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« Previous Page Table of Contents Next Page »persona1meni", Se puso a investigar el origen e iniención del informe relacionado con el ata– que. Bien pronto logró COnocer la verdad. Aunque partidarios de Sandino algunos ele– mentos del pueblo, qu,:, nun.ca antes qu.isieron que columnas expedlclOnanas del guernlleré> lo atacasen, en los últimos días, impulsados por ires alisiados de la guarnición, disgusta– dos por la rutina de trabajos y medidas disci– plinarias insiauradas por el Comandante, uii– lizando a Mondragón, solicitaron de Umanzor SU acercamiento a Macuelizo a fin de señalarle una fecha para su asalto.
Coneciando este hecho con el de la noche que los miembros de la guarnioión no dormían
en su cuartel, por el único medio de comunica~
ción exisienie con Ocoial, el teléfono, me puse
al habla con el Mayor Alberto M. Baca, recién llegado Comandante del Area, para explicarle en detalle hechos y punios de vista, la conve– niencia de efecmar determinadas maniobras,
así como las conclusiones a qué había arriba–
do después de analizar los hechos
El Mayor Baca no puso oídos sordos a ia–
les recomendaciones, Y, adveriído de que, en
cualquier momento, podía ser aiacada la po– blación, manifesió su propósito de mantener lista una Patrulla Montada, de combate, fuer– temente armada en Ocotal que pudiera movi– lizarse con bastante rapidez, caso de necesi– iarse.
Se convino en que la señal de estar siendo atacado Macuelizo sería la falta de comunica–
ción con él, pues comúnIl1en±e los sandinistas,
antes de iniciar cualquiera de sus ataques, cor– tan las líneas telegráficas o telefónicas, o la co– municación direcia del Comandante.
Con respecto al cambio total del personal alistado de la guarnición que era esencialísi. mo, conocida la situación que imperaba en el pueblo, el Mayor Baca lo aceptó de inmediato
y dispúsose hacerlo deniro de las cuarentiocho horas siguientes.
Al efecio, al airo día con una pairulla de siete alisiados, los de menor confianza, debía salir hacia Ocotal, en misión de policía, en donde, a mi arribo serían cambiados .aquellos por un número igual de alistados dé la ciu–
dad, con los que regresaría a mi est~ción de
servicio. Luego de efeciuarse ésto, veinticuatro horas más tarde sería enviado a Macuelizo el subteniente Adolfo Vélez R. COl). treinta alista– dos, entre los cuales irían ocho que repondrían al resio de la guarniciÓn. De los siete ani,¡¡rio– res ya repuestos, estos últimos pudieron reco– ger las pertenencias para llevarlas a Ocotal, donde serían iodos asignados a servicios espe· ciales de observación.
Todo se hizo como se había dispuesto. Completada la operación, ésto es, cambiados iotalmente los guardias de Macuelizo, el sub· teniente Vélez R., amén de haberse impuesio de la topografía del lugar y de otros pormeno– res milit.,res, al otro día regresó a Ocotal, sin más novedad.
Personaje asaz misterioso, intrigante y si
se quiere, muy dado a la politiquería, fue un tal don Francisco Maradiaga, de mayor edad, liberal por los cuairo canios y hablador que,
una ntañana de Noviembre apareció en Ma–
cuelizo, como caído del cielo. Nadie le vió entrar, pero sí cuando ya estaba instalado en el pueblo.
Resuliaron inúiiles todas las investigacio– nes que efeciué por averiguar de donde había salido aquél individuo, cuál era su misión en el pueblo, y cuántas sus rentas que le permi–
fían vivir sin :trabajar. Lo único cierto que des–
cubrí fue que desde su aparición ocupaba la única casita que, simada frente a la del CA· :mandante, quitábale la vista que ésta tenía al río y a la plaza.
Sin ser llamado ni permitido a entrar, des– de muy temprano del día de su aparición, con– fianzudamente in1rodújose hasta el aposento del Comandante a quien halló arreglando su ropa, para identificarse como liberal cien por
cienfo y ofrecerle consejos no solicifados sobre
la polilica que el docior Sacasa "pensaba" de– sarrollar fan pronio recibiera la Presidencia de la República. Dijo ser muy amigo de Juan Bautista y de Tacho, de Federico y Crisanto, de Sofonías Salvaiierra y Gustavo Abaunza, de Leonardo Argüello y Parajón, de Cordero Re– yes y Carlos Morales, en fin, de todos los más grandotes del liberalismo, de quienes portaba,
en efecto, una serie de recomendaciones espe–
ciales, y de quienes se refería en esa forma
confianzuda.
Su especial deseo de acercarse al Coman– dante de la Guardia sin previo anuncio lo ha– bía motivado el hecho de saber a ciencia cierta que era conservador de pura cepa, muy buena persona de distinguida y apreciada familia de Managua, ciudad en la que él, don Chico, tan– to como en León, Ocotal y Matagalpa, pero
nunca en Granada, podía yivir de no mediar
su especial agrado por Macuelizo donde su apacibilidad y belleza le atraían como imán.
"Vea, Tenienfe Cuadra", me dijo en cierlo momenio de su incansable peroración de aquel día, "no se equivoque Aquí donde estoy puedo decirle con verdadera exacfitud que an– tes de un mes, la Guardia entera tiene que ser liberal, o :mejor nada. Sandino mismo, por ni· caragüense y patriota, si ése es el deseo del doctor Sacasa, podría llegar a ser el Jefe de la Guardia. Le gustaría? Créame, enfilese, medi– te en lo que ahora le digo. Mañana tal vez sea
tarde."
y ahí no pararon los d.ichos de aquel suje– to. Maradiaga no desperdiciaba ocasión de hablar de la política que Sacasa desarrollarla
al iniciar su Gobierno, tuviese yo o no, visitas en la oficina, cuanc:lo salia a la calle en cual–
quier :menesier de mi cargo, cuando ioa a. de–
sayunar, almorzar o cenar¡ cuando despu~s de
sus labores sentábase a leer o bien a descan· sar, cuando ya de noch<;>, f,atando de no verlo siquiera, cerrando la puería de su despacho, abría la ventana de su aPQSento para respirar aire puro y lo únicQ que logral;>a era escuchar
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