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~n SUS cuatro esquinas y en la parte superior, llevaba candelabros de cristal, con adornos de cobre, búcOlos de flores artificiales y cintas de seda blanca, todo esos adornos de buen gusto y fino material

En el interior de [a urna, sobre sudario de blanquisimo lino y almohadas también blancas, primo– rosamente bordadas por manos femeninas, descansaba la imagen del Cristo Su figura, semejaba la de un .lirio, cárdeno por su amoratada y sangrienta faz, ceñida la cabeza por artística y valioso diadema de plata con áureos royos Lo luz del sol, en esas horas de la tarde, los crepitantes llamas de los velas en los cande– labros dorados y los de los grandes cirios, llevados, éstos por sacerdotes y acólitos, bañaban la diadema del Cristo proyectando sobre ella una policromía de matices que formaban algo así como nimbada aureola sobre la cabeza de ía imagen

Detrás del Sepulcro y en último término, iba la Dolorosa, [levada en andas por piadosas mujeres,

acompañadas éstas de humilde orquesta de cuerdo¡ ejecutando

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durante la proc€?ión¡ doliente música, mien– has Jas mujeres musitaban sus oraciones Este humilde cuadro¡ sinceramente religioso¡ contrastaba e.on el

boato y el alboroto deí resto de [a concurrencia .

Ero la única manifestación real del dueío recordando el solemne acto que en ese día conmemora la Cristiandad y los tonos de la humilde orquesta, parecían ecos como los que inspiraron a[ primer compo– sitor del Stabat Motel

A[ evocar en estas líneas estos lejanos recu erdos de aquellos Viernes Santo granadinos, vistos en nuestra infancia, no debemos dejar de describir [a forma que a nosotros presentaba su cielo en las tardes de

ese día

Al hundirse el sol en el horizonte de la ciudad, el fondo azul turquí del cielo, con alguno que otro blanco celaje moviéndose perezosamente en el ancho espacio, se elevaba, desde el piso de la calle una nube de polvo amarillento, removida por el paso de la muchedumbre, así como también el humo que salía de los

incensarios, Y los corpúsculos de esos dos elementos, agitados por el aire

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cuando se mezclaban con los ana– ranjados tayos del sol poniente! formaban con esos pifltoreS\fos colotes y S!JS sombras, algo así como un an–

cho po lío, cubríendo el Santo Sepulcro, la concurrencia a la procesión y los techos rojizos de la ciudad

Ese maravilloso cuadro de colores reflejándose en el cielo azul, límpido y sereno, llegaba a hacer–

se fantástico cuando la urna de vidrio iluminada atravesaba ciertos lugares en su recorrido, como al salir de

la Plazuela de los Leones y tornar luego a la Plaza P, incipal, o también, al alcanzar [as ruinas de la Parro– quia y doblar hacia la Ca[le Real

El c. uce de luces se magnificaba y el cuadro presentado entonces por el Santo Sepulcro, adquiría mayor relieve lumínico En todas las vueltas de ese trayecto, los rayos solares de color anaranjado caían ob[ícuamente sobre la urna, y el conjunto del juego y reflejo de luces, parecía, como si a esas horas, se cer–

niera sobre la centenaria ciudad

Un gran monto cobijándola enteramente, y bajo aquella coloreada capa, de tonos mirífi–

~os, la procesión caminaba lentamente, al compás de la música del Miserele, las preces de los sacerdotes y

las olaciones musitadas por las mujeres que llevaban la Dolorosa, y el rumor de esos sonidos, semejaba el sua–

I'e murmullo de algún tranquilo riachuelo des [izándose mansamente por el fondo de un valle cubierto de espeso follaje, o como el del paso del' caminante por entre nuestras vírgenes y verdeantes monta– ñas a [<1 puesta del soL

Pero lo que más atraía la atención de la chiquillería en dicha procesión eta, la escena llamada del

Centurión, interpretada ésta por un personaje vestido de centurión romano, montado en brioso corcel blan

ca, lujosamente enjaezado y sujetado de la brida por un paje

El personaje llevaba antifaz, casco, espada y ancha capa de seda

Montado, se abría paso por entre la muchedumbre y al enfrentarse al Sepulcro, se apeaba, do- , blciba la rodilla en tierra y hacía respetuosa adoración bajando la espada en señal de sumisión a lo imagen del Cristo Terminada esta escena, el Centurión caminaba un rato a pie, mientras su capa roja flotaba al ondar hasta montar de nuevo y reaparecer en otra calie, donde. repetía la escena de adoración y sumisión al

Cristo yacente, en medio de la curiosq y emocionada concurrencia que la presenciaba,

Andando e[ tiempo, y acuciados por saber quién era aquel misterioso personaje representando al . Centurión en la escena de la procesión del Viernes Santo, que tanto nos habia intrigado, nos empeñamos en

, resolver esa enigma

Supimos al fin, ser el personaje, don Ramón de Espinola o Spínola, caballeta español residente y . bien conocido y relacionado en la ciudad. Fue propietario de una botíca, establecida allí desde hacía mu–

l 'Cho tiempo, ya que eran corrientes las versiones oídas por nosotros y relacionadas con su negocio durante la

epidemia del cólera que azotó a Granada en 1857 El señor Espinola, poco después' de 1884, cerró su boti– ca, negocio que le fue muy productivo, y dispuso volver a Mad.id donde se radicó

Regresó a Granada en 1896 acompañado de un hijo suyo del mismo nombre, educado en MCl–

drid Este mozo Espínola, a quien tratamos en ese mismo año, eral lo que los españoles llaman un señorito¡

tanto POt sus modales y vocabulario como por el traje que se gastaba Este joven educado en otro ambiente que su padre, era enteramente diferente de su progenitor En dos palabras, un mozo a la mode. na

Terminadas las escenas del Centurión, el Santo Sepulcro seguía su camino por las calles principa-

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