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« Previous Page Table of Contents Next Page »"Tan amontonadas las ruinas, uno sobre otras, era dificultoso COnocer las casas que nos habian si– do familiares A propósito de esto contaremos este suceso curioso Cuando fuimos estudiantes visitábamos la casa de un amigo, y siempre nos liamaba la atención uno imagen de Maria en estampa, pendiente de una pared, y en cuyo cuadro se leia Vírgenes hoy muchas, pero no son Madres, tú por setlo eres Virgen singular
El dio referido que liegamos a la plaza, 27 de noviembre, nos dirijimos por señales a la casa del amigo, y con asombros y recuerdos dolorosos vimos el cuadro de Moría de que acabamos de hablar, recostado de pie de la pared en que pendía, y quemado apenas uno de sus ángulos Todo había sido devorado por el fuego, sólo aquelia imagen se habia salvado Unos atribuyeron esta a la casualidad, otros a milagro, nosotros nos lle– vamos el cuadro a nuestro cuartel, y la volvimos después a su dueño"
Oigamos ahora lo que refiere uno de los filibusteros que formaba, en esa memorable ocasión, par– te de los defensores de Granada Dice Clinton Rollins en el citado libro Wilfiam Walke,
"El combate de Granada había sido reñido La parte de la ciudad que cayó en poder del enemigo había sido teatro de asesinatos horribles Hombres desarmados en sus casas y a presencia de sus familias,
fueron ultimados a machetazos y aún niños habían corrido la I"nisma suerte La mayor parte de esos muer– tos el en viajeros americanos californianos, que habían llegado a negocios, otros mecánicos, dependientes y em–
pleados del Transit Campany "Horribles excesos de crueldad ocurrieran que no hay necesidad de relatar A mi me habian dejado en Granada y puedo asegurar que el combate fué brutal El filibustero herido que caía en poder del enemigo, era asesinada, por lo cual no se daba cuartel ni en uno ni en otro bando Era una pelea a muerte, las calles quedaron llenas de cadáveres", '
Más adelante, al describir el incendio de la ciudud, agrega el misma olor estas patéticas frases "Cual otros Vickings del norte, habíamos llegado a aquellas extrañas tierras en busca de oro en una región donde (a pobreza es el estado normal de la mayor parte de sus habitantes, donde ciudades e iglesias se cons– truyen con lentitud y can sacrificios pecuniarios, habíamos procedida a destruir una ciudad cuya hermosura había sido el recreo de nuestros ojos, y no habíamos concluído aún nuestro vandalaje, cuando nubes de hu– mo negra Se levantaban por doquiera; paredes medio destruídas, iglesias en ruinas, calles llenas de mercan– cías y cadáveres pestilentes nos mostraban nuestra obra No había entusiasmo
"Teníamos el deber de evitar una hecatombe genera! en que gran número de heridos, enfermos,
y nosotros mismos, seríamos víctimas No era la muelte la que rehuíamos, sino las torturas y atrocidades a
que estábamos expuestos miles de soldados enfurecidos avanzaban por aquelias calles gritando como de– monios "Todas las cantinas de la ciudad habfan sido saqueadas por ambos bandos y los soldados exci-tados por el licor se lanzaban locamente a la pelea El día era sumamente caluroso y el humo de los edi-ficios incendiados hacia n la situación insufrible "( 1) ..
Ahora vamos a dar otra versión del incendio/ visto por una señorita de quince años, que se enean...
traba ese día en la ciudad, con sus hermanos, a la hora en que principió a arder su propia casa
Esta familia abandonó su casa cuando ya las liamos empezaban a ievantarse
La niña a quien nos referimos era mi madre Su padre don Macarlo Alvarez Valero estuvo, al pril1c,p,o, detenido en la cárcel por orden de Walker, amenazada con ser fusilado, al recobrar su libertad, (2) huyó hacia las montañas de Chontales para ponerse a salvo de una nueva detención, de manera que en los dios que precedieron al incendio, su familia permanecía sola en Granada
Una tarde, a eso de las cuatro, nos refería mi madre, se presentó
Q nuestra cosa un individuo noti–
ficándonos que la abandonáramos porque iba a ser incendiada Alarmadas con esa extraña noticia, nos de– cía, salió ella can sus airos hermanos a la puerta de la casa y vió, con horrar, que o las paredes de la misma y a las del vecindario, se les estaba untando alquitrá n ó brea Unos cuantos hombres acarreaban barriles
de esta materia inflamable almacenada en el fuertecito del Lago la cual servirá para carenar las embarca– ciones Los saldados deClamaban la brea en las calles, mientras OtIOS, se dedicaban a pintar can ella las paredes de las casas
Comprendiendo el peligro en que ia familia se encontraba, sino abandonaba la casa, salieron to– dos apresuradamente, no Iievando nada consigo, porque a esas horas de la tarde, empezaban a arder ya las primeras casas de los alrededores de la ciudad
Hay que tomar en cuenta que la casa de la familia de mi madre quedaba en el propio corazón de la ciudad, nado menos que a una cuadra del edificio d ande estaba instalado el estado mayor de Walker, y donde éste residía La casa era de adobes, sólidamente construida y grande, con dos frentes dando a dos calles
Como alocadas, salieron de la casa todos y se dirigieron a una finca que tenía mi abuela en las fal– das del Momi:>acho, cercana a Granada Junto con esa familia, iban otras, todas mujeres y niños y algunos ancianos, porque los adultos y mayores de 16 años, se habían enrolado en el ejército que organizaban los patriotas
La familia de mi madre y las otras, salieron por el lado sur de la cíudad hacia el CerrO del Momba-
(1) WiIHam Walker. por Clinton Rollios
(2) Al IlrmarBe el convenio entre e1 General Ponel8r:tO CorraJ T Walker. el 25 de octubre de 1855
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