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8E1I'ILO P. Otl11l11

La polftica es el arte de lo posible. Los conservado. res pueden olvidar esto para su propio peligro, y na· iurafmenfe, en las actuales circunstancias, su propia destrucción.

Es verdad que la realidad percibida por la observa·

ci6n debe ser compenelr~da de teoría, pero la mente del

hombre está por siempre tentada por la imaginación, esa hada preciosa que puede, con agilidad que escapa a la vis

M

[la, saltar el golfo que separa la idea (eidos) de la realidad

El más grande de todos los teorizantes pollficos frat6 de afirmar en iérminos inequívocos fos límites definidos del alcance de cada uno de sus escritos. En la "Repúbli..

caJ"J advierte enfáticamente que é' está delineando una

II politeia en ou:ranoi" (una pcdítica en astros), y repetida..

",can~e recuerda la distancia que existe entre el cielo y la

~jerra. Las "Leyes ll

, sin duda alguna, !ion más PRACTI"

CAS, mas después de un largo ¡prólogo de consideraciones

sobre constjtuciones existentes y sus antecedentes histó– ricos, el problema que ha de presentarse teóricamente

(Iogoi) estáexplicitamente definido: formular una consti· tución para una nueva ciudad que h~ de fundarse en un

.Iugar determinado, on un tiempo dado, por un hombre

que, -para beneficio de la hipótesis,- tendrá la habili .. dad de imponer cualquiera institución que estime conve· niente para los ciudadanos, los que escogerá a su antojo

de un tronco racial d.eterminado dentro de un campo social prefijado y con experiencia política previa. Como la ·ta– rea d~1 arquitecto a quien se le da el encargo de diseñar una casa que ha de construirse con fondos ilimitados (pi– sos de o~o ,s6Iido, si se quiere), el problema es 5Umanl~;t·

te ins~ructivo, pero obviamente, destinado al campo de lo teórico. Sin embargo, e5'OS tratados, y más significativa.. mente la REPUBLlCA que las LEYES - han inspirado en cada edad en q~e han sido leídos, a un Plotino pera su– poner que podría establecer una Platonópolis, con sólo qu.e el poderoso Emperador dé las órdenes pertinentes y supla el dinero necesario.

A través de la historia del idioma Inglés, la palabra

ufilósofo u ha implicado correctamente la unión de fas rilás

~Itas facultades especulativas con una sabia y resignada aceptación de la imperfección del universo y la falibilidad del hombre. No desprecio el pensamiento lJ1etaflsico, del cual soy el primero en reconocer la necesidad, más su– giero q~e cuando los conservadores se propongan formu .. lar una doctrina poUtica, harían bien en dar prioridad al pensamiento acerca de los problemas dentro del angosto campo de lo que es ahora posible. Como autor del más penetrante análisis de nuestra situación contemporánea, Richard M. Weaver dice en liLas Ideas tienen (onsecuen· cias u

; "Estamos en busca de un lugar donde pueda hacer–

Se una firme resistencia por el LOGOS en contra del 010"

derno barbarismo" La cuestión es de estrategia, lo q~e

quiere dee,;r "qu~ es eminentemente urgente y práctica. '

Necesitamos sobre todo conocer exacta",:,el1te la fue.¡.. za del enem.i5J? y la nuestra misma. y dentro de nuet.

tras propias filas, el acuerdo sobre la estrategia es mucho

más importante que la unanimidad en la metafísica. Re– conociendo esto, no comprometemos cualesquiera verda. des absolutas qué conozcamos, como no comprometemo's las leye1 de gravedad cuando computamos el Irayectoy 'a

veloc_idad de un cuerpo que se mueve, no en un vacfo ideal, sino en la atmósfera que, por mucho que nos pese tiene forma y peso tan imp~rtante como la constante ~d~

la 9raved~d. Y si reconocemos esto francamente, poaJ. mos al menos es'perar mitigar la que¡umbrosa anarqof¡r~e

los conservadores cont~rraporáneos, cuyas frecuentes al.

senciones suicidas son a menudo, menos el resultadd 'de

rivalidad y fricéioMS personales que de un hábilo de Ilk.

vllr a ~odo asunto, desde el libre (·omercio a diferen'tias raciales, un sistema de creencias ¡fan absolutas que absu~l.

ven a sus prosélitos de (a penosa' tarea de constatar y so.

pesar los hechos.

La diversidad de los principios conservadores es :el

primer elemento que debemos considerar. Usted y yp

(que somos, por supuesto, verdaderos conservadores) ~D'

demos fácilmente reunir en cualquier ciudad miles de pero sonas que son cQn.servadoras é!1 él sentido que están f'co~

r:-0sotros" en contra ,d$ la ab,i~arrada horda formada ~de

c:onspirador~s", 1C0mvnis.f-as, socialistas, instlciab'es proleta. rios, y chicos bien' rentistas que goritan por un mundo sin

!Jl>QH1: con sorbete gratis para todos, los que han promo'

vido e impuesto los repetidos "Nuevos Tratos" de las tres décadas pasad... Pero si usted v va tratamos de lIev"

a esa audiÉmcia nuest·ra, peneeta· o~todoxia, exponiendo oándidamente ltís verdadéras ded·uctiones de nuestros puno tos·de viSita en tpdos los ternas, désde'los impuesté)s 8'la

tr~nsubstanciacióri, estarhlmos': operando un tren suburba. no a las cinco de la t~rde. Los pasajeros se bOj,rán'i,

c~da estación de, nuestro argumento, y nos sentiríamosid!· choso! si al final del viaje -éstuvieran con nosotros sufl·

cientes conservadores pára atender dos o tres platafé)rm. s.

, . :' .,' . , . ¡liP

Auílque el hecho puedé ser desastroso para algu~OS

de nosotros, lo~ ~ons~~~~.~()res ".o~, están irremed¡a~le­

mente divididos por" prin~ipjos diver.gentes, creencias dis– cordes e intereséS' f!;l:l conflicto, como estuvieron 10$. colo– nos británicos cuyos esfuerzos unidos crearon los EstadOS Unidos. Si una do"'rina conservadora ha de ser fo,"'u· lada,. debe serlo en términos de esenciales en los cuales

es posible un consenso .razonable. Y si fuera imposible intelectualmente alcanzar tal consenso por medio de una desapasionada y objetiva determinación de lo que es ... ~.

cial, o si fuera emocionalmente imposible alcanzar una mUo

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