se mantenía en tinajas de barro para conserva da siempre fresca

Estos receptáculos son de fabricación india, y todo este pequeño comercio de bebidas se hacía con extrema limpieza Daba gusto ver el aseo que presentaban las mujeres dedicadas a ese negocio

Llegaban al Tiongue, bien bañadas, frescas y con ropa limpia, aunque humilde, con camisa de al– godón blanco descotada, y algunas bordadas a mano, dejando 01 descubierto la garganta, parte del pecho

y los brazos Las enaguas eran anchas y de flotantes faldas, también de algodón y de chillantes colores, almidonadas y aplanchados

Casi todas ellas iban descalzas, y en sus ma nos y en sus cuerpos mostraban esmerado aseo Ge~

neralmente eran jóvenes de color moreno, de cuerpos bien formados y sanos, con abundante, negra y lus– trosa cabellera

Algunas, iban tocadas con dos largas trenzas y al final de éstas prendían, cintas de seda negra o de vistosos colores, mientras otras, dejaban suelta los undosos cabellos, el cual, con el gracioso y natural me– neo del cuerpo, flotaba sobre las desnudas espaldas o sobre los descubiertos senos Su piel era tersa, y sus blozos robustos y bien torneados Siempre estaban de buen humor, procurando agradar a sus clientes con amable sonrisa y seductores meneos Eran muy rápidas para responder a quien les dirigía requiebros, acompañando sus respuestas, con alegres y sonoras sonrisas dejando ver sus blancos y parejos l/dientes de

coco"

Sus mórbidas caderas cimbread9ras, atraían como el imán Jas miradas del macho que cerca de ellas pasaba, pero sus humildes trojes y su ingenua y natural coquetería, aunque provocadoras, no produ– cía ese otro fluído de atracción sensual de las que comercian con sus cuerpos

Al contrario, éstas eran muchachas frescas y lozanas capaces de entregarse por amor, escogien– do al hombre que les agradara Casadas o con amante, sabían ser fieles y recibir, resignadas¡ la buena o mala suerte que les cupiera en su elección o de senti rse felices como el amor les llagaba con buena fortuna

El enjambre de vivanderas del /lTiangue// de aquel tiempo, alegres y contentas, ofrecían a voces, sus refrescantes bebidas con la actividad deligente del vendedor, llamando con agradables sonrisas, la aten– ción de los clientes que se acercaban a sus humilde'es puestos, sobre todo en las horas de mayor tránsito

La plaza presentaba, a esas horas, un agradable y simpático cuadro, con ese conjunto de vende– doras, contentas con su suerte, y el coro de voces d e variados timbres, sonoros o chillantes llenaba el am– biente cálido de notas raras a las que se mezclaban I,as músicas de acordeones y guitarras, que no faltaban en el Tiangue y el tintineo de los vasos de vidrio, el m onótono chirrido de las ásperas hojachigues al fregar

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