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nosotros}

siglo XX

tero machetazo con el cual lo había despachado a la otro vida En otal, lo que había ell esta macabro vel'– sión era pura alucinación del veterano Pe, o así y todo, mucha gente creía a pie juntillas que el veterano había sido realmente atacado como él decía, y le creían ,nuchos la versión, cabalmente, por la forma de va– leroso y audaz que dio pruebas en la campaña nacional

Otro caso entre los muchos corrientes en la ciudad, en aquellos días juveniles, nos consta por haber–

lo presenciado nosotros mismos¡ y es por esta razón, que vamos a referirlo aunque se nos tache de ser derna

siado prolijos en esta materia Y aquí va

Vivían en el bardo del Hormiguero, por allá por los años de 1895 ó 96, unas dos señoras, ancia– nas y pobres, que se ganaban la vida en trabajos manuales, permaneciendo durante el día encerradas en su

cUOItucho, a veces! rezando oraciones o trabajando calladamente/ en confeccionOl puros y cigarrillos, para vender a sus parroquianos

Salían o Ja iglesia a oír misa, o a la pulperí!a para compl as, o a entregar la mercancía o quienes

se las habían encargado

Contiguo a estas dos viejecitas, vivía un vecino de apodo Pi/filia, viejo como eran aquéllas, gruñón, quisquilloso y a quien se le había metido en el magín que sus vecinas elan brujas o hechiceras, le habían pues– to a él su puntería diabólica, y le hacía mal de ojos Este raro personaje, como otros que entonces vivían

en Granado¡ aparecía normal en otros aspectos de su vido¡ pero en éste extraño caso, se proveyó de una

Cruz de Calatrava, la cual según aseguraban en su mismo bOl rio, servía de protección a quien la llevara con– tra el maligno, y al pasar frente a [a casucha de [as pobres mujeres, sacaba su amuleto y lo blandía, a fin de evitar, decía, él, que el diablo que le azuzaban las brujas se le acercase

Locuras del viejo, dirá algún lector escéptico que lea estas iíneas Podría se" por lo menos Pílli-

110 daba muestras de ser un lunático o alucinado, más nosotros podemos atestiguar la autenticidad de este

fOfO caso en todos sus detalles, por haberlo presenciado, como decimos, no una sino varias veces, en aque–

llos lejanos tiempos y habernos reído de [as necedades de Pi/lilla, y oído la queja amarga de las viejecitas, que ya no aguantaban las sandaces y molestias de su lunátíco vecino, sobre todo, cuando por casualidad, veían al mismo mover frente a ellas, la Cruz de CalatJ ovo, y musitar oraciones contra Satanás y las brujas

Todas estas fantásticas versiones, de apariciones, de almas en pena, de espectros, de ruidos so– brenaturales, de hechicerias, de "aquelarre de brujas en la noche del sábado", de maleficias y del mal de

ojos¡ tenían su origen como antes lo dijimos, en los cuentos de los aborígenes encontrados por los españoles

en 1524 en el poblado de indios de Xalteva, los cuales corrían entre ellos antes de llegar los conquistadores

a la ciudad¡ como eran los de tener poder para convel tirse ellos en tigres, en feones¡ en pavos y otros ani–

males como se lo declararon al cronista Alonso Fernández de Oviedo

Si a esas absurdas creencias, agregamos aho, a la trágica historia que ha vivido [a ciudad desde su fundación, los numerosos incendios y saqueos, las luchas sangrientas en sus calles, templos y casas de habi– tación, los fusilamientos y asesinatos que ha presenciado ella, y en fin, los tumultos provocados por los indios de Xalteva, tanto a los españoles en Jos primeros años de la colonización, como después a los vecinos del centro de la ciudad, a quienes los indios incUlsionistas y bochincheros, calificaban de OIguJlosos aristócratas, todo ese cúmulo de calamidades, desgracias y siniestros, debió inf[ui' necesariamente en los granadinos de

antaño¡ así como también el calor t10pical que¡ a veces¡ deprime el espíritu y excita los nervios y',es natu–

ral suponer también que gente que habían presenciado los últimos desastres de 1856, pudieran sufrir dese– quilibrio mental y dar así, fácil entrada a esos cuentos y creer en fantasmas, hechicerías y otras tantas ab–

surdas relaciones, sobre tado

l

cuando se trataba de niños o viejos seniles

y no es de extrañar tampoco, que un fenómeno psíquíco de eso naturaleza afectal a mentes débi– les o de imaginación exaltada, emocional o febril, ya que esa gente no habían alcanzado en aquellos años alto nivel de cultura, y finalmente, por ser uno ciudad de escasa población

Por qué extrañarse que en esta población granadina con ¡eran tan absurdas vel siones} cuando aún

en Jugares más poblados y civilizados también con en

Hace poco leíamos en la prensa inglesa la re [ación de un caso idéntico a los narrados arriba po, en donde se habla de apariciones de espectros en un viejo castillo inglés, y esto referido en pleno

Además¡ en Europa y en el resto de América¡ suelen también contarse cuentos fantástlcos

l

a los cuales prestan su asentimiento personas ingenuas

l

aceptándolos sin mayor examen

y si nos hemos extendido largamente en las anteriores narraciones, ello se debe a nuestro propó– silo de poner de relieve y en esa forma, el estado social de ese sector de la población granadina de la que sufrió en sus carnes la bárbara crueldad de la guerra y vio, convertidos sus hogares, en un montón de ceni– zas No es entonces extraño, que [a generación salida de aquella horrible y sangrienta tragedia de 1854

a 1857, algunos de ellos llegasen a perder el equilibrio mental, mientras otros, fácilmente, cayesen, por in– genuos, en el absurdo de creer en esos consejos de viejas tales como las historias de escenas macabras y es– peluznantes, que infunden miedo a los espíritus apocados y en la gente sencilla al oír estas truculentas rela– ciones de espantos y apariciones de la otla vida

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