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« Previous Page Table of Contents Next Page »Istos de lámparas de vidrio, floreros de porcelana, candelabros de plata, finísimas cortinas de encaje y el piso
~e la iglesia cubierta de artlsticas y mullidas alfombras Había profusión de flores naturales y artificiales Toda valiosa y facilitada par las vecinos
Durante todo el día 4 y después de la gran misa, quedaba expuesto en la valiosa Custodia de oro
y plata, el Santísimo Sacramento, y las naves iluminadas profusamente
El templo era visitado ese día por toda la gente de la ciudad que llegaba a orar y admirar el es– plendor de la ornamentación del templo
A las siete de la noche del 4, se rezaba un Rosario, dirigido por un sacerdote desde el púlpito y acompañado éste, par los fieles asistentes a la iglesia Terminada este último rito, se cerraban las puertas del templo
Las flores artificiales para adornar los altares de San Francisco en ese día eran verdaderas abras de arte, corifeccionados por manos femeninas Las flores de mano estaban primorosamente fabricadas y, los búcaros de rosas y azucenas, pedían competir, en colorido y forma, con las naturales allí también \jxhibidas Los tallos, corolas y los hojas verdes, confeccionadas por monos expertas en ese arte, resultaban admirables
y Ja gente se extasiaba 01 contemplarlos Recordemos aquí de poso, que en la época, o que venimos refirién– donos el arte de fabricar flores de mono, había alcanzado en la ciudad gran desarrollo
Al cerrarse el templo a las ocho de la noche, principiaban los fiestas populares, iniciados éstos des– de los vísperas del 4
En las calles frente al templo se levantaban chinamos de techo pajizo, cubiertos can cañas Allí se vendia todo. clase de comido y Iícores y en más de alguno de esos chinamas, se instalaban mesas para jue– gos de azar En las casas vecinas se instalaban restaurantes y casas de juegos Tanto en los restaurantes como en los chinamos había música En los últimos, de marimbas, guitarras y acordeones, y en los prime– ros, se bailaba en esos lugares, pero lo principal era el servicio de cenas, bebidas y juegos de azar Los toca– dores de guitarras cantaban en los chinamas para animar a los visitantes, poniendo así un tinte de alegría en el ambiente durante esos noches de Octubre en el barrio de San Francisco
Al llegar la media noche, la alegría subía de punto con la aparición de los diablitos con su jefe la
quirina (quirina, provincialismo nicaragüense que significa esqueleto humano), y a esa misma hora, la fiesta
se convertía en un verdadero carnaval
La comparsa de los diablitos, representaba escenas del género bufo, acompañados de música, algo
parecidos a tos úntiguos mimos griegos
l
con canciones picarezcos o amatorias Cada unO de la comparsa
dicha, iba disfrazado de diablito y llevaba su respectivo guitarrillo, los demás llevaban atabales, marimbas,
quijongos y pítos El quijongo, es un instrumento musical indio, formado de una calabaza larga, cubierta su parte superior, con pellejo de "oca bien estirado y seco Esta tiene un agujero en el centro, y paro sanarlo, se introduce un bolillo de madera, encerado, bolillo que al frotar el pelleja, produce ruido ronco y SOl'loro
La farándula de los "diablitos" estaba compuesta de individuos nocheriengas y parranderos de la ciudad, los cuales, en esas noches de Octubre concurrían con sus guitarrillos y demás instrumentos de mú– sica para amenizar la fiesta, cantando coplas, motetes y recitando cuartetas, escritas por ellos mismos O par algún aficionado a esos divertimientos humorísticos Alguno de esas cuartetas, coplas y motet~s, tenían in– tencionadas y picantes alusiones o individuos del mismo barrio, a se referían a sucesos sociales o políticas de la localidad.
. Entre los "diablitos" hobía hábiles e inteligentes tocadores de guitarrillo y tocaban como podrían hacerlo un virtuoso en eso clase de instrumentos
La farsa recorría, en las primeras horas de la noche, los chinamos, donde se le regalaba con lico– res y no pocos de ellos, al rato, ya iban algo calamocanos Después se derramaban por todo el barrio, dando serenatas bufos o los vecinos del mismo, cantaban coplas, motetes y recitaban cuartetos acompañados por la músíca de atabales, guitarrillos y quijongos
La música del atabal de San Francisco, era tan sonora y estruendosa, que retumb"bq en el silen–
~io de esas noches de Octubre por todo el ámbito de la ciudad, despertando con su ruido a I"s gentes que tranquilamente dormían al otro extremo del barrio
Casi siempre, terminaba la farsa al amanecer, como el "rosario de la aurora lJ y más de alguno
de sus integrantes eró conducido al Cabildo a l/dormir la mona", pero estos recluídos, al reftesc~rse en las
mañanas sé les ponía ~n libertad para que en la noche volvieran a formar parte del atabal de San Francisco
La forsa duraba, de acuerdo con la costu~bre, una semanq aunque tronase y lloviese a mares
Ignoramos sí todavía se conserva esa vieja costumbre del atabal de San Francisco, fiesta muy ale– gre y popular en la ciudad Creemos que yá no hay aquellos hábiles tocadores de guitarrillo de antaño, famo– sos por su destreza de dedos al rasgar las cuerdas de sus instrumentos y sacar de ellos alegres armonías e in–
tensos y amorosos suspiros, así como las notas burles cas con las cuales acompañaban sus coplas y motetes
Asimismo, creemos que ya no hay en la ciudad fabricantes de guitarrillos, como los hubo en el tiempo pasa– do, conocedores de las maderas apropiados para su construcción, a fin de darle mayor sonoridad a dichos ins– trumentos.
La fabricación de guitarrillos era típica de la ciudad.
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