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« Previous Page Table of Contents Next Page »moto se había retirado a descansar, otra pa–
trulla, doblado el número de la primera y al mando de los Tenientes Gilberto Peralta y Gon–
zalo Matns, fue enviada a situarse cerca de la prin1.era, con instnlcciones precisas de esperar
el arribo de una tercera patrulla de cuarenta alistados que, al mando de los Tenientes Gui– llermo E Cua<;l:ra G. y Ramón Javier Torres, salió también de Somoto, a las nueve y cua– renticinco minutos. Todas las patrullas con
sus respectivos Com.andan±es debían juntarse
pala tener luego una nueva y especial forma–
ción.
La primera fase de esta operación de com–
bate se efectuó sin contratiempos. Y, para las
diez y media de la noche, la nueva formación de las patrullas se completaba en la siguiente forma, el Teniente Sotomayor, con siete guar– dias de avanzadilla, a modo de cebo, ostensi– blemente colocado en la única pequeña loma a un lado del sendero que serpenteando sobre
el lOIna de una estribación, corno de seiscien–
tos metros de longitud, presentaba el inconve– niente de tener a un lado y otro profundos abismos. A pesar de lo dicho, el Teniente Pe– ralla fue mandado a colocarse con treinta alis– tados agazapados a la orilla de aquel sendero,
con los pies hacia el abism.o y a unos cien tne–
tros de distancia del último hombre del Te– niente Sotomayor Treinta alistados más con
los Tenientes Cuadra y Torres, a cincuenta tne–
tros del último hombre del Teniente Peralta,
ocuparon su puesto en igual posición, a la mis–
ma orilla del sendero. Y el Teniente Matus con
el resto, como retaguardia, también a cincuen–
ta metros del último de los hombres de los Tenientes C\ladra y Torres
El Teniente Matus y sus guardias aciuaría de protección de los Tenientes Cuadra y Pe– ralta, solamente cuando fuera llamado, a cu– yo efecto debía atravesar el angosto sendero en su frente y entrar a la lucha por el lado que el Teniente Sotomayor se hubiere echado apa–
renfem.enfe a correr
Según lo esperado, si el Teniente Sotoma– yor, desde su puesto de observación a la cabe– za de las patrullas notaba que sólo un hombre
avanzaba hacia ellas por el sendero, de inme–
diato debía destacar a uno de sus hombres con aviso para el Teniente Cuadra. Tanto los Te–
nientes Sotomayor como Peralta, en este caso,
por ningún motivo debían detener a aquel su– jeto que no sería otro que Pedro Gutiérrez por– tando la noticia de haberse aceptado la rendi–
ción Pero si el Teniente Soiomayor notaba,
que, en vez de un solo hombre, avanzaban varios sobre el sendero, índice de que debía
combatirse, él con sus hombres debía desocu–
par ]a loma, hacer unos cuantos tiros y osten– sibleITlenfe echarse a correr hacia la zangrade–
ra o abismo opuesto a la posición que ocupaba iodo el resto de la Guardia. En este caso, Pe–
raHa debía inici.ar su ataque cuando buena
parie do la fuerza sanc1inista hubiese rebasado la posición de los primeros hombres de su pa– trulla.
Conviene establecer que corno el sendero
que corre a todo lo largo de la estriba",ión tiene a uno y otro lado de su ancho abundante Ve. getación y árboles de toda clase que no permi. ten más que fijándose muy detenidamente
descubrir la existencia de Guardias al acech~
de sandinistas.
El frío de aquella hora y a aquella altura era inaguantable. Tocar el calibre de las aro mas era como tocar un bloque de hielo. y la
±e~sión nerviosa de todos no es para ser des. cnta.
Hasta como a la una y media de la maña_
na, los ladridos de unos perros, provenienfes
del lado ocupado por el Teniente Sotomayor
vinieron a denunciar el característico galopa; de unas cuanias bestias, que bien se distinguía
de todos los ohos ruidos. Utilizando entonces el medio de trasmitir órdenes en voz baja, pa–
sando cada duardia a su compañero la voz
repitióse la consigna que, caso de entablars~
combate y noíar en cualquier tiempo que al–
guien con lámpara de mano hiciera señales a éste no debía disparársele y sí a sus más cer~
canos acompañantes sobre quienes se concen–
traría todo el potencial de fuego disponible.
Mieniras los ruidos que confirmaban el paso de gente sobre el camino se dejaron oír, por la proximidad que Guardias y Sandinistas
iehdrÍan en la lucha, caso de producirse, fue
de inmediato pasada la orden de que la Guar– dia, cuando el Comandante así lo hiciera sa–
ber, combatiría con bayoneta calada, sin ca–
misa para reconocimiento entre sus miembros
en la obscuridad.
Bien pronto, cuando ya toda la Guardia deseaba salir de aquella situación expectante,
los ruidos desaparecieron co:rno por encanto.
y también, como para probar la paciencia de todos, la espera se prolongó por horas. . Al parecer, Pedro Gutiérrez se había burlado de la Guardia Nacional Un enemigo más con quien luchar en el futuro se había pasado, de–
finitivarnenle, al Canl.pO conírarío.
Por fin, a eSO de las cuaíro y media de la mañana del 31 de Diciembre, nuevos ladridos de perros, ésta vez a espaldas de las patrullas,
denunciaban la presencia. de gentes caminan
w
do sobre un pequeño valle que, a la difusa luz
del amanecer, se divisaba a la distancia. Sin
pensarlo mucho el Comandante ordenó enton– ces el avance hacia aquel sitio en el orden más cómodo para nO perder tiempo. El Tenien!e Peralta y sus hombres primero: los Tenientes Cuadra y Torres después, MElÍus luego, y, 50–
iornayor, a quien debía avisar Maros que deso–
cupara la loma, de último.
Todos los Jll,ovitnientos, ejecutados con ra–
pidez y precisión, permitieron que las patru– llas, en el orden establecido, descendieran al valle, lo atravesaran completamente hasta su
extremo occielental, donde una casita, recosta–
da a una de las lomas que ponen término al mismo por aquel rumbo, aparecía alumbrada por foga1as destinadas a la preparación del desayuno de sus moradores, dijeron ésios, pe-
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