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« Previous Page Table of Contents Next Page »naves centenarias acompañamos la Custodia con el Santísimp Sacramenta llevado pojO palio en solemne procesión, en medio de nubes de incienso y al compás de música litúrgica y preces del sacer.;lote y fieles, no sin lograr en alguna ocasión llevar orgullosos, uno de los dorados palos del palio
Por eso mismo el recuerdo de aquel templo permanece honda y arraigado en n\l,estro espíritu, por– que bajo sus bóvedas comenzamos a conocer el significado de la Doctrina Cristiana, recibiendo ollí tomblén las primeras ideas de la infinita Bondad, la infinita Ternura y de la infinita Misericordia, asentándose así:bo– jo firmes bases nuestro motivo de creencia en la Fe, en la Esperanza y en la Caridad
Llegamos entonces a tener ligero vislumbre dentro de nuestro juvenil mente, de ese insondable y
tremendo misterio del más allá, y en el momento de trazar estas fíneas, volviendo la vista hacia lo pasado se nos presenta el recuerdo de la imagen del Crucificado de La Merced, "con los brazos extendidos para 110– mar y acoger bondadosamente a todos los hombres" cama lo dijo de otro crucifijo un célebre teálogo fran– cés, y andando el tiempo nos sentimos hay confortados y apaciguados ante las inquietas olas a veces vio– lentas, con que este mundo agita las almas, afirmándose más nuestra fe en la Misericordia Divina de Jesu"
cristo que en su misión terrena exclamara "Yo soy la infinita Bondad
l
la infinita ternura, el inagotable
Océano de la infinita Caridad", palabra de consoladora promesa para quien espera en la otra vida
Quizá, durante las años mozos, los dogmas y ritos de la iglesia cristiana no pudieron ser interpre– tados por nosotros en su verdadero y justo sentido, pero las enseñanzas recibidas de nuestra" madre bajo aquellas antiguas naves y los símbolos religiosos oídos y presenciados en esos lejanos tiempos, quedaran, unos y otros, grabados firmemente en nuestra mente, y al llegar a la edad madura con mejor comprensión de
su significado, sirvieron, prédicas y símbolos, de fortaleza o nuestro corazón en los horas aciagos, 01 enfren–
tarnos en el decurso de nuestra vida con el decaimiento del espíritu que nos acometía o con el esceptisísmo que nos rodeaba, poro sobreponernos y sentír confianza en lo Misericordia Divino
Pudo bien ocurrir 01 alcanzar la ancianidad, adonde hemos ahora llegado, que los lecturGS filosáficas a que fuimos aficionados desde la juventud, hubiesen sembrado la duda, de otra parte, los pla¿e'tes y diver– siones que la vida brinda en los años de la adolescencia contribuyeran también a entibiar la fe de nuestras creencias adquiridas en los primeros años, pero todo e[lo posá como pasa el furioso vendabal sobre la roca dura o como la nube de verano que se disuelve al iluminar el sol el firmamento
Aq\le[la pequeña semi[la sembrClda par nuestra madre en nuestra niñez, no fue ni una leyenda ni un Cl,lento f4gaz sino una animada vitalidCld que nos hiciera sentir su cristiano ejemplo; yeso semilJ(l fue desarrollándose can vigor para fortalecer más tarde dichas creencias a la largo del áspero y turbulento sen–
d~ro de lo vida, inspirándonos, en esa forma, la confianza de que las enseñanzqs de nuestra progenitora no
se lTIalograrían. Hoy, lo confespmos con intima efusión, aquella simiente ha dado su fruto, y espera'mós lle– gar al término final, si Dios quiere y El nos otorga misericordioso su gracia, sin perderla
y PClsando ahora a otra orden de ideas, cómo olVidar el Huerto del Jueves Santo construído en esa misma igl~siq dentro de lino apacible y fresca gruta adornada de verdes ramas y guirnaldas, perfumadas por flores vistosas y las jligasas frutas, que allí com prábamos en medio de lá algazara de la chiquillería.
No han podida borrarse tampoco de nuestra memoria las alegres tardes del flotido mes de Mayo cuando, grupas de niñas llegaban a La Merced en las cálidas tardes de ese mes portando canastillos de fres– cas y olorosas flores a depositarlas en el altar de la Virgen mientras sus dulces y melífluas voteCitas éntona– ban cánticos de salutación o lá Reina del Cielo, cónticos sencillas cama éstos que en este momento recor. damas
Tú eres mi Madre Tú eres mi luz,
1ú eres mi encanto,
Mi <lmpar~ tú Otras dulces estrofas
Bendita sea tu pureza, y eternamente lo sea
pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza.
y esa música yesos cónticos acompañados y bien acordados a números y tonos, yo que entre ese
grupo de nmas había algunos gozando de buenos voces e instruídas en el arte de la músico
Todo aquellos cánticos y música lité!rgka, oídas en nL¡estra niñe¡ bajo las serenas bóvedas de Lo Merced, nos producía entonces honda y grata fruición y hoy, 01 ir rememorando y evocando aquellos años mozos, recibe nuestro espíritu una especie de plácido efluvio llenándolo y haciéndola sentirse tranquilo y sereno como cuando, después hemos oído. uno si"fonía de Beetho.ven, ejecutada po.r artistas de renombre, cuyas notas nos elevan y nos tra"sportan O un mundo de ensueños y de grandes ilusiones
Después de aquellas inolvidab[es y alegres tardes de Maya en La Merced, tuvimos la feliz oportu– nidad de visitar grandes cotedrqles en otros países, ~dificios construídos lwce siglos, ele mClg"tficos Y geni,,-
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